Todo imperio ha contribuido de una forma u otra a las Artes. El Británico no ha sido una excepción, pero hoy no ando con ganas de regodearme en su gloria, así que aquí van unas muestras de por qué ese periodo no será recordado por su escultura.
Nelson Mandela Place.
Cuando se hizo este edificio, el arte veía en la desnudez infantil la cumbre de la belleza. Avancemos dos siglos y vemos a un viejo verde abrazando a un crío ligero de ropa que le pone la mano en la entrepierna.
A lo mejor soy muy bruta, pero me alivia ver que al menos en esta otra imagen el niño tiene un objeto punzante con el que defenderse:
Buchanan Street número 69.
La principal fuente de ingresos del Glasgow imperial era el comercio marítimo. En los astilleros se tallaban esculturas para los barcos en las que se exageraban las formas para que fuesen reconocidas a grandes distancias. Imagino que aquí alguien se olvidó de explicar al que esculpió los bebés que la acera de enfrente no es una "gran distancia".
Pulsando sobre la imagen anterior se ve como los seis niños son raros, pero aquí va un detalle de los dos de la entrada:
Savings Bank, Ingram Street.
En el centro de Glasgow, buscar construcciones neoclásicas extrañas tiene el mérito de pescar en un barreño pero, de momento, esta es la más llamativa que he encontrado.
A simple vista, un precioso edificio de inspiración barroca comprensiblemente protegido por su interés arquitectónico.
Pero miremos la fachada más de cerca...
Por el bastón se sabe que la figura central es San Mungo, patrón de la ciudad. Junto al santo se han puesto dos señoritas talladas con la técnica de los paños mojados para que parezcan desnudas. En concreto, me llama la atención el trasero de la de la derecha. Para rematar la faena ¿quién creéis que aguantan los laterales? Son figuras que se repiten en varios edificios de la antigua zona mercantil y simbolizan un pilar fundamental de la economía de la época: los esclavos.
Resumiendo: en un paseo de menos de veinte minutos por el centro de Glasgow se pueden ver posibles escenas de pedofilia, bebés culturistas y un santo flanqueado por dos mujeres semidesnudas y dos esclavos. Hoy en día los constructores tendrían que, como mínimo, devolver el dinero. Aún así, siempre habrá alguien que diga que "cualquier tiempo pasado fue mejor".
31 marzo 2010
28 marzo 2010
Ímpetu vital
Galopando por el camino infinito del tiempo.
A dentelladas tragándome el calendario para que cada día sea un empacho.
Despatarrado al sol, quemándome de vida la piel.
Ahíto de sueños, en el regazo de la luna, respirando el aire de las estrellas.
Por ahí quiero ir...
Por ahí estoy yendo.
24 marzo 2010
La nueva familia de Pollok Park
Ya he hablado en otra ocasión de Pollok Park.
El fin de semana pasado fui a ver la exposición de El Greco, Velázquez y Murillo de Pollok House, aprovechando que solo es gratis hasta Abril. Los cuadros se me hicieron repetitivos: casi todos eran retratos de los Habsurgo, una familia conocida -además de por gobernar un imperio- por casarse entre primos y ser todos idénticos.
Por suerte, los Habsburgo no son la única familia del parque. Paseando vi esta rareza: un ternerito de las Highlands plateado.
Aquí tiene cara pensativa ¿Qué estará tramando?
¡No comas el cubo, que luego la cena te sienta mal!
Por lo que he visto en la gaceta del parque, la vaca rubia podría ser la madre y el otro ternero un primo.
El primo parece de la misma edad. Es una monada ver a los pequeños corretear juntos. El plateado ya parece saber que genera en los humanos la misma curiosidad que le provocamos a él.
Esta foto es mi preferida. Fue hecha a bastante distancia y no supe que el pequeño estaba echando la lengua hasta que llegué a casa.
18 marzo 2010
Telebasura
Hace un tiempo, en una de mis vacaciones, mi madre me sentó delante del televisor y dijo “Para que sepas lo que se ve en España”. Frente a nosotras estaba ese torrente de vulgaridad asiliconada que es “la” Esteban. Años antes tuve un momento casi idéntico, cuando la madre de la familia inglesa que me albergaba los veranos me sentó delante de una serie llamada “Coronation Street”. Ambas demostraron una rara inteligencia al ver aquellos programas como algo esencial para entender sus países.
