30 agosto 2010

India (IV) CREMACIONES




Un suelo esponjoso y calcinado jalona nuestros pasos y nos envuelve en un vapor agrio y ceniciento. Subimos la pequeña pendiente cubierta de la escoria resultante del diario quemar de cuerpos: una alfombra de muerte tejida en siglos de tradición con hebras de fúnebre ritual. A la izquierda, pilas de leña que, en solidaria combustión con el cuerpo del finado, le limpiarán de toda cicatriz de pecado y le elevarán a la suprema paz, convertido en humo que se diluirá en la infinitud de los dioses. Es la playa donde todas las olas rompen y agotan su existir.                        



Por unas  escaleras barnizadas de inmundicia accedemos a la parte alta:  unos acarrean leña, otros nos miran con pasividad, dos perros se pelean, algunos visitantes – solapadamente - hacen fotos, una escuálida figura masculina duerme sobre una losa, una anciana mira al horizonte con rostro indolente, un hombre sentado sobre sus piernas parece gozar de su voluntario ostracismo, angostos cubiles acogen a moribundos entre sus paredes de mugre esperando el momento de arder en la pira de la redención... La temperatura es alta y la muerte cristaliza en un laberinto de callejuelas y batiborrillo de gente.



Una de estas callejas nos sirve para abandonar el lugar: estrecha y pestilente, de firme cenagoso y sórdido ambiente, perfilada por cuchitriles decorados de miseria, transitada por gentes y ganado respirando la absoluta carencia. Su recorrido impresiona a los sentidos y lacera el alma. En mi interior la bautizo como el “callejón de la náusea”.



Desembocamos en la parte alta del ghat Desaswamedh – donde tuvo lugar la ceremonia al anochecer – que ya es un hervidero de pedigüeños, niños y santones reclamando el primer óbolo de la mañana con cansina contumacia.

Entre la turba, damos el último paseo por la zona, hacemos alguna fotografía, aceptamos un rápido masaje, y aspiramos el aire concentrado como gesto de despedida al Ganges.



El alma la tenemos ahíta de sensaciones pero nuestro estómago es una oquedad inconsolable. Acogemos con agrado la idea de acudir al hotel. Pero...

Benarés, jamás serás olvidado.

26 agosto 2010

Tópicos típicos de Escocia

Hay temas que se repiten en casi todos los blogs de extranjeros en Escocia. Hasta ahora los he evitado. Hoy toca exorcizarlos.

Escaparate con "single malts"
Se supone que la bebida de Escocia es el whisky. La diferencia entre el "Scotch" y su competidor irlandés es que en Escocia la malta es ahumada y se destila al menos dos veces, no solo una. Sabor y aspecto dependen de la región; en general, cuanto más al norte, más oscuro e intenso el licor, porque la cantidad de carbón mineral en el agua aumenta. La excepción a la regla es Islay, un islote en la costa Sur Oeste con ocho destilerías productoras de un whisky tan ahumado y carbónico como cualquier norteño.

Pero para los escoceses, la bebida nacional no es el whisky. Esta es la única región europea donde el refresco mas vendido no es la Coca-Cola, sino el Irn-Bru. El nombre viene de “Iron Brew”, literalmente “infusión de hierro”, nombre que se cambió tras una denuncia por publicidad engañosa porque ni es una infusión, ni tiene hierro. La bebida es de color naranja óxido y sabor obscenamente dulce. Ahora hay además al menos dos compañías que yo sepa que producen helado de este sabor. O lo adoras, o lo odias, yo estoy en el último grupo. 

No se puede hablar de Irn-Bru sin mencionar sus campañas publicitarias, conocidas por su, a veces, controvertido humor negro. Aquí va uno que hicieron para la versión “light”, satirizando a su competidora, la Coca-Cola.



Dicen que el Irn-Bru acompaña bien a otra comida típica, el haggis, que se hace con una mezcla de pulmón, hígado y corazón de oveja o cerdo mezclados con cebolla, avena, y pimienta, todo embutido en el estómago de la oveja y cocido durante al menos tres horas. Hay múltiples recetas, pero en general los sabores predominantes son pimienta y avena. Para hacer la experiencia más tradicional, se acompaña con “neeps and taties”-purés de nabo y patata. En los establecimientos “fish and chips” se sirve rebozado y con patatas fritas (la “haggis supper”). 
La globalización llega al pub británico

