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08 febrero 2018

Empiezan los Juegos de Invierno

Nunca me ha interesado el deporte de competición. La última vez que participé en un evento deportivo fue de traductora y la última vez que vi uno debió de ser Barcelona 92. Hoy espero impaciente al principio de los Juegos Olímpicos de Invierno. La culpa es mía, por haber parido, y de Javier Fernández.

Con cinco años llevé a Jueves a patinar sobre hielo por primera vez. No me soltó la mano, no dejó el bordillo, las pasó canutas. Pero nunca la vi tan triste como cuando se tuvo que sacar los patines. La siguiente vez aprendí y fuimos en el horario del club de patinaje artístico. Nos apuntamos juntas a las clases. Con el tiempo, la pista le ha dado seguridad, amistades y una medalla de oro.

Las competiciones deportivas se viven de una forma bastante irritante en estas tierras. Mientras que España es un país que se regodea en sus derrotas y miserias, el Reino Unido (y muy en especial, Inglaterra) mira al pasado y sólo ve victorias. Siempre es un ultraje cuando la selección inglesa pierde un mundial (y otro, y otro) de fútbol. Así, no aspiran a ninguna medalla en patinaje, pero hasta los medios más "neutrales" se llenan la boca con las que ganaron la pareja de Torvill y Dean hace más de veinte años, mientras animan a los medianamente decentes Coomes y Buckland. Aunque Javier Fernández quedó cuarto en las últimas olimpiadas, al hacerlo en una disciplina en la que los británicos no tienen nada que rascar (individual masculino), no existe.


Fernández con la rutina preferida de Jueves, por ser "técnicamente difícil, pero también divertida".

Pero Javier no es un atleta cualquiera y mi hija lo puede entender. La pista a la que va Jueves se reparte entre sesiones para los tres equipos de curling, tres de hockey, cuatro de patinaje sincronizado y las de patinaje artístico (junior y senior), así como las sesiones abiertas al público. El hielo se acondiciona de forma diferente para cada disciplina y eso cuesta tiempo y dinero. Por todo lo anterior, a Jueves sólo le quedan dos horas semanales para practicar. Además, el día en que tenga que pasarse a los patines profesionales tendremos que ir a la tienda especializada más cercana, que está a dos horas en coche sólo ida. Fernández empezó en una de las apenas ocho comunidades autónomas con pistas de hielo permanents (Madrid, cinco, la mitad que en Escocia con dos millones de habitants menos). Aunque ahora entrene en Canada, compartir podio con canadienses, rusos o japoneses con tan pocos medios (a saber cómo consiguió el tiempo de entrenamiento, los patines, los trajes, etc) demuestra un talento y un tesón descomunales.

En resumen. Estos Juegos Olímpicos no son sólo la oportunidad de estimular a mi hija viendo a los mejores en su deporte favorito, es una lección de cómo el tesón nos puede llevar a alcanzar lo imposible y de cómo la humildad o el orgullo de un país (o persona) no siempre se corresponde con su auténtica valía.


Este equipo no es especialmente conocido, ni practica una disciplina olímpica, pero son algunos de nuestros héroes locales.

28 octubre 2016

Astillas que queman

Es de perogrullo, la vida marca. Forma, deforma, reforma. Ese cambio puede tener un efecto impredecible en quienes nos rodean. O puede que no sea un cambio en absoluto.

Cuando era pequeña, entre otras bromas, a mi padre le gustaba contar los dedos de mi mano. Nunca eran cinco. Me entretenía intentar averiguar en qué dedo me había colado el truco. Ahora, insisto a mi hija en que tengo seis dedos. Esta noche, al poner a Jueves en cama, hablábamos del tema. Según mi hija, no sé contar. Ahí me salió un ramalazo que justifiqué como la deformación profesional de quien quizá lleva demasiado tiempo entre calculadoras y experimentos.

- ¿Cómo sabes que soy yo la que cuenta mal y no tú? Es tu palabra contra la mía.
- Loz he contado, zon cinco. Ez que tu ziempre cuentaz uno doz vecez.
- ¿Me has visto hacerlo?
- No, pero yo zé contar muy bien.
- Yo también sé contar muy bien. Vas a tener que buscar una prueba por el método científico.
- ¿Cómo?
- Una forma es que encuentres a varias personas que cuenten mis dedos. De esa forma reduces la posibilidad de error en la cuenta.
- Ezo ez muy complicado, no zé a quién llamar.
- Hay otra forma. Es el motivo real por el que realmente crees que tengo cinco dedos.
- ¡Loz he contado!
- No. En el fondo, sabías la respuesta antes de saber contar. Piensa...

Apagué la luz y la dejé descansar.

Lo que hice no era un intento deliberado de educación, sino un acto reflejo. Dejé la habitación pensando en los científicos que conozco que, con ventoleras como esta, comprensiblemente empujaron a la descendencia por el camino de las letras.

Di por sentado que a la mañana siguiente todo estaría olvidado o, como mucho, que tendría que revelar la solución del acertijo. Pero, durante la conversación que nos despereza por la mañana, Jueves me espeta:
Parecidos razonables.

-He contado miz dedoz, yo creo que zon cinco. Tu creez que yo tengo cinco dedoz.¿Verdad?
-Si.
-Papi también cree que tengo cinco dedoz.¿Verdad?
-Si.
-Pon la mano en alto y no la muevas, mami.
-Vale.
-¡Pero no la muevaz!
-No, no...

Entonces, la comina, despacio, fue juntando su palma con la mía. Pulgar con pulgar, índice con índice, medio con medio...

-Tu mano ez igual que la mía. Todoz penzamoz que la mía tiene cinco dedoz. Azí que la tuya también tiene cinco dedoz.

La madre que la parió. Entonces ¿Mi ramalazo fue fruto de la deformación profesional, o fue mi genética lo que ha marcado mi destino? No importa, estoy lanzada. Mañana toca clase de óptica. A jueves le encanta mezclar pintura de varios colores, pero siempre me pregunta qué va a salir antes de mojar los pinceles, así que he encargado un juego de plásticos traslúcidos de colores, para que los junte y entienda por sí misma el mecanismo. Al menos parece que la ciencia le traumatiza menos que el día de colegio que jugó a peluqueras con tijeras de verdad.

17 marzo 2016

La escuela bosque y la disciplina positiva, una historia personal

No creo en las recetas de educación, así que esto no va a ser una. Solo es un relato de lo que he aprendido con el cambio de escuela infantil de mi hija.

Jueves empezó la guardería en Glasgow, donde recibía una educación tradicional dentro del método Reggio Emilia que se aplica en toda Escocia. Clases de idiomas, baile, lectura, acceso a ordenadores, actividades con pantallas táctiles, etc. En cuestión de disciplina, aplicaban lo que en España llaman "rincón de pensar". Aquí le dicen "time out", o tiempo muerto. Consiste en que, si un niño causa problemas, le explican lo que ha hecho y lo llevan a una habitación sin ruidos ni distracciones hasta que se calme.

Cuando llegamos a las Highlands, la niña acabó en lo que se ha dado en llamar "forest kindergarten" o escuela bosque. No hay tecnología, ni actividades programadas a no ser que los niños las pidan y se pasa el mayor tiempo posible al aire libre, a veces en un bosque cercano donde han hecho fogatas, cabañas de palos, etc. En cuanto a la regulación del comportamiento, tienen un cuadro donde, cada vez que hacen algo bueno (ayudar, atender, etc), ascienden. Del arco iris al Sol, del Sol a las estrellas y, si llegas a las estrellas, te imprimen un certificado. Cuando un niño se porta mal, se da una charla a todos para explicar por qué no debe repetirse.

Cuando conocí la escuela bosque, casi me emocioné. Era como si hubiesen hecho una lista con todas mis fantasías de infancia y las hubiesen hecho realidad. Las profesoras eran muy agradables y con años de experiencia en el centro. A la niña también le gustó. Seis meses más tarde, la impresión es distinta.

En general, veo varios problemas. El primero es que tanto aire libre y juego libre acaba en una barra libre de microbios y suciedad que deriva en bastantes más enfermedades. Esto es algo común a todos los centros de este tipo.