¿Por qué digo que la telebasura es importante para entendernos? Hordas de inmigrantes en nuestras calles, matrimonio homosexual, cambios de sexo en la Seguridad Social... En cualquier otra época de la Historia, semejantes situaciones hubiese convertido Europa en un polvorín. Hoy son realidad y no solo no nos sublevamos: lo vemos con orgullo y pedimos más. ¿Cómo se ha conseguido? La clase media somos fáciles de aplacar: el natural egoísmo humano hace que no nos preocupemos del vecino cuando nuestras necesidades están ampliamente cubiertas. Lo llamamos "tolerancia" aunque, en realidad, no haya nada que "tolerar". Otra cosa son los barrios donde hay penuria: identificar a una minoría y aniquilarla es una táctica natural, quizá la más eficiente, para la supervivencia. Para evitar esto sería bueno conseguir que el verdugo en potencia, antes de actuar, se identificase con la víctima.
En España, gracias a programas como DEC o Sálvame, las marujas que hace nada proclamaban “mi hijo, antes muerto que maricón”, hoy les ríen las gracias a Mariñas y Jorge Javier. Mujeres que apenas dos décadas atrás asumían un bofetón marital con naturalidad y adoctrinaban a sus hijas en el “hay que aguantar”, ahora ven que cincuentonas tan desprovistas de clase o educación como ellas se ensañan sin miedo con hombres como sus maridos. Los programas de la víscera también acogen en su arrabal a otros marginados, como los Dinios, las Venenos, las Judds... Lo que antes te convertía en una aberración (o una minoría) ahora puede hacerte millonario ¿Me entiendes?
Aquí, en el Reino Unido, el medio de instrucción han sido las telenovelas. Es casi imposible que nunca hayas visto un capítulo. “EastEnders” y “Coronation Street” (conocida comúnmente como “Corrie”) son los programas de mayor audiencia desde hace más de veinticinco años.
Sus actores están entre los mejor pagados de la televisión, no por su escasa calidad interpretativa, sino por las largas jornadas necesarias para rodar cuatro episodios semanales de tres cuartos de hora. Ambas pretenden dramatizar la vida diaria de una barriada, con personajes adecuadamente incultos y poco atractivos. “Corrie” retransmitió la primera historia de amor transexual de la televisión británica. EastEnders hizo lo propio con el primer beso interracial entre dos hombres (uno de ellos musulmán).
El adoctrinamiento televisivo tiene sus limitaciones. Los programas de cotilleo españoles muestran como la chabacanería, la ignorancia o el no dar palo al agua no tienen por qué ser impedimento para hacerse rico. Los culebrones británicos mantienen a la audiencia con argumentos extravagantes que hacen habituales delitos como agresiones o estafas. En ambos casos, la incultura y la falta de aspiraciones se consideran la norma. Supongo que, hasta que encontremos algo mejor, será el precio a pagar por una sociedad más comprensiva con las minorías.
El vídeo es un resumen mudo de la historia de amor interracial de EastEnders.
¿Por qué digo que la telebasura es importante para entendernos? Hordas de inmigrantes en nuestras calles, matrimonio homosexual, cambios de sexo en la Seguridad Social... En cualquier otra época de la Historia, semejantes situaciones hubiese convertido Europa en un polvorín. Hoy son realidad y no solo no nos sublevamos: lo vemos con orgullo y pedimos más. ¿Cómo se ha conseguido? La clase media somos fáciles de aplacar: el natural egoísmo humano hace que no nos preocupemos del vecino cuando nuestras necesidades están ampliamente cubiertas. Lo llamamos "tolerancia" aunque, en realidad, no haya nada que "tolerar". Otra cosa son los barrios donde hay penuria: identificar a una minoría y aniquilarla es una táctica natural, quizá la más eficiente, para la supervivencia. Para evitar esto sería bueno conseguir que el verdugo en potencia, antes de actuar, se identificase con la víctima.
En España, gracias a programas como DEC o Sálvame, las marujas que hace nada proclamaban “mi hijo, antes muerto que maricón”, hoy les ríen las gracias a Mariñas y Jorge Javier. Mujeres que apenas dos décadas atrás asumían un bofetón marital con naturalidad y adoctrinaban a sus hijas en el “hay que aguantar”, ahora ven que cincuentonas tan desprovistas de clase o educación como ellas se ensañan sin miedo con hombres como sus maridos. Los programas de la víscera también acogen en su arrabal a otros marginados, como los Dinios, las Venenos, las Judds... Lo que antes te convertía en una aberración (o una minoría) ahora puede hacerte millonario ¿Me entiendes?
Aquí, en el Reino Unido, el medio de instrucción han sido las telenovelas. Es casi imposible que nunca hayas visto un capítulo. “EastEnders” y “Coronation Street” (conocida comúnmente como “Corrie”) son los programas de mayor audiencia desde hace más de veinticinco años.