Aunque no se coma tanto como la Scotch Pie, la salchicha lorne o los scones, ni esté tan bueno como la sopa cullen skink, el postre cranachan o el clootie dumpling de pasas, el haggis sigue considerándose la comida nacional gracias a Robert Burns, que escribió “Discurso a un haggis”. En este poema, el haggis se describe como una especie de animal salvaje, lo que ha dado origen a la leyenda de que es una extraña especie de pájaro. La obra se recita cada 25 de enero en la Burns Night (el cumpleaños del poeta). Esa noche empieza con bendición, sopa y la entrada triunfal del haggis con música de gaita. Luego viene el postre, se recita el “Discurso”, algún texto de Burns, se brinda y, si se sigue en pié, se baila una ceilidh. El atuendo de los hombres es el kilt, parecido a una falda pero hecho de una sola pieza de lana gruesa plegada veintiocho veces. La lana lucirá el tartán (los cuadros) del clan de quien la lleve. Cada clan se distingue por el apellido y tiene uno o varios tartanes (los más comunes son antiguo, moderno y caza). Si la familia no tiene cuadros propios, pueden llevar los de clanes aliados o el de la ciudad de procedencia. 
Traje de gala: kilt, chaqueta Argyll y sporran
Un kilt auténtico es una pieza pesada y cara hecha para durar toda una vida (los pliegues se estiran según la barriga se expande). En los últimos años han aparecido tejidos más ligeros, baratos y, sobre todo, lavables. No quedan igual, pero han permitido que su uso se extienda a uniformes y entre los hinchas de competiciones deportivas. 

Cuenta la leyenda que bajo el kilt de un auténtico escocés no hay ropa interior. Algunos dicen que la lana pica mucho para ir a pelo, otros que da demasiado calor como para taparse aún más. El secreto del kilt es una de las armas de seducción más efectivas del arsenal escocés. En mi experiencia, ocho de cada diez hombres se decantan por una de las opciones. El asunto es que mi conclusión ha venido de años de confidencias en una tierra a la que aprecio demasiado como para traicionar. Si alguien quiere desvelar el misterio, que venga y se lo trabaje.

19 agosto 2010

Por favor, cortadme las alas

Dublín, agosto de 1990.

Un grupo de adolescentes españoles paseábamos por el puente contiguo a O'Connell Street. Varios amigos se pararon en un puesto ambulante. Unos a cubrir un mechón de pelo con hilos de colores, otros a mirar y unos cuantos a comprar las gargantillas de moda: cordoncitos negros de los que podía colgar el símbolo de la paz, o una cruz gamada. Los brazos de la cruz se doblaban hacia la izquierda, pero la mayoría de los clientes daban por sentado que se trataba del símbolo nazi. Algunos de mis compañeros lo compraron, por un arrebato de rebeldía, por seguir la moda o por estética. Nadie les dijo nada. Los puestos no se cerraron, ni salieron por las noticias. Nadie pensaba en alzar la voz para protegernos de una guerra ya terminada.

Veinte años mas tarde, la censura es buena si esta del lado de los justos. El lado de los justos es obvio e indiscutible. Las ideas contrarias no se debaten, se ignoran.

En esto pensaba al leer sobre la abolición de las corridas de toros en Cataluña. Nunca me han interesado, pero me revuelvo cada vez que se describe la prohibición como una victoria para los amantes de los animales. Una victoria implica lucha, dar la ultima estocada a una tradición agonizante no es lucha. Ilegalizar no ha resuelto el problema, lo ha censurado. Una roca no frena al río, solo lo desvía. Las estadísticas sugieren que con un poco más de tiempo las corridas hubiesen caído en el olvido, como aquellas gargantillas dublinesas. O no, quizá con más investigación se revelase que el impacto ecológico es demasiado alto (sin toros no hay dehesa). En ambos casos, la conclusión hubiese sido un triunfo de la condición humana, una prueba de evolución. Pero ningún monigote se hubiese podido colgar la medalla.

El que la abolición de las corridas parezca un bien tan obvio que no merezca ser debatido no prueba que lo sea. A mí, como a mucha gente, la pena de muerte o el derecho generalizado a llevar armas de fuego me parecen repugnantes. Sin embargo, son medidas aceptadas en EE.UU. ¿Qué probabilidad hay de que Miércoles, españolita de a pie, sea más inteligente e informada que los millones de personas que aprueban estas ideas en el país del que mas avances tecnológicos, científicos y artísticos han salido en los últimos doscientos años? Si tengo algo claro cuando hay una alta probabilidad de que gente mas sabia dude, ¿no seré yo la que no se entera? La certeza absoluta se alimenta solo de fanatismo o ignorancia.

Yo pensaba que la democracia traía libertad. Libertad, sobre todo, para aprender de nuestros propios errores. Falso. La democracia es dar la oportunidad al borrego que mas bala de llegar a pastor.