Aunque la niña tiene un mayor interés por jugar en la calle, pintar y las manualidades que antes, se aburre. Si en la otra escuela jugaba diez veces al pilla-pilla y después iba a hacer dibujos para aprender los colores en español, en esta juega al pilla-pilla treinta veces y (si quiere) hacen un dibujo que nadie mira si no lo trae a casa. La niña (a la que le encantan los libros) llegó a las Highlands con varias letras aprendidas, gracias a un uso responsable de la pantalla táctil del aula. Ahora, a pesar de un enorme interés, apenas sabe escribir su nombre sola, pero por memoria, no entendimiento. Sus nuevas maestras creen que es extraordinario. Entiendo que no hay prisa en que un niño aprenda a leer y que da igual que lo haga a los tres que a los seis años, pero este caso es alguien que quiere y a quien no se le facilita el aprendizaje. Sospecho que "juego libre" es otra forma de decir que las cuidadoras trabajan menos.

Pero la mayor diferencia entre centros está en la disciplina. El método no es igual en todas las escuelas bosque, pero merece mención porque no me esperaba la diferencia. Cuando Jueves iba a una guardería con el sistema de tiempo muerto, había un niño que causaba problemas. Si surgía un conflicto, Jueves, si no lo resolvía sola, sabía que una cuidadora ayudaría. Ahora, con menos de la mitad de niños, sé el nombre de al menos tres jíbaros. La niña muchas veces no va a las profesoras porque no siente que eso resuelva nada. Hace unos días, dos niños la insultaron y, en lugar de ir a una cuidadora, hizo campamento junto al guardarropa para hablar directamente con las madres. Afortunadamente se cansó antes de que llegasen. Con respecto al cartelito de arco iris, ya me explicó ella: "Si te ven compartir un juguete eso sube uno. Ayudas a ordenar la clase al final del día y es otro (pero sólo al final del día porque sino no te ven y no cuenta). Después te sientas quieta mientras la profesora lee un cuento y ya son tres cosas y te dan el certificado". Así, como una máquina expendedora. Un juego que pronto aburre.

En resumen. Creo que es bueno que mi hija tenga la experiencia de ir a una escuela bosque, pero por lo que ha aprendido de sí misma por contraste con la anterior. Si no la he cambiado de centro es porque cuando llegamos a la ciudad no había plazas en la otra y ahora queda poco para que empiece el colegio. Sólo recomendaría una escuela bosque para niños muy inquietos a los que no les guste ninguna asignatura académica ni sean enfermizos.

20 febrero 2016

Un día de cine

El Lunes las chicas de la casa fuimos al cine. Mi Jueves no es primeriza en esas lides, pero sí en la nueva ciudad y parece que eso la descolocó un poco.

Tras ver los anuncios de las diferentes posibilidades por internet, elegimos un peliculón a la altura del selecto público, "Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas".

Al llegar me encontré con que todas las taquillas son electrónicas y la mitad (osea, una) estaban fuera de servicio. Cola para las entradas. Para Jueves la experiencia cinematográfica no es tal sin comida. Cola para el helado. Cinco minutos de retraso.

-Mamá, llegamoz tarde. La película ya eztá muy empezada. Mejor noz vamoz.
-Son los anuncios.
-Pero mira, la peli eztá empezada. Eze papá perdió zu bufanda y la zeñorita ze la encontró. Ez la peli.
-Que no, que no es la peli ¿Pero tú te crees que yo iba a pagar dos entradas para ver lo buena gente que son los empleados del banco Natwest? Además, las luces están encendidas. La película empieza cuando las apagan.

Por fin la convenzo. Nos sentamos.

-Mamá, creo que noz equivocamoz. Ezta no ez la peli que me dijizte.
-Es un avance de la nueva de Pixar, se llama "La vida secreta de las mascotas" ¿Te gusta?
-Zi, pero noz equivocamoz de peli.
-Que no. Ya se acaba el anuncio ¿Ves como no era?

-Mamá, creo que noz equivocamoz. Ezta no ez la peli que me dijizte.
-Es el avance de Zootopia.

-Mamá...
-Kung Fu Panda 3.

Por fin se apagan del todo las luces, momento perfecto para que el helado medio derretido de Jueves le condecore el jersey. Empieza la trepidante acción, el emocionante argumento y las colosales interpretaciones de "Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas". También tiene música muy bailable. Oh, yeah. Nadie menea el culete como mi niña. Literalmente. La sala a medio llenar y sólo un crío de dos años y ella bailan en el asiento. ¿El resto para qué habrán venido? ¿Para analizar el lirismo poético de la letras de "Hot, Hot, Hot" y "Juicy Wiggle"?

Termina la película y salimos del cine contentas, tanto del espectáculo visto en la pantalla, como del creado en las butacas.


-Estuvo bien ¿Verdad?
-Zi, pero...
-¿Pero qué?
-No era la película que me enzeñazte en caza.
-Si que era. Tenía la música, las ardillas, a Dave gritando "¡¡¡Alviiin!!!"... ¿Por qué dices que no era?
-La otra era máz corta.
-¡Era el anuncio!¡Te enseñé el anuncio para ver si la querías ver completa!
-Puez ezo, que la de caza no era la mizma. Yo penzé que ibamoz a ver la mizma que vimoz en caza.

Señor, llévame pronto (pero después de "La vida secreta de las mascotas", que esa promete).

03 febrero 2016

Cazando monstruos agitados y con hielo

La cosa empezó por la nueva guardería de mi hija Jueves. Parte del plan de estudios es la Educación para la Ciudadanía -va en serio-. Para ser un ciudadano escocés hay que entender qué es Escocia. En Glasgow lo hacían llenándose la boca de haggis, Irn Bru sin azúcar y galletitas de mantequilla "shortbread". Pensé que en las Highlands sería lo mismo, pero me equivoqué. Primer día en clase y el título es "El monstruo del Lago Ness ¿Realidad o ficción?". Y Jueves sin saberse la lección. Llega el Sábado.

- Kitboy, hay que ir al Lago Ness, que mi niña no puede ser la única de la clase que no se ha formado una opinión sobre el terreno.
- ¡¿Pero tú sabes el frío que hace?!
- ¡Que no puede ser la única, hombre!

Bienvenidos al Lago Ness.

El Lago Ness es un nido de turistas, con caravanas de autocares casi todo el año. Pero en Enero a -1 grados, sólo quedamos los más insensatos. Sé lo que digo. Camino al castillo de Urquart -una de las paradas más famosas-, en medio de una curva cerrada, antes de una cuesta abajo empinada y con cuneta llena de hielo, vemos un grupo de turistas en todo su esplendor, palo de selfies incluido, a un volantazo de ganar el Premio Darwin.

Castillo de Urquart
El castillo será bonito, pero esto es lo máximo que nos pudimos acercar porque la encargada decidió que vender entradas a temperaturas negativas no era lo suyo y cerró el kiosco pronto. Al salir volvimos a ver al rebaño de turistas. Esta vez Jueves los oye.

- ¡Mamá! ¡Hablan ezpañol!
- Sí, dejando el pabellón nacional alto, hija.
- ¡Hablan ezpañol como loz abueloz! Zi loz abueloz viniezen ¡podrían hablar con elloz!
- Dudo mucho que los abuelos quisieran acercarse...

Había dos asiáticos, pero esos sólo sacaban fotos y hablaban bajito.

El museo del Lago Ness también estaba cerrado por helaciones. Fue una pena, porque Jueves necesitaba repasar conceptos. Mirando la estampa de abajo, le preguntamos dónde vivía Nessie.

-¡Ahí!
-Eso es la montaña. Nessie vive en el lago. A ver, prueba otra vez.
-¡Ahí!
-A ver, que es el monstruo del Lago Ness mujer, el Lago Ness.
-¡Que no! ¡La profezora me enzeñó una foto y tenía una montaña!
-¡Con un lago debajo!
-No

Al final la convencimos de que mirase al agua y, cuando encontré una ola un poco movida le pregunté si creía que eso sería Nessie nadando. Se dio por satisfecha.