Sus actores están entre los mejor pagados de la televisión, no por su escasa calidad interpretativa, sino por las largas jornadas necesarias para rodar cuatro episodios semanales de tres cuartos de hora. Ambas pretenden dramatizar la vida diaria de una barriada, con personajes adecuadamente incultos y poco atractivos. “Corrie” retransmitió la primera historia de amor transexual de la televisión británica. EastEnders hizo lo propio con el primer beso interracial entre dos hombres (uno de ellos musulmán).
El adoctrinamiento televisivo tiene sus limitaciones. Los programas de cotilleo españoles muestran como la chabacanería, la ignorancia o el no dar palo al agua no tienen por qué ser impedimento para hacerse rico. Los culebrones británicos mantienen a la audiencia con argumentos extravagantes que hacen habituales delitos como agresiones o estafas. En ambos casos, la incultura y la falta de aspiraciones se consideran la norma. Supongo que, hasta que encontremos algo mejor, será el precio a pagar por una sociedad más comprensiva con las minorías.
El vídeo es un resumen mudo de la historia de amor interracial de EastEnders.
14 marzo 2010
Petra ( Jordania )
Un sol severo traza sus rayos sobre la calzada pedregosa que me deja a la entrada del desfiladero de Siq. Aquí comienzan 300 metros de belleza perfilados a ambos lados por rocas de irregular geometría sobre un suelo grisáceo donde se dibujan las más caprichosas sombras.
Los sonidos se atenúan o se refractan con un eco especial y la angostura del cañón parece concentrar su mayestático diseño. En algún rellano de los escabrosos cortados una masa verde se muestra como símbolo de vida. Yo me siento minúsculo y un alborozo interior me recorre. Su desembocadura, a bocajarro, me deja enfrentado al Jazueh o Tesoro del Faraón: Hermosa fachada cincelada en la roca que da entrada al templo en el vientre de la montaña.
A la salida del templo me espera el recorrido por la ciudad de los edomitas y posteriormente de los nabateos. Es la fantasía hecha piedra, la exuberancia de las formas, la riqueza de irregulares equilibrios...
La avenida principal (Khazneal-Firaun) , a derecha e izquierda, a cada paso, nabateo o romano, nos encara con algo merecedor de una mirada: tumbas reales y del pueblo, antiguas moradas, anfiteatro romano, quebradas laderas de enrevesada disposición y llamativo cromatismo.
Petra no se agota nunca. Cada recoveco de sus calles o paredes nos ofrece algo, cada vistazo panorámico nos sobrecoge y deleita. Su atmósfera recoge la esencia de un pueblo atávico con todos sus enigmas; hace de la asimetría y el equilibrio un perfecto maridaje, ofreciendo al que la visita un derroche de sensaciones.
Yo estuve en Petra en julio de 2009, pero cualquier día es bueno para recorrer este singular lugar y regocijarse en su armónico mundo de piedra.
12 marzo 2010
Corazón rebelde (Crazy Heart)
En Corazón rebelde, Jeff Bridges interpreta a Bad Blake, un cantante de música country alcohólico que intenta cambiar su vida tras conocer a Jean, una madre soltera interpretada por Maggie Gyllenhaal.
Atención: contiene música country. Mucha. Tanta, que los primeros veinte minutos los pasé suspirando por que el papel de Bad Blake hubiese sido para Kris Kristofferson. Además, la película es lenta, a veces, demasiado.
Una vez que Bridges va dejando la guitarra a un lado se hace evidente su calidad como actor. Interpretaciones secundarias, pero igualmente brillantes son las de Colin Farrell -el joven que alcanza la fama gracias a Bad Blake- y Robert Duvall -el buen amigo-.
La historia es sencilla y transcurre a un ritmo constante, como la música que la envuelve.
Reconozco que, con la cantidad de guiones innovadores que se han estrenado este año, esperaba más del argumento de la película revelación de los Oscars. Pero una vez puestas de lado las expectativas, quedan dos horas de buena música y excelentes actores.
En resumen, Corazón salvaje es la eterna historia del hombre salvado de sí mismo por el amor de una mujer. No es precisamente un tema nuevo, pero está bien ejecutado. La simplicidad de la película me frena de recomendar verla en el cine, pero es una muy buena opción para una tarde de domingo en casa.
He vuelto a poner el anuncio en inglés: el doblaje de la versión española es particularmente chapucero y me estaba poniendo mala. Es igual, si lo mejor es la canción.