Escena de la película "Leones por Corderos". Al menos a veces aún se oye a las minorías.

India (III) Amanecer en el Ganges.




En total sincronismo con la aurora, llegamos de nuevo al Ganges. Hoy, la ceremonia es el río en sí : esa corriente de líquido misticismo y sucias aguas.


A bordo de una barca y al compás del leve ruido de sus remos nos deslizamos aguas abajo. La placidez reina en nuestros corazones y el aire húmedo del amanecer parece portador de una anhelada armonía con el cosmos. Se habla poco. Algunos depositan en el agua velitas encendidas, y a popa se quedan titilando ofrendas y plegarias... Esperanza y fe, cuna de toda mitología.



El lento navegar nos permite ir viendo los ghats – balnearios de sultanes y reyes – que, por decenas y de muy variada arquitectura, ocupan todo el flanco derecho del cauce. Todos ellos terminan en unos escalones que se pierden en el agua. En ellos tiene lugar un cotidiano ritual de rezos, abluciones, lavado de ropa y todo tipo de enseres, baños y cremaciones: Toda impureza o mancha podrá ser borrada por las aguas redentoras del sagrado río, corazón del hinduismo, que hace de Benarés lugar de peregrinación, y, de su latir, la perpetuación de milenarias creencias.



En el cielo, unos lánguidos rayos dorados rasgan su vaporosa túnica argentada. Nuestra pequeña nave gira para, en sentido contrario, repetir el recorrido. Otra vez podemos recrearnos en tan marcado lugar y en las tan singulares escenas de esta hora mañanera; “contaminarnos” de sosiego para el espíritu y alcanzar la pureza en unas aguas putrefactas. Lo uno y su contrario, la absoluta diversidad en el todo, así es Benarés,así es India.



Nuestro corto periplo termina en los ghats de Mani Karnika y Harischandra; los destinados a las cremaciones. Echamos pie a tierra y ascendemos hasta ellos en una nube de ensimismamiento y emanaciones del “más allá”.

Hablaré de ello.

15 agosto 2010

Volviendo a la vida

Este debe de ser uno de los veranos mas duros que recuerdo en Escocia. He pasado el último mes sumida en un letargo gruñón hasta el Viernes pasado, que fui al aeropuerto a recoger a una buena amiga. El clima en su país no esta siendo mejor y además ella esta pasando por un momento muy duro. Como dicen por aquí, "tiempos desesperados requieren medidas desesperadas". Este fue el plan.

Con mi pareja de piloto, salimos del aeropuerto a una casa de huéspedes a orillas de Loch Fyne, un fiordo conocido por su fotogenia y sus mariscos. El marisco no tiene la calidad del gallego, pero el paisaje sigue mereciendo la pena.

Loch Fyne está a medio camino de nuestro destino: un crucero para avistar cetáceos entre la isla de Jura y el golfo de Corryvreckan. La expectativa de cuatro horas en alta mar bajo la lluvia de los últimos días no me llenaban de entusiasmo, pero quizá alguien en las alturas nos quiere: fue el único día de sol radiante del ultimo mes.

En el camino encontramos un águila marina, parte de una familia con dos crías. No quiso mirar a la cámara, pero verla extendiendo sus alas de dos metros de envergadura fue un regalo.


También vimos una colonia de focas. Gracias a los prismáticos prestados por el patrón pudimos disfrutar de los correteos de sus bebes.


Lo más impactante del viaje fue el encuentro con las marsopas. Las marsopas parecen delfines, pero mas pequeñas, rechonchas y tímidas. Estas eran marroncitas. Normalmente recelan de los humanos, pero la fortuna volvió a sonreírnos con un banco de peces que congrego a cerca de una docena. Las vimos nadar, saltar, hablar entre ellas y mirar curiosas al barco. Hasta la guía se emociono.

Me temo que entre sacar fotos y admirar atontada opte por lo ultimo, así que esta imagen es de la pagina web del crucero.

http://www.sealife-adventures.com/
En el viaje de regreso pasamos por Loch Lomond, el mayor lago del Reino Unido, y Sainsburies, el supermercado donde nos aprovisionamos para una cena de barbacoa.

La mañana del domingo no existió, el mediodía empezó con un "high tea" en Cranachan, una cafetería escocesa en Princess Square, el centro comercial mas elegante dela ciudad.

Centro comercial Princess Square en Buchanan Street
De Princess Square partimos hacia la Glasgow School of Art, el edificio más emblemático de Charles Rennie Mackintosh, el Gaudí de Glasgow.