Sé que hay niños en la guardería que no creen en Nessie, que lo científico y honesto sería admitir que sólo hay pruebas de su no existencia. Pero ¿Y lo que farda decir que eres vecina de uno de los monstruos más famosos del imaginario popular junto con el Yeti y Bigfoot? Eso a Jueves no se lo quito. Además, hacía demasiado frío para volver a casa con las manos vacías.

19 julio 2015

Las leyes del parque

Se acercan las vacaciones. Tiempo de que mi hija Jueves se mezcle con la fauna galaica.

En Escocia, como en todas partes, cada parque tiene sus normas no escritas. Normas que los niños acatan por instinto. Las colas son sagradas, independientemente de la edad del pequeño. Si saben andar, saben guardar cola. No hay gritos (salvo accidente o extirpación prematura del tobogán) y el compañero de juegos se elige más por consanguinidad que edad.

España, para un pequeño recién llegado, es la jungla. Para mí también. Hay una anécdota que ilustra mi preocupación. En las últimas vacaciones en España, Jueves se tropezó con un Gilipollas. Tendría unos seis años (el doble que Jueves) y no es que se saltase las colas, es que disfrutaba apartando a otros niños por la fuerza. Sus ojos destilaban insolencia. Jueves suele ser muy buena resolviendo conflictos, así que al principio le dejé hacer. Pero no encontró antídoto contra el listillo ibérico. Me dirigí al niño y le advertí que tendría que avisar a su madre. El contestó "¿Y si es padre qué?". Me quede sorprendida y le dije que no entendía por qué iba a ser diferente, pero un vistazo al tipo me aclaró la duda. Es de los que cargan contra cualquiera que ose darle trabajo. No me va a hacer caso. Cambié la táctica.

En lo alto del tobogán, el Gilipollas se regodea taponando la bajada. Mi hija me mira. El renacuajo disfruta de antemano nuestra cívica impotencia. Ignoro su mirada y, bien alto, digo a Jueves "No te preocupes, puedes hacerle daño, que este niño es malo". El se gira y se fija en mi pequeña. Espaldas anchas, aleonada melena rubia y mirada impasible. Quince quilos de sólida vikinga. El niño se deslizó por la pendiente y no volvimos a saber de él.

El farol salió bien (ella no le hubiese tocado). La anécdota puede tener su gracia. Pero quedé con mal cuerpo. Porque la malicia mancha, contamina, se pega. Ese día me di cuenta de que exponer a diferentes culturas es, también, exponer a diferentes tipos de suciedad.

03 mayo 2015

El día de la pamplina

Hoy toca hablar de la maternidad, ese gran generador de pamplinas.

El mundo esta hecho unos zorros y aun así, cuando llega el día de la Madre, todas son buenas, pacientes y cariñosas. Aunque Disney lleve décadas sugiriendo que para ser alguien se nos tenga que morir al menos un progenitor "Madre sólo hay una" (al menos que seas adoptado) y hay que cubrirla de favores. Su ministerio es casi sacramental. Todas nos quieren mucho, mucho. Hasta las que nos dejan a la puerta de una iglesia nada más nacer, algún día saldrán en Tele5 contando entre sollozos como no hubo un momento en que no se acordasen de nosotros.

Caitlin Moran en su libro "Ser Mujer" dice: "Ten la seguridad de esto: cuando tu hijos tenga dos años, al recordar como eras antes de su nacimiento, te verás como alguien débil, sin carácter, vanidoso, mimado, inútil, un diletante superficial y procrastinador. Y ya nada va a asombrarte".

Es un tópico muy repetido. En mi caso, además, una falacia. Soy la misma mujer antes y después del parto, sólo que con más responsabilidades. Los esfuerzos que se hacen por un hijo son por responsabilidad, no por altruismo. Por eso siguen existiendo mujeres con hijos caprichosas, superficiales, egoístas, vagas, maleducadas, etc. Por eso, como dice un amigo, hay madres que "usan el carrito del niño como Heintz Guderian las columnas de Panzer".

Otro tópico que para mi ha resultado falso es el de que un hijo da sentido a tu vida. Cuidar de un niño es la forma más obvia que tiene una mujer de dar un propósito a su existencia, pero no necesariamente la más adecuada o meritoria. Mi hija ha ocupado un espacio, pero ningún vacío. Mi vida estaba llena antes de su llegada y espero siga así tras su emancipación. A mi vida le doy sentido yo y hay muchas formas de hacerlo sin llamar a la comadrona. No me siento más mujer por haber parido o criado.


Ahora que me he despachado a gusto, dejo este documento gráfico que es como uñas en una pizarra para los padres de niños pequeños.


Ya puestos a poner vídeos, adiós a la crianza respetuosa, las teorías del apego y los pediatras hippies. La madre del año 2015 es esta:

25 marzo 2015

Habla bien, no mires con quien

"El cerebro de un vasco es más ágil, más rápido y más capaz de procesar ambigüedades o resolver conflictos que el de un manchego."

¿Cómo queda el cuerpo después de leer esto? Pues lo he sacado de un trabajo canadiense en prensa científica que lo da por probado. La frase exacta se cita en un artículo de la revista TIME. Bueno, casi. Donde dice "vasco" pongan bilingüe y donde dice "manchego" pongan monolingüe. Pero este es el resumen de lo que pasa por mi mente cada vez que leo algo referente al bilingüismo. Podría enredarme en tecnicismos, estadísticas o metodologías, pero al final volvería a lo mismo: No me creo nada.

Con este panorama, es fácil imaginar cuanto tiempo o dinero he invertido en libros sobre cómo hacer que mi retoño domine los idiomas de sus padres. Pero tendrá que hacerlo. Y tengo un plan de acción, aunque poco o nada tenga que ver con lo que me dice la logopeda del barrio.

Entre la historia cuasi-inconexa del día...

Hace unos años, participé como traductora en un evento deportivo internacional. Paseando en un descanso, un joven atleta se me acercó:

-¿Espagnola?

-Si.

-Io parlo russo, bielorusso e italiano.

-Pues el italiano y el español son similares.

A partir de ahí, empezamos a charlar. El en italiano, yo en español.

La anécdota no sería especialmente llamativa de no ser por el evento deportivo eran los Special Olympics. El atleta es discapacitado intelectual de nacimiento. Es de suponer que enseñarle tres lenguas era lo último en la mente de sus padres cuando llegó al mundo, pero las dominó hasta el punto de entender otras afines. Salió de él, porque le gustaba hablar y conocer a gente nueva.O porque las necesitaba.

Creo que esta es la mejor prueba de que no es necesariamente el bilingüismo lo que cambia al cerebro, sino que puede ser el cerebro de la propia persona el que busca dominar un idioma para satisfacer sus necesidades.

Así que mi filosofía con respecto al aprendizaje de idiomas es así:  me parece innecesario tener una hija bilingüe de nacimiento. Aunque me gusta, no tengo interés en que conteste en español cuando le hablo. Tampoco creo en acercar a mi hija a "mi" cultura, sino que quiera que el español forme parte de la suya. ¿Quieres comer bien? Aprende a pedir jamón. ¿Te gusta "El pequeño hoplita"? Pues no está traducido. ¿Te trata bien la familia española? Pues muestra tu cariño hablando de forma que te entiendan. Para ello no es "progenitor A haga tal cosa, progenitor B haga tal otra y que oiga un XX% al día de la lengua X", sino mostrarle que hablar como yo le puede resultar útil y hasta gratificante.



El vídeo es de "The Lingo Show", un programa de la BBC que trata de un circo de pulgas. Cada programa el acróbata viene de un país distinto y enseña algunas palabras en su idioma. El capítulo que sigue tiene como protagonista a Queso, el bicho español.

23 febrero 2015

Si tu me dices ven ¿Qué hago?

Esta noche, tras plantar el habitual beso o siete de buenas noches en la mejilla de mi hija, ella me dijo “mejodez amigaz paziempde”. Precioso espejismo, pero eso es todo lo que es. No todas las relaciones entre madres e hijos duran toda una vida. Muchas se enfrían hasta helarse. ¿Por qué unas siguen y otras no?