Atención: contiene música country. Mucha. Tanta, que los primeros veinte minutos los pasé suspirando por que el papel de Bad Blake hubiese sido para Kris Kristofferson. Además, la película es lenta, a veces, demasiado.
Una vez que Bridges va dejando la guitarra a un lado se hace evidente su calidad como actor. Interpretaciones secundarias, pero igualmente brillantes son las de Colin Farrell -el joven que alcanza la fama gracias a Bad Blake- y Robert Duvall -el buen amigo-.
La historia es sencilla y transcurre a un ritmo constante, como la música que la envuelve.
Reconozco que, con la cantidad de guiones innovadores que se han estrenado este año, esperaba más del argumento de la película revelación de los Oscars. Pero una vez puestas de lado las expectativas, quedan dos horas de buena música y excelentes actores.
En resumen, Corazón salvaje es la eterna historia del hombre salvado de sí mismo por el amor de una mujer. No es precisamente un tema nuevo, pero está bien ejecutado. La simplicidad de la película me frena de recomendar verla en el cine, pero es una muy buena opción para una tarde de domingo en casa.
He vuelto a poner el anuncio en inglés: el doblaje de la versión española es particularmente chapucero y me estaba poniendo mala. Es igual, si lo mejor es la canción.
08 marzo 2010
Una tarde en Edimburgo
Edimburgo queda a poco más de una hora en tren de Glasgow, así que es un buen sitio cuando me apetece romper la rutina. Como hoy.
La capital de Escocia no es un lugar al que le vea encanto. El aire afectado de su gente me repele y su arquitectura gris me aburre, pero con los años he encontrado pequeños rincones a los que coger cariño.
Esta mañana me levanté temprano para ir al Stand Comedy Club. Los domingos a mediodía tienen una sesión de comedia improvisada. La entrada es gratis, pero el bar tiene un almuerzo que no se puede dejar pasar. El estofado de buey a fuego lento con chile y haba roja está delicioso, acompañado de su nata agria, salsa de tomate fresco y un arrocito blanco. Hoy Garry y Stuart -los cómicos- estaban especialmente inspirados. Fueron tres horas de lo más entretenido.
Al salir del Stand el sol empezaba a caer y se mezclaba con una suave bruma, un tiempo demasiado agradable para meterse en el tren de vuelta. Subir los doscientas ochenta y siete escalones del monumento a Sir Walter Scott, una torre gótica con excelentes vistas de la ciudad, no parecía mala idea.
El monumento está plagado de pequeñas y grandes esculturas que hacen referencia a los personajes del escritor escocés.
Aquí, uno de los personajes de Waverley mirando a los Princess Gardens, donde las primeras flores anuncian la inminente primavera.
Esta es Princess Street, la calle comercial más conocida de Edimburgo.En la esquina superior izquierda está el famoso castillo.
Esta imagen muestra parte de la "New Town" o "Ciudad nueva". Fue construida entre 1765 y 1850 y es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La columna es el monumento al vizconde de Melville, en la plaza de St Andrew's. Si hay algo que me guste de esta ciudad es que, si buscas, en el horizonte siempre está el mar.
Por último, un detalle de la azotea de los grandes almacenes Jenners, uno de los comercios más antiguos de la ciudad. En Princess Street.
Ahora si ha llegado el momento de bajar a la realidad.
Que tengáis una buena semana.
La capital de Escocia no es un lugar al que le vea encanto. El aire afectado de su gente me repele y su arquitectura gris me aburre, pero con los años he encontrado pequeños rincones a los que coger cariño.
Esta mañana me levanté temprano para ir al Stand Comedy Club. Los domingos a mediodía tienen una sesión de comedia improvisada. La entrada es gratis, pero el bar tiene un almuerzo que no se puede dejar pasar. El estofado de buey a fuego lento con chile y haba roja está delicioso, acompañado de su nata agria, salsa de tomate fresco y un arrocito blanco. Hoy Garry y Stuart -los cómicos- estaban especialmente inspirados. Fueron tres horas de lo más entretenido.
Al salir del Stand el sol empezaba a caer y se mezclaba con una suave bruma, un tiempo demasiado agradable para meterse en el tren de vuelta. Subir los doscientas ochenta y siete escalones del monumento a Sir Walter Scott, una torre gótica con excelentes vistas de la ciudad, no parecía mala idea.
El monumento está plagado de pequeñas y grandes esculturas que hacen referencia a los personajes del escritor escocés.
Aquí, uno de los personajes de Waverley mirando a los Princess Gardens, donde las primeras flores anuncian la inminente primavera.