El estilo de Mackintosh, que combina la arenisca y los grandes ventanales de la construcción tradicional escocesa con la inspiración en la naturaleza del impresionismo y las lineas rectas y ligeras de la arquitectura japonesa hacen a la Glasgow School of Art parada obligada para cualquier amante del modernismo, el diseño o la arquitectura.

Entrada de la Glasgow School of Art
Tras la visita guiada, dejamos a mi amiga en el aeropuerto, tal vez mejor preparada para la próxima envestida. Yo empece la semana mas relajada, agradecida y aprovechando los descansos para recordar la sonrisa de las marsopas y soñar con el próximo crucero donde quizá, por fin, pueda ver ballenas.

Nota: aunque lo he enlazado, no recomiendo este crucero especialmente. Es el cuarto que hago, todos de distintas compañías, recorridos y precios, y todos inolvidables a su manera. Si a alguien le apetece uno de estos viajes, recomiendo estudiar la lista de los principales operadores, y que cada palo escoja su vela.

12 agosto 2010

Karate Kid

Una sorpresa que ni va de karate ni es para niños.

Jaden Smith (hijo de Will Smith) interpreta a Dre, un chico de doce años de Detroit que se muda a China después de que su madre viuda se vea obligada a trasladarse por trabajo. Sin hablar chino, a Dre le cuesta adaptarse. Su suerte parece cambiar al conocer a Meiying, una niña de su colegio, pero esto provocan la ira del matón del barrio que, con la ayuda de su pandilla, le pega una monumental paliza. Jackie Chan interpreta al Sr. Han, el manitas local que al ver la brutalidad de los chicos se ofrece a enseñar kung-fu (no karate) a Dre.

Dos cosas me sorprenden: que Jackie Chan hace un papel dramático sin caer en la habitual caricatura y el excelente trabajo del reparto infantil. Los protagonistas chinos son atletas de competición y es obvio que la flexibilidad de Jaden Smith -que además hace un papel muy creíble- solo viene tras años de adiestramiento.

Aunque la mayoría de los actores son muy jóvenes, la calidad de las escenas de acción es comparable a la de cualquier película adulta del género. Esto es tanto el punto fuerte como la debilidad de Karate Kid. Ver a un crío de doce años dando patadas en el estómago a otro que se retuerce en el suelo no es fácil. Para un adulto añade intensidad a la escena, pero no me sentiría cómoda llevando a un niño a verlo. Por otro lado, el romance entre Dre y Meiying queda forzado y extraño. Dos grandes escollos en una película que se supone familiar.

En resumen, Karate Kid es una buena película de acción que hubiese llegado a excelente si el "pequeño saltamontes" no fuese tan pequeño.

Aunque no interese la película, este vídeo merece la pena solo por la increíble profesionalidad de los protagonistas... y el parecido del mocoso con su padre Will.

10 agosto 2010

India (II) BENARÉS

Benarés – Varanasi en sánscrito –, la meca del hinduismo, es una ciudad que impacta cuando la pisas. Su religiosidad, concentración y pobreza inflaman al visitante.


Situada en la ribera del Ganges, recibe de éste su carácter sagrado, de tierra empapada de espiritualidad y señalada por los dioses.


Cada día, en la orilla del río, cuando las tinieblas van cubriendo sus tranquilas aguas, tiene lugar una ceremonia... Y en ella estuvimos.


Llegamos al lugar después de un trecho recorrido en rickshaw y otro caminando. En el primer tramo, cada triciclo va a la zaga del anterior y marcando el camino al siguiente, formando un largo gusano que serpentea por las estrechas calles entre los peatones, motocicletas y animales. El tramo final lo hicimos a pie: imágenes, sonidos y olores tomaron más fuerza y cercanía. Casi en “fila india” vamos sorteando personas, animales y cosas... excitándonos más a cada paso y expulsando las toxinas acumuladas en nuestro cómodo vivir occidental.


Cuando alcanzamos el río la atmósfera es de festejo y culto. Una tribuna elevada da vista a una calle atestada de gente y en la que desembocan otras con intenso fluir de seres. En ella, pegando al río, siete tarimas presididas por un pequeño ara serán el escenario del ritual crepuscular.


Ocupamos los asientos y una liturgia de danza, fuego, incienso y música comienza. Los oficiantes, de llamativo color azafrán, hacen piruetas con sus cuerpos y garabatean en el aire complicadas figuras de oro con sus antorchas y candelabros. Los altavoces lanzan sones sagrados al cielo y el incienso carga la atmósfera de un aroma penetrante que nos arroba. Un halo de intimismo y fervor se expande por el lugar, cae la noche, y Shiva colma de gracia a sus devotos en el baile del universo.