Las estanterías de librerías y bibliotecas se llenan de libros que prometen el “paziempde” en rápidas recetas, recetas que se cocinan principalmente los primeros años, a veces con una dosis de recordatorio en la adolescencia. Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, no a los que son hijos, sino a sus padres y abuelos, no veo la relación. Madres de las que en nuestra infancia bromeábamos llamándolas “una desgracia como otra cualquiera” ahora nadan en el amor de hijos y nietos, mientras otras de apariencia más normal marchitan entre cotilleos y películas de medianoche.¿Qué ha ocurrido?

Observando a los hijos, hay una cosa que me llama la atención: ninguno mayor de treinta años guarda rencor a sus padres por los sufrimientos de infancia. Desde alcoholismo a abandono pasando por problemas de salud mental, el hijo se adapta y, viva lo que viva, lo convierte en su definición de “normal”. Pero el que se vea normal no significa que se considere un ejemplo o un ideal.
Las amigas, Gustav Klimt 1917

Si conocer al hijo no me sirve para establecer predicciones, mirar a la madre parece más revelador. Frases como “mi hija es una despegada, no es nada cariñosa”, “mi hijo nunca me llama” o la más llamativa, “sólo se acuerdan de mi cuando necesitan algo”, son la marca de una mujer que ve la paja en el ojo ajeno e ignora la viga en el propio.

Es una conocida ley de vida que el amor del padre al hijo se da, pero el del hijo al padre se gana. Por eso, si el hijo no descubre un amor mejor, tal vez la mantenga a la madre en su vida pero, si recibe palabras de afecto de otros labios que no reprochan, si tiene ayuda de otras manos que no piden, si otros hombros recogen sus lágrimas donde la familia las niega o utiliza, la madre se volverá redundante.

Donde hay cercanía hay roce. No puedo esperar que mi hija y yo seamos “amigaz paziempde” como mi mofletudo ángel sugirió esta noche, pero espero que, si no espero nada, quizá podamos serlo casi siempre. Si no es así, me quedará el consuelo de saber que ha encontrado a gente que la quiere mejor.

10 diciembre 2014

Dulce honradez

"El mundo fue y sera una porquería
ya lo se
En el quinientos seis
y en el dos mil también."

Por eso hay una anécdota de mi hija Jueves, entre las decenas que genera un niño pequeño, que difícilmente voy a olvidar.

Se acercaba el momento en que había que sacar los pañales a la mingurrias. Ella había cogido tanto apego a ese invento que le permitía jugar sin interrupciones, que no estaba dispuesta a admitir que no siguiese en el catálogo de moda 2014. Además, creía estar a un paso de empezar a cambiárselos ella sola. Para contrarrestar esto, los padres recurrimos al clásico método del soborno. Meas en el tiesto y -pim, pam- toma Lacasitos. Todo iba estupendamente hasta que un día, cuando me iba a por el chocolate, ella me para.
El Lacasito bilingüe

-¡No!

-¿No quieres Lacasitos?

-Ziiii

Entonces me lleva hasta la habitación, abre el cajón donde supuestamente estaban "escondidos", los saca y ella sola se sirve. A pesar de tener todo el bote secuestrado en su puñito, toma la cantidad justa, abre la mano para que vea lo que hay, me mira y dice:

-¿Okey?

Desde entonces se los empezó a echar ella. Con el tiempo aumentó la cantidad en un Lacasito, pero nunca fue más allá. Hubiésemos podido regatear, pero no lo hice porque de todos es sabido que en cualquier negocio siempre hay alguna ganancia asociada a soplarse al intermediario.

Cuando ocurrió esto, los Bárcenas, Fabras y Urdangarines paseaban por la piel de toro como si fuese suya. Recuerdo haber mirado al tubo de chocolate y pensar "esta niña no puede volver a España". Hoy ¿quién sabe?

10 noviembre 2014

El método Reggio Emilia

Durante mucho tiempo pensé que el modelo educativo de las guarderías escocesas era un "Montessori adaptado". Pero recientemente descubrí que utilizan otro tan poco conocido en España que ni entrada en Wikipedia tiene, el Reggio Emilia.

Todos los métodos educativos afirman desarrollar la curiosidad natural del niño respetando su individualidad y sus ritmos de crecimiento. Por eso, para entender la educación en las guarderías escocesas (de cero a cinco años), voy a intentar hacer un resumen comparando las diferencias con otros métodos famosos: Montessori y Waldorf.

Historia:

Waldorf

Fundada tras la primera guerra mundial por Rudolf Steiner (1861-1925), un filósofo austríaco calificado por defensores y detractores como "iluminado". La primera escuela fue para los hijos de empleados de la tabacalera Waldorf-Astoria, en Stuttgart, Alemania.

Montessori

Fundada por María Montessori (1870-1952), madre soltera y la primera mujer médico de Italia. Empezó en 1907 con una escuela para niños discapacitados en barrios marginales de Roma.


Reggio Emilia

De tener un fundador, sería Loris Malaguzzi (1920-1994), un maestro de primaria que, tras la devastación producida por la segunda guerra mundial, coordinó a los educadores, padres y niños de su ciudad, Reggio Emilia, para crear una escuela cooperativa.

Principios:

Waldorf

Steiner creía en la unidad de alma, espíritu y cuerpo y que la buena educación restauraría el balance entre pensamiento, voluntad y sentimiento. Su teoría del crecimiento se basa en tres niveles de siete años cada uno. En el primer nivel, los niños desarrollan la fantasía a través del lenguaje oral (nunca escrito), los cuentos de hadas y las canciones. Se entretienen en labores domésticas como cocina, manualidades o agricultura. Se evita el uso de tecnología.

El objetivo es un ser humano espiritual en contacto con la naturaleza.

Montessori

Las ideas de Montessori se inspiran en pensadores como Rousseau, Pestalozzi, Seguin, o Itard. Es una filosofía constructivista, basada en un niño deseoso de conocimiento que aprende en contacto con la realidad, el juego y el trabajo. Las clases se separan en grupos de tres en tres años. Los profesores introducen conceptos a desarrollar por los niños en asignaturas como vida práctica, desarrollo de los sentidos, matemáticas, lenguaje, ciencia, geografía, arte o música. El currículum es individualizado, habiendo así marcadas diferencias en objetivos como la lectura.

El objetivo es una persona independiente y con sentido crítico.

Reggio Emilia

Las ideas de Malaguzzi son afines a las de Dewey, Piaget, Vygotsky o Bruner, aunque rechaza la idea del desarrollo por etapas de Piaget. Este método ve al niño como un ser social que aprende de adultos, otros niños y el mundo que le rodea y que, a su vez, cambia su entorno renovando la cultura y valores de quienes conoce. La educación en este sistema va pues del adulto al niño y vice-versa. Para ello, la comunicación es crucial.

El niño en este sistema da y recibe conocimientos en las áreas que sean útiles en su entorno, al ritmo que marque la vida. Esto incluye tanto manualidades o letras como comer solos, ponerse el abrigo, etc. Lo importante no son tanto los conocimientos como identificar y aprovechar las fuentes de las que se pueden obtener, es decir, el objetivo es "aprender a aprender".

El alumno ideal en este caso es una persona integrada en la sociedad que le rodea.



(En italiano con subtítulos en inglés)

En resumen: Cada una de estas filosofías aspira a educar adultos de personalidades similares a la de sus fundadores.

La función del profesor:

Waldorf

El educador es el líder grupal, diseñando actividades y formando estrechos lazos personales con el niño.

Debe generar un ambiente íntimo y hogareño.

Cuida cada paso del crecimiento para proteger la creatividad y el desarrollo espiritual y emocional del niño.

Los materiales didácticos han de promocionar la fantasía, retrasándose aprendizajes prácticos como los colores, la lectura o los números hasta al menos los seis años.

Montessori

El educador coordina sin intrusión actividades motivadas por los alumnos.

Ha de fomentar la autoconfianza y la disciplina interna del niño.

Debe facilitar una atmósfera ordenada, de calma productiva y no interrumpir a un niño en su trabajo.

