nada urge a mi vista,
crujen tediosos mis huesos
bajo la bóveda amatista.
El viento azota mi cara,
la ausencia me toma en sus
brazos,
sobrecoge el silencio mi
alma,
se ocultan en sombras mis
pasos.
Se rasga el cielo con
rumor de seda,
canta la noche sus versos,
gime trémula la arboleda
al sentir mi boca tus
besos.
Perfecta métrica con rima ABABCDEF, etc. Y esta ausencia, colmada por los besos de la amada. ¿O ese otra cosa la que besa? Y esa es otra de las gracias del poema de amor, de vacíos y hasta de serenidades, eso que corre lejos de uno. Nada urge a mi vista es un estado perfecto. Llega la ausencia cabalgando sobre el viento y hasta en la tercera estrofa, la más misteriosa, que gira la pieza. Hasta la trémula arboleda tiene algo de sensual.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Igor, es la amada la que besa. Serenidad fruto de la nostalgia que deja el alma paralizada: una serenidad fruto de la inanición cuando la rebeldía no tiene cabida.
EliminarGracias por tu análisis de cirujano de las letras.
Un abrazo.
Cómo se vive un beso. Pues a lo mejor mediante imágenes relampagueantes que nos pueden causar paradoja, pero, claro, a qué extremos, si no, recurrir.
ResponderEliminarComo se vive un beso... y cómo un beso nos ayuda a vivir.
EliminarSaludos, dafd.