Cuando te contemplo,
mar,
me hablas de la perfección.
Olas o palabras
llegan hasta mí
rotas por el viento,
recordando el fin.
Energía blanca
de salada espuma,
cabalgando el rizado
de tus mareas bravas,
dibujando el horizonte
de tenue existencia
y salpicando al aire
las veleidades vanas.
Un día iré a ti,
mar,
y cuando asido a tus aguas,
vea la orilla alejar
ya la nada será el sentir.
Aquí, uno, que se ha dejado llevar por tus mareas.
ResponderEliminarQué tendrá el mar que tantas veces se relaciona con la muerte. ¿Será que nos da sensación de totalidad, que nos indica nuestra propia insignificancia?
Que buen final, tan pausado, hasta lento, y tan inexorable.
Un abrazo, poeta.
El mar nunca es para mi indiferente: puede ser la paz y el riesgo, lo concreto y lo infinito, la belleza y el horror, el frío invernal y el calor más plácido... y ¿cómo no? la vida y la muerte. Y siempre un interlocutor discreto y un tanto críptico. Este caracter dicotómico es lo que tanto me une a él.
ResponderEliminarUn abrazo..