Los materiales didácticos han de presentar el mundo con belleza y no introducir la fantasía hasta los seis años.

Reggio Emilia

El educador es a veces líder, a veces espectador y siempre fiel notario del progreso infantil.

Una clase tienen varios profesores y asistentes que crean una estructura en la que se pueda aprender a resolver problemas y explorar, solo o con ayuda de otros.

Deben fomentar una atmósfera cordial y alegre donde estar cómodo.
Los materiales didácticos provienen del entorno y se deciden entre todos, sin más limitación que las preferencias del grupo.

Evaluaciones

Waldorf

¿Cómo se evalúa el crecimiento espiritual? No se puede, luego se limita a conversaciones entre padres y educadores.

Montessori

Es el método más propenso a la evaluación objetiva del alumno, proponiendo proyectos y trabajos en los que se permita un asesoramiento de su nivel de lectura, matemáticas, etc.

Reggio Emilia

Al desarrollarse en un ambiente de continua adaptación y cambio, la evaluación se lleva a cabo a través de diarios en los que se incluyen reflexiones de padres, educadores y niños, así como fotografías y manualidades infantiles. Estos diarios están a disposición de tutores, padres y niños para modificación y consulta.

En este sistema, la evaluación es una herramienta para la reflexión y el diálogo, no para medir los conocimientos del alumno.

Ejemplo Práctico: ¿De dónde vienen los niños?

Para entender un poco mejor las diferencias, voy a intentar explicarlas con un ejemplo. Obviamente, las respuestas no son rígidas y cada centro educativo tendrá formas diferentes de abordar el tema, pero da una idea general.

Waldorf

Según cuenta Rudolf Steiner en su libro "La sexualidad, el amor y la unión: Desde la perspectiva de la Ciencia Espiritual": "Cuando se enseña a los niños a sentir la belleza del amanecer y el atardecer, a ser sensible a la belleza de las flores y de la majestad de los truenos y relámpagos, cuando, en resumen, desarrollamos en ellos el sentido de la estética, estaremos haciendo mucho más por ellos que si fuéramos a darles la educación sexual que se ha convertido en costumbre dar a los niños en la etapa más temprana y que, a menudo, se lleva a extremos absurdos."

Montessori

La respuesta depende de la edad del niño y su nivel de curiosidad, pero será realista y basada en la evidencia. En algunos parvularios existen dibujos de un niño y una niña desnudos en un estilo simple y tierno que les permite entender sus diferencias con naturalidad.

Reggio Emilia

La pregunta suele surgir a partir de la llegada de un hermano. Así, el primer paso será reunir a hermanos mayores para que cuenten sus experiencias. Los profesores corrigen o amplían la información según vean necesario. Se hacen manualidades relacionadas con los conocimientos adquiridos y se guardan en los diarios.

Debilidades del método Reggio Emilia:

Aunque en general los resultados sean muy satisfactorios, en mi experiencia, la enseñanza cooperativa tiene algunas asperezas que limar.

Sobreestimulación: Tanto aprender todo de todos puede ser agotador. Aunque el niño no tenga la obligación de participar en ninguna actividad, si es muy curioso, puede acabar intentando prestar atención a varias a la vez.

Burocracia: Los diarios son, por necesidad, agotadores y muy detallados. Hoy tengo en casa un informe por rellenar entre la niña, la profesora y yo con preguntas tan "fáciles" como "los rasgos característicos de mi hijo son..."

Responsabilidades: Es elemental, cuando todos hacen un poco de todo, si algo sale mal, cambiarlo cuesta mucho. Para poder seguir la pista a lo que pasa, los diarios son esenciales, con lo que volvemos al tema anterior.

10 octubre 2014

Algunos grandes autores hispanos según una niña de preescolar

Si a mi hija Jueves le cambian cuidadoras en la guardería, ni se entera. Si llegan niños nuevos, a veces oigo algún comentario. Pero el día que renovaron la biblioteca de la clase de cero a dos años, ese glorioso día no hubo siesta. Y así sigue con casi tres años, un poco menos analfabeta e igual de interesada en los libros.

Desgraciadamente, la variedad y calidad de producción en literatura infantil es tan endémica como en el mundo adulto. Hay excelentes autores, pero en Escocia todos parecen ser ahogados por el tándem de la escritora Julia Donaldson y el ilustrador Axel Scheffler (los creadores de "El Gruffalo"). Así, cuando vi hace unos meses el tuit de Pérez-Reverte anunciando que la colección "Mi primer" ideada y coordinada por el propio autor se vendería a mitad de precio con la edición dominical de El País, llamé a Demián para que nos la consiguiese. La cosa no fue tan bien como se hubiese deseado pero, tras numerosas pérdidas de tiempo y algunas de paciencia, acabó poseyendo sus ocho tomos.

El botín de Demián
Jueves ha escuchado ya varias veces las historias, hechas por los mejores ilustradores hispanos actuales y escritores muy conocidos. También las dos obras más famosas de la colección: "Fonchito y la luna" de Mario Vargas-Llosa y "El pequeño hoplita", de Arturo Perez-Reverte. Ambos han suscitado las reacciones más curiosas.

"Fonchito y la luna" es la obra preferida de las madres con las que he hablado. Ilustraciones coloristas, historia de amor simple y dulzona. Decir que la niña lo detesta es quedarse corto. Creo que es el único libro que tiene que nunca ha terminado.

"El pequeño hoplita" tiene excelentes críticas en Internet, pero suscita múltiples recelos entre madres, algunas de las cuales me recomendaron con vehemencia que no lo leyese. Empieza con un "Erase una vez trescientos hombres valientes que iban a morir" y la cosa no aligera. Hay guerra, traición, sacrificio, muerte. Lo adora. No se cansa. Es el favorito con diferencia.

Lo que yo veo (el texto se las trae)
"El pequeño hoplita" quizá sea, para mi, una de las mejores obras de Arturo Pérez-Reverte. Pocos autores pueden crear una visión tan compleja en tan pocas páginas. Yo -al principio- vi la historia de un niño dispuesto a morir, el padre leyó un relato de aventuras y la hija cómo un pequeño que se despide tristemente de su papá al final acaba junto a muchas otras personas que lo quieren.
Lo que la niña ve
Una vez vista con los ojos de la niña, la obra de Pérez-Reverte me parece una de los mejores cuentos en el mercado para explicar la muerte de forma directa, simple y sin caer en el tópico de "el abuelito se fue al cielo". De ponerle una pega, seria la inconsistencia entre el texto que dice que los hoplitas luchan con lanzas y las ilustraciones que los pintan con espadas.

En cuanto al resto de la colección, aquí va ordenada según las preferencias de Jueves:

El detective Lucas Borsalino
Juan Marsé
*****
Historia de misterio con animales parlantes. Excelentes ilustraciones. Una obra completa.

El niño de plata
Luis Mateo Díez
*****
Platillos volantes, extraterrestres y niños con chupete. ¿Qué no puede gustar?

El camino del cole
Eduardo Mendoza
****
Montones de personajes disparatados.

Niña
Enrique Vila-Matas
***
Tiene letras y un barco. Me gustan las letras y los barcos, pero no tanto como los extraterrestres o los animales que hablan.

¡Adiós, Martínez!
Almudena Grandes
**
Los dibujos están bien.

Ven a buscarme
Javier Marías
*
Mamá: si hay otro, no vayas a buscarlo (excepto si el otro es Fonchito).

Por si no era obvio por el texto, este artículo no está patrocinado por nadie.

01 septiembre 2014

La estimulación precoz y el cerebro adolescente

Estos últimos años se ha visto un incremento enorme del interés de los padres de niños sanos en la llamada “estimulación precoz”. El concepto empezó como una serie de juegos y actividades para ejercitar el cerebro o las habilidades motoras de niños con discapacidades, pero a la sombra de esta idea ha crecido una industria dirigida a padres inseguros de niños sin problemas.