Esta es Princess Street, la calle comercial más conocida de Edimburgo.En la esquina superior izquierda está el famoso castillo.
Esta imagen muestra parte de la "New Town" o "Ciudad nueva". Fue construida entre 1765 y 1850 y es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La columna es el monumento al vizconde de Melville, en la plaza de St Andrew's. Si hay algo que me guste de esta ciudad es que, si buscas, en el horizonte siempre está el mar.
Por último, un detalle de la azotea de los grandes almacenes Jenners, uno de los comercios más antiguos de la ciudad. En Princess Street.
Ahora si ha llegado el momento de bajar a la realidad.
Que tengáis una buena semana.
05 marzo 2010
Invictus
En 1995 Nelson Mandela inspira al capitán del desastroso equipo nacional de rugby de Sudáfrica a luchar por la Copa del Mundo y convertirse en un símbolo de unidad para la nueva "nación multicolor". Basada en hechos reales. Esto huele a película de media tarde. Pero con Morgan Freeman como Mandela y Clint Eastwood en la dirección, quizá haya esperanza.
La primera mitad se centra en Mandela y en la compleja situación del país que ha de gobernar. Freeman, tan impecable como era de esperar. La segunda mitad es rugby, adrenalina y espectáculo.
Invictus es una película tremendamente cuidada. Las vidas de los personajes secundarios (los guardaespaldas de Mandela, los funcionarios, los jugadores de rugby, etc), interesantes por sí mismas, se entretejen con naturalidad. Incluso el público en las gradas de los estadios tienen pequeñas historias que contar. La banda sonora (de Kyle Eastwood, hijo del director) es otro ejemplo de trabajo a conciencia: los temas afrikáan y bantúes, primero claramente diferenciados, se van fusionando y entremezclando conforme la convivencia entre personajes arios y negros se estrecha. En el partido contra Nueva Zelanda, los tambores mahoríes dan paso a temas africanos según cual sea el equipo dominante.
Quizá el punto flaco de la película sean las escenas de rugby. Reproducir jugadas históricas con treinta y siete personajes en el campo no es fácil, sobre todo cuando son familiares para muchos espectadores. La estrategia han sido primeros planos y unos movimientos de cámara que -si bien acercan al esfuerzo de los deportistas y la dureza del juego- hacen casi imposible seguir el partido.
En resumen, Invictus merece la misma atención que en ella ha puesto el equipo que la ha hecho. No me cabe duda de que, si en lugar de Rugby se jugase un deporte más cercano a los americanos -baseball, por ejemplo- esta película sería a Sudáfrica lo que Slumdog Millonaire a la India.
Como el anuncio de la película no me parece que le haga justicia, aquí va la adaptación que han hecho del himno de la Copa del Mundo de Rugby, como ejemplo de la calidad de la banda sonora.
La primera mitad se centra en Mandela y en la compleja situación del país que ha de gobernar. Freeman, tan impecable como era de esperar. La segunda mitad es rugby, adrenalina y espectáculo.
Invictus es una película tremendamente cuidada. Las vidas de los personajes secundarios (los guardaespaldas de Mandela, los funcionarios, los jugadores de rugby, etc), interesantes por sí mismas, se entretejen con naturalidad. Incluso el público en las gradas de los estadios tienen pequeñas historias que contar. La banda sonora (de Kyle Eastwood, hijo del director) es otro ejemplo de trabajo a conciencia: los temas afrikáan y bantúes, primero claramente diferenciados, se van fusionando y entremezclando conforme la convivencia entre personajes arios y negros se estrecha. En el partido contra Nueva Zelanda, los tambores mahoríes dan paso a temas africanos según cual sea el equipo dominante.
Quizá el punto flaco de la película sean las escenas de rugby. Reproducir jugadas históricas con treinta y siete personajes en el campo no es fácil, sobre todo cuando son familiares para muchos espectadores. La estrategia han sido primeros planos y unos movimientos de cámara que -si bien acercan al esfuerzo de los deportistas y la dureza del juego- hacen casi imposible seguir el partido.
En resumen, Invictus merece la misma atención que en ella ha puesto el equipo que la ha hecho. No me cabe duda de que, si en lugar de Rugby se jugase un deporte más cercano a los americanos -baseball, por ejemplo- esta película sería a Sudáfrica lo que Slumdog Millonaire a la India.
Como el anuncio de la película no me parece que le haga justicia, aquí va la adaptación que han hecho del himno de la Copa del Mundo de Rugby, como ejemplo de la calidad de la banda sonora.
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