Última moda: sin pedales ni ruedines para que aprendan ayer
Internet echa humo con ejemplos de “estimulación precoz”. ¡Tres cómodos pasos para que tu hijo camine!¡Aquí las claves para que coma solo!¡Aprende los juegos que facilitarán tu operación pañal! Y hasta aquí, entiendo la atracción. A nadie nos gusta ser dependientes y seguramente a nuestros hijos tampoco. En familias numerosas cualquier adelanto ayuda. Pero es que no queda ahí la cosa. También hay que desarrollarlos para nadar, leer, andar en bicicleta, hablar idiomas, etc. Mi hija sólo ha vivido dos Septiembres en su vida y el mes pasado nos vino recitando los meses del año. A Dios pongo por testigo que eso no lo aprendió en mi casa.

Los seguidores de este concepto se justifican diciendo que la mente del niño pequeño es más plástica, que el momento de establecimiento de las conexiones neuronales es el ideal para introducir conocimientos, porque se adquieren con más facilidad que en cualquier otro momento de la vida. Se podría usar ciencia para rebatirlo, pero no hace falta. Voy a poner un ejemplo.

Hace unos días, un antiguo compañero de colegio que se mudó a la capital me contaba orgulloso las oportunidades que su hija tenía allí.

-En la guardería tienen una semana al mes en la que les hablan inglés desde el nacimiento. Una gran ventaja. En La Coruña de eso no hay nada y los idiomas son fundamentales.

-Antón, en La Coruña yo fui a una guardería de inmersión lingüística hace más de treinta años.

-¿Ves?¡Y mírate ahora!

-¿Te acuerdas de tu amigo José, de Alejandra y de Marta?

-Si, claro. Hace tiempo que no los veo.

-¿Te acuerdas de cómo se les da el inglés?

- José siempre fue de culo y las otras dos normalitas ¿A qué viene eso?

-Íbamos a la misma guardería.

Todos hemos sido precoces en unas cosas y lentos en otras. Pasado el tiempo, la relación entre cuando empezamos a hacer algo y la capacidad para hacerlo bien es cada vez más débil y a veces hasta inversa. He aquí donde viene la parte sobre el cerebro adolescente -y un poquito de ciencia-.

Si el cerebro del niño es una esponja que no para de absorber, la adolescencia es el momento en que esa esponja se estruja para deshacerse de lastres innecesarios. Nacemos con sólo la mitad de las conexiones neuronales activas. Por eso un recién nacido ve borroso, no sabe mover las manos ni entiende la relación entre de causa y efecto. En los primeros tres años de vida, se establecen la gran parte de las conexiones restantes en un proceso confuso y desquiciante que podría contribuir, en parte, a convertirlos en terremotos. Este es el momento en que los expertos empiezan a estructurar las actividades de quienes tienen discapacidades para encauzarlos de la forma más eficiente y este también es el momento que muchos padres creen el mejor para meter aún más conocimientos a sus hijos.

Pero llegada la pubertad, la mitad de estas conexiones se podan para aumentar la eficiencia. Las que no se han usado en los años previos se desechan en favor de las que se perciben como más útiles o que proporcionan placer. Además la capacidad de planear para el futuro está en la última zona del cerebro en ser podada. Quizá por eso a veces la adolescencia es cuando se abandonan deportes o actividades en las que se han empleado años, porque por primera vez se cuestiona su utilidad o el disfrute que reportan. En el ejemplo anterior, un niño que haya sido expuesto al inglés desde la cuna, pero que lo haya visto en un contexto académico, puede pensar que sólo sirve para aprobar exámenes, desdeñando la parte oral -que usa menos- en favor de otros conocimientos. Mientras, uno que disfrute de visitar países anglosajones o tenga contactos que lo hablan reforzará esta capacidad, aunque la haya adquirido mucho más tarde.

Conexiones nerviosas. Nótese el descenso en la adolescencia (Fletcher 1994)
En resumen, de poco sirve estimular un conocimiento sin inculcar el amor a él. Todas las etapas de crecimiento son igualmente decisivas. La educación de un hijo es una carrera de fondo, no de velocidad, por eso raras veces hay relación entre quién sale en cabeza y quien acaba ganador.

05 julio 2014

Besame niño y duérmete mucho

En España se ha desatado una guerra por imponer un método universal de crianza del bebé. Sus abanderados son dos pediatras catalanes: Carlos González y Eduard Estivill. He decidido leer un libro de cada uno y ver a qué viene tanto revuelo.

Empezaré por una cita representativa del libro. Después vendrá un resumen y un análisis de contenido.

DUERMETE NIÑO por EDUARD ESTIVILL

"Por ello, vuestro hijo deberá tomar su desayuno a las ocho de la mañana, la comida a las doce del mediodía, la merienda a las cuatro de la tarde y la cena a las ocho de la noche. La elección de este horario, en el que hemos de ser bastante estrictos, tiene que ver con que el cerebro de los niños está preparado para acostarse entre las ocho y las ocho y media de la noche, ya que el sueño aparece con mayor facilidad a esa hora."

Método Estivill para adiestrar en la siesta
Eduard Estivill es el importador de las ideas del americano Richard Ferber sobre entrenamiento del sueño infantil. La base de su filosofía es rutina, constancia y disciplina. El libro describe varias formas en las que el bebé es entrenado para adaptarse a los ritmos de sueño considerados normales para su edad.

“Duérmete niño” es un libro corto, claro y bien estructurado. Desde el primer momento se aclara que está dedicado al treinta por ciento de niños con trastornos de sueño graves. El autor separa entre diferentes estadios de desarrollo y adapta sus técnicas a cada uno de ellos. El índice, las tablas y las ilustraciones facilitan las consultas rápidas, algo fundamental en una obra dirigida a insomnes.

Dedica espacio a todos los miembros de la familia y no sigue la moda de prejuzgar el uso de canguros o guarderías. Pero la filosofía de "es Juanito quien se ha de adaptar a vosotros y no vosotros a él" es poco realista. En cualquier relación humana la adaptación es mutua. La imagen del infante también es irreal. Una de las claves del método es "decir la verdad con toda la calma del mundo", ignorando argumentos contrarios porque el hijo (o "golfillo") es "más listo que el hambre". Pero, por muy listo que sea, estamos comparando un infante dos adultos formados. La probabilidad de que la capacidad de manipulación del niño sea mayor que la de los padres es remota.

Para Estivill, los padres proponen y el niño dispone.

BÉSAME MUCHO por CARLOS GONZÁLEZ

"Se empieza sacando al niño de la habitación y se acaba sacando también al padre. Recapacite, amigo lector, y decida en qué bando le conviene más estar. Cuando le propongan poner al niño a dormir solo, pregúntese quién será el siguiente."

Carlos González fue el primer importador de la "crianza con apego", el método de cuidado del bebé del americano William Sears. La base de su filosofía es el contacto físico constante entre madre e hijo, que se considera sinónimo de amor y respeto. El bebé marca los ritmos de la vida familiar, convirtiéndose en su centro. "Bésame mucho" es un compendio de historias y reflexiones que intentan respaldar esta forma de entender la familia.

El estilo de este autor es inconsistente y agresivo.
Esquema del método de González (cosecha propia).

Cuando González describe lo que considera una crianza correcta, su interlocutor es "querida lectora". Cuando critica, es un "amigo lector". La inconsistencia estilística sigue en páginas de fácil lectura, llenas de anécdotas y ejemplos, pero desnudas de pragmatismo. Esto no sería malo (es más, podría ser muy bueno), de no ser porque él mismo dedica un capítulo entero a criticar a otros escritores por "decir generalidades vacías de contenido con las que cualquiera puede identificarse".

Creo que en una obra que habla de cómo educar desde el amor, el tono imperativo y la sorna quedan fuera de lugar. También choca que la mitad de las páginas se dediquen a atacar posturas contrarias.

Muchas ideas (no reprimirse en las caricias, evitar castigos, etc.) son buenas. Pero un ejemplo no es un argumento. González a veces recurre a comparaciones con comportamientos adultos, otras a una supuesta vida hace cien mil años, a sociedades primitivas o mamíferos. Todo con historias tan sacadas de contexto que un conocimiento muy rudimentario de Psicología, Historia, Antropología o Zoología es suficiente para sentirse absurdamente manipulado, incluso estando de acuerdo con su postura.

Este libro tiene limitaciones muy grandes. No distingue entre las diferentes etapas de crecimiento y la capacidad de comunicar y comprender en unas u otras. Para el autor, todos los lloros parecen tener el mismo tono, la misma importancia, la misma urgencia.

Para González, el niño propone, la madre dispone y el resto del mundo no importa.

Conclusión:

Menos mal que me baje ambos panfletos gratis.

28 abril 2014

La guardería

Antes de tener un hijo todos tenemos ideas de lo que será bueno o malo para él. Una de las que yo tenía grabada a fuego era que la guardería no puede ser buena para un bebé menor de tres años. Cuando oía a un padre decirme lo buena que era para su hijo me callaba, pero para mis adentros pensaba que decían eso para convencerse a sí mismos y silenciar su mala conciencia.

¿Que no llora cuando lo dejas? ¡Si hombre! ¿Cómo no va a llorar sin la única cuidadora que conoce y en la que confía? Además, no lo hará después de unas semanas pero ¿Y el trauma de esas semanas? Tiene que ser brutal.

¿Socializar? ¡Venga ya! Los niños pequeños no se socializan. Es a partir de los tres años cuando empiezan a jugar unos con otros.

¿Bueno para el sistema inmune? Francamente, si va a enfermar, que lo haga cuanto más tarde mejor, que puede explicar los síntomas y tomar más medicinas para aliviarlos.

Aterrorizada como estaba ante la idea de dejar a mi bebé en un aparcadero, a los cinco meses de gestación ya había visitado media docena. Cuando Jueves nació, poco más y recito de memoria los informes de la inspección. Todas cumplían con los requisitos legales de separación por edades, máximo de tres bebés por cuidadora hasta los dos años, máximo de cinco hasta los cinco años y zona de juego al aire libre.

Cuando cumplió los cuatro meses, la pequeña vio desde el portabebés tres opciones. Busque que el personal tuviese estabilidad laboral (nada peor que perder a la cuidadora cuando le has cogido cariño), higiene, buena cocina y experiencia con niños bilingües. A nosotros nos gustaba una, a ella otra, y a esta última fue tres días a la semana.

Con once meses Jueves empezó la guardería y yo recibí mi primer tortazo con la realidad. Desde el primer día, ni lloro, ni perdida de apetito, ni falta de sueño, ni cambio de personalidad. Nada que sugiriese el más leve trauma. Le faltaba tiempo para saltar de los brazos del padre a los de la cuidadora, a la que dedicaba una sonrisa. Con menos de un año y medio, cuando la despertaba y sabía que tocaba guardería, repetía sin cesar la palabra que había inventado para "juguete". Más tarde, las mañanas que no tocaba ir se me plantaba con su mochila a la puerta de casa, por si era yo la que se había olvidado de llevarla. Disfruta en casa con los mimos de sus padres y disfruta fuera con la parranda.

Al principio, Jueves no tenía amigos, como es normal a su edad, pero le fascinaba observar a otra gente y aprender de ellos. Era curioso verlos a todos haciendo el mismo gorgorito un día para cambiarlo por otro un tiempo después. El cuerpo de un bebé no tiene las proporciones de un adulto y observando a otros aprenden trucos que aplicar a la hora de gatear, caminar solos, comer con cuchara, etc. Pasado el año y medio hacen alianzas. Jueves empezó con una pandilla de dos chicos, ahora anda con una niña y varios niños.
Actividad. Los niños aprendieron, los bebés acariciaron

La mayoría de los catarros que ha tenido la cría hasta ahora han venido de sus padres. Tuvo varicela tan pequeña que ni se rascó. La última vez que enfermó, las cuidadoras propusieron remedios que no conocíamos para aliviar los síntomas y combatieron su falta de apetito con más éxito que nosotros.

Soy consciente de que parte del éxito con Jueves es la mezcla de un temperamento inusualmente sociable y autárquico con un centro ajustado a sus necesidades, algo que no siempre es posible. Acepto que muchos de los beneficios que menciono se pueden obtener yendo los fines de semana a ver a los primos o en actividades de grupo. Pero si alguien me preguntase si creo que en general es peor enviar a un hijo a la guardería que tenerlo en casa, mi respuesta hoy es muy distinta a la que tenía antes de ser madre y es un rotundo NO. Y sé que Jueves me da la razón.

07 febrero 2014

La maternidad perdida

Es curioso lo normal que resulta hoy en día oír a madres de bebés comentar lo difícil que es criar a un hijo. La normalización de los anticonceptivos y las familias reducidas debería haber disminuido el estrés. Sin embargo, ha sido mantenido a base de la promoción de una figura materna irreal.

El nuevo modelo de crianza son "nuestras abuelas". Ellas criaban "con instinto". Parían en casa, ayudadas por otras mujeres que las respetaban. Alimentaban con generosos pechos de los que brotaba leche a demanda. Daban amor y cariño constante a bebés que nunca se despegaban de ellas. Cuando necesitaban descanso (por un nuevo alumbramiento, por ejemplo) las demás mujeres ayudaban en la crianza, como una gran familia. Y todo funcionaba como la seda.

Pero la feliz existencia de "nuestras abuelas" no podía durar. Vinieron los años setenta, cargados de pediatras y ginecólogos que por vanidad y oscuros intereses económicos se inmiscuían en las decisiones maternales, ahogando intuición y sabiduría ancestral. Aun hoy se siente su influencia, influencia que la buena madre debe combatir a base de instinto.

Y así llegamos al día de hoy. La mujer pare en un hospital. Si la cosa termina en cesárea, se siente frustrada; ha tenido un parto "desnaturalizado". Ha fallado nada más empezar. Si tras poner al bebé en su pecho éste sigue llorando de hambre, insiste hasta caer rendida, alentada por la idea de que eso hacían "nuestras abuelas". Cuando vienen las rabietas, aguanta lo que puede, pero si la descendencia nunca nos deja, es imposible no desahogar frustraciones con ella. Vienen los gritos, o peor. Vuelve la culpa.

Mientras tanto, algunas nos preguntamos dónde están aquellas "nuestras abuelas". Por lo que he visto, entre las afortunadas que sobrevivían a todos sus partos no había ninguna que hubiese tenido el mismo número de alumbramientos que de hijos. Había nodrizas y biberones de leche de cabra o vaca. Las abuelas -treintañeras ellas- ya bastante tenían con su prole como para ayudar con la de otras. La banda sonora de aquellas vidas incluía con frecuencia los gritos de adultos abrumados por la necesidad, muchas veces atrapados en matrimonios o trabajos que no tuvieron opción a elegir. Y el sonido del cinturón paterno al cruzar el aire, con la hebilla camino de las tiernas nalgas infantiles. Así criaron a una prole que consiguió salir de la miseria, traer la libertad y dar estudios a esta generación tan traumaticamente desnaturalizada que es la nuestra.

Ni criar antes era tan fácil, ni hacerlo hoy es tan difícil. Nadie es siempre un padre perfecto. Nadie necesita un padre perfecto. La duda es normal, y buena. La culpa es normal, y estéril.

14 enero 2014

La vida de Jueves, en Lunes

Jueves ya habla, aunque no siempre con soltura. Es entretenido ver como se las ingenia para comunicarse con el menor número de palabras posible. Hace unas semanas tuvimos un intercambio en el que descubrí que los bebés también tienen un sentimiento universal entre los adultos.

Es lunes, entro en la habitación para despertar a la canija y vestirla.

- Buenos días, cielo.
- Noooo. Mimir. - osea, "dormir" -.
- Pero hay que ir a la guarde. ¿No te gusta ir a la guarde?
- ¡Sí!
- Y quien va a estar hoy en la guarde?
- ¡Alex! ¡Susi! ¡Maaax!
- Que bien, con lo majos que son. ¿Te visto ya para ir a verlos?

Entonces agarra sus muñecos y los pone en fila en la almohada.
- León, Uh-uh, Teddy ¡Mimir!

Se sienta y apunta su rechoncho indice a la almohada, dando a entender que hoy casi prefiere a sus colegas rellenos de gomaespuma con tal de que la dejen un rato más en cama. Y yo pensando lo bien que la entiendo.

Lunes, cochinos Lunes. ¿Me dejará el jefe firmar los partes con pintura de dedo?

02 noviembre 2013

Sentencias lógicas, juicios equivocados y bebés "de alta demanda"

Cuando se tiene un recién nacido en mi barrio, la consulta del médico de cabecera apunta a la madre a un curso postparto gratuito en la biblioteca. Ahí he conocido a gente estupenda. Una de ellas es Cristina, con su hija Mona.

Cristina es muy dicharachera. Pasábamos los viajes en autobús hasta las clases con los carritos aparcados en paralelo y cotorreando de las niñas, las familias o el vecindario. Siempre parecía abrumada por la reciente maternidad, pero generalmente contenta. El último día de clases, en el viaje de vuelta, me preguntó algo que le rondaba la cabeza desde que nos conocimos.

Al empezar las clases, la organizadora nos advirtió de que todos los bebés llorarían en algún momento del curso. Mona lo hacía varias veces al día, pero nadie oyó nunca a mi Jueves. En casa, la situación era parecida. Cristina se sentía mal. Daba pecho a demanda, compartía cama con la pequeña, hacía lo que la sociedad bienpensante había recomendado. Hasta probaron la osteopatía craneal y el yoga. Aun así, veía el sufrimiento en los ojos de su hija de cinco meses con inquietante frecuencia. Luego miraba a Jueves, de biberón cada cuatro horas, chupete, cuna y sonrisa permanente. ¿Qué estaba haciendo mal? Mi respuesta le sorprendió.
¿Hipopótamo o rinoceronte?

MIÉRCOLES: ¿Que tal llevaste el embarazo?

CRISTINA: Horroroso. Calambres, ardores de estomago, dormía mal... Fue una tortura.

MIÉRCOLES: Yo no. Nunca tuve ardores y me llegué a levantar por la mañana con moratones en las costillas de las patadas después de haber dormido de un tirón. Quizá lo que ves no es por nada que hayas hecho. Mona llora más que Jueves porque ser recién nacido es una experiencia bestial y, al igual que su madre, ha nacido más sensible. La mía llora menos porque, como yo, es más bruta.

De esta conversación hace casi dos años. Seguimos en contacto con las dos y, ahora que nos conocemos mejor, he observado que había otra posible respuesta. En estos meses, he visto a Mona en el carrito camino de una manifestación contra los recortes, andar con una pancarta anti-racismo, lucir una camiseta protestando por la pobreza infantil y apoyar al padre que corría una maratón por alguna ONG de la que ya ni me acuerdo. Todo mucho antes de sacar los pañales. Entonces sonrío para mis adentros ¿De verdad que Cristina podía esperar tener una hija tranquila?

Es curioso lo facil que es juzgar equivocadamente una situación, incluso cuando la has creado.

06 septiembre 2013

Los hijos de la crisis

En mi infancia, una lengua extranjera era deseable, pero no especialmente importante; como ir al club de ajedrez o ser bueno al fútbol. La posibilidad de salir a jugar y escuchar otro idioma era remota, no digamos ya practicarlo.

Tarde de parque con mi rechoncha. Anda ella haciendo el obligado control de calidad del tobogán, cuando se tropieza con el padre de otra niña. El tipo tiene cara simpática, así que ella le dedica una sonrisa y un movimiento de mano.

- Ciao! Oh, sorry. Hello! – dice el hombre.

- No, si es española. Entiende “Ciao” – respondo.

Acto seguido empezamos a charlar. Él me cuenta que ha recorrido el Norte de España y tras un par de frases su castellano no tiene restos de acento italiano. Entonces le comento lo parecido de las dos lenguas y mi teoría de que posiblemente nuestras hijas no noten la diferencia. A él le entra la curiosidad, llama a su niña de tres años y me dice:

- Háblale en español, a ver qué pasa.

- Vale. Hola. ¿A que si te hablo despacio me entiendes perfectamente?

- Si.

El padre, asombrado y orgulloso, pregunta a la hija si adivina en qué idioma le he hablado. Ella sólo sabe que lo entiende y que tiene cosas mejores que hacer que enrollarse en detalles con los viejos. Mi Jueves (que, como su madre, nunca pierde una oportunidad para cotillear) es de ideas parecidas. Habrá más días para seguir ese juego.

Cuando visito España, veo a conocidos que deciden la escuela de sus hijos sólo por criterios de proximidad y precio. Dan mucha más importancia a los idiomas que la generación de nuestros padres, pero piensan que con unas clases de inglés o una estancia vacacional cumplen. En la calidad de la enseñanza universitaria no se piensa. Creen que su ciudad lo tiene todo para garantizar el futuro laboral de su descendencia en una Europa globalizada.

El día que cuento esto, en el parque de mi barrio británico de clase media hay media docena de críos. Mi Jueves, los dos del italiano, una griega, una francesa, cuatro pakistaníes, dos indios y un africano. No hay ni un solo niño que no haya nacido políglota. Cuando crezcan, irán a colegios que el informe PISA sitúa entre los mejores de Europa. Si lo desean, tendrán acceso a universidades de élite.

En España, a la mayor parte de mi generación le pilló la crisis como eternos becarios colectores de títulos inservibles. Ahora los osados cruzan los Pirineos con "nivel de inglés medio" para, en su mayoría, volver a casa derrotados por europeos del Este con mejor formación y más ganas ¿Les pasará lo mismo a sus hijos?

09 agosto 2013

Empanada políglota

Se dice en los mentideros de Internet que un niño bilingüe no tiene por qué empezar a hablar más tarde que otros. Si, pero no, pero casi, casi. No es lo mismo que en tu casa se hable español y catalán que español y urdu, por ejemplo. Cuanto más dispares sean las gramáticas, más difícil se hace descifrar cada idioma. Es un proceso duro, sobre todo los primeros años. No creo que haya ningún padre políglota que, al ver las dificultades por las que pasa su bebé, no se haya planteado alguna vez abandonar.

Ahora que Jueves empieza a parlotear me doy cuenta del curioso funcionamiento de su cerebro. Hace unas semanas la llevé a cama. Su manta tiene dibujos de buhos. Señala y dice "owl". "Muy bien", exclamo orgullosa. "Es un buho, en inglés 'owl'. Qué lista eres." (Aunque para tener un vocabulario de cincuenta palabras podías haberte lanzado con una más útil). Al día siguiente, lo mismo. Después mira mi pijama (que tiene un dibujo del pollino de Winnie Poo) y dice "owl".

-No, cielo, no es un "owl", es un burro.

-Owl

-Buuuurro.

-Owl.

-No, es un...

Y me doy cuenta de lo que ha pasado. "Owl" y "donkey" son muy diferentes, pero "búho" y "burro" no. Ha pensado en español y hablado en inglés.

Otro bicho que lía a los niños que conocen Escocia es este:

El ganado de las Highlands.

Hace un tiempo, un amigo alemán vino de visita con su bebé de año y medio. El crío empezaba a hacer sonidos de animales. Nada más ver la estampa, soltó un rugido leonino. Otra vez, progenitor y cría en onomatopéyico debate. Que no papá, si es peludo, es león.

Cuando saqué esta foto, Jueves no tuvo problema en decir "muuuu" a la primera. Lista como un ajo. Bueno, casi. Ese mismo ruido lo usa con las ovejas. Bicho peludo, "muuuu" al canto. Excepto si es bípedo, entonces lo llama papá.

Pero todo lo anterior es más o menos predecible. La gota que ha colmado mi vaso neuronal vino esta semana. Cada vez que Jueves abre la boca hago lo posible por adivinar si lo que sale es español o inglés. Después viene interpretar la palabra. El otro día me enseña un cuento. Señala un par de dibujos. Uno es "hoose", el otro "boote". Que nadie pierda el tiempo con el diccionario. Son dos palabras en escocés ("casa" y "barco"), una lengua que ni intentamos enseñarle. Eramos pocos y parió la abuela.
Una "hoose" enorme y típicamente escocesa en Pollok Park, Glasgow.