Concluye el acto, y del recogimiento pasamos a enfrentarnos de nuevo con el intenso vibrar de las calles y el ensordecedor concierto de bocinas. Hay que retornar al hotel y reponer sueño y fuerzas ya que a las cuatro treinta de la madrugada volveremos al mismo sitio para ver y “vivir” el amanecer en el Ganges.

Será en el próximo post

(Mi agradecimiento a Miriam por sus fotos.)

05 agosto 2010

Las abuelas

Por lo general, mudarme a Glasgow no ha supuesto un choque cultural mayor que algunos cambios de ciudad dentro de España. Parafraseando a Els Joglars, todos "semos europeos". Es cuando oigo historias de generaciones anteriores cuando siento hasta qué punto soy extranjera.

La Abuela nació en los años treinta en una pequeña aldea del Norte de Escocia. Aislamiento, montaña y lluvia. La familia comía de las tierras que cultivaba. Entre guerra y emigración, muchos hombres se iban para no volver. En principio, una vida muy similar a la de cualquier pueblo del interior de Galicia.

La Abuela se casó con un joven de un pueblo vecino. A partir de entonces, por lo que sé, lleva la típica vida rural, con sus romerías (bueno, quizá ceilidhs), charlas en el bar (o el pub), cotilleos en los lavaderos... e hijos. La abuela quería una niña, pero todos los intentos daban varones. Entonces hizo algo a lo que mi abuela nunca tuvo opción: decidió no volver a quedar embarazada. He visto películas de la segunda Guerra Mundial en las que se menciona de pasada el uso del preservativo, pero no fue hasta oír decir con naturalidad que la Abuela había "decidido" y asociarlo con las rocambolescas historias de farmacéuticos exigiendo pruebas de matrimonio en la España de los ochenta que sentí el choque de culturas.

Hará cosa de un año fue el funeral de la Abuela. Me llamó la atención que el cura no llevase sotana y que el cepillo fuese para una ONG y no la parroquia. Al parecer, el cura oficiaba la ceremonia porque era el único del pueblo que sabía hacerlo, pero era un entierro laico. No podía ser de otra forma porque la Abuela "no estaba bautizada". En comparación, suena triste pensar lo que presumí yo solo porque mis padres encontraron a un cura liberal que les permitió no llamarme "Miércoles María", a pesar de que mi nombre no estaba en el santoral. No bautizarme era impensable.

¿Cómo hubiese sido la vida de mi abuela si hubiese podido decidir sobre su cuerpo? ¿Y si hubiese aprendido la diferencia entre temerosa de Dios y aterrorizada del cura?

Casa en el golfo de Corryvreckan, Escocia.
Hoy en día puedo poner el dedo en un país cualquiera del mapa europeo y saber que allí usan el preservativo hasta los homosexuales. Aquellos que creen que la Evolución es un cuento chino son considerados igual que los que piensan que Jesús es una leyenda judaica; pero qué caminos más distintos hemos seguido para llegar a ello.

02 agosto 2010

INDIA (I)





Llegué a este país con los ojos y el espíritu abiertos. Los primeros, se anegaron de imágenes; el segundo, se expandió y contrajo al ritmo de lo percibido por los sentidos. El fluir fue continuo.



India me recibió con calor y humedad asfixiantes, bullicio en las calles y atronador sonsonete de cláxones. En seguida tuve la sensación de una nación desbordada, donde todo dique había desaparecido ante un mare magnum de gentes, culturas, religiones y lenguas: Igual que el rebaño que huye descarriado en todas las direcciones y nada pueden hacer las órdenes del pastor o la amenaza de los perros.



Dormí en hoteles, comí en bares y restaurantes, visité templos y fortalezas, me trasladé en aviones, autocares, trenes y rickshaws, deambulé por sus calles, regateé en alguna tienda, me dieron un rápido masaje a orillas del Ganges y respiré – a pulmón abierto – el tórrido y denso aire de aquella tierra. Una tierra que se le puede clasificar de casi todo menos de aséptica y amorfa: Imbuye y contagia de su idiosincrasia a quien la pisa y a nadie deja indiferente.



Ya en casa, deshaciendo la maleta y mirando las fotografías, me vienen a borbotones recuerdos y reflexiones... Como el mar bravo que remueve todo cuanto en sus aguas se encuentra, un torbellino de pensamientos, escenas, figuras y sensaciones golpean mi cabeza: lógico devenir de lo allí vivido.



El viaje ha sido organizado y capitaneado por el viajero y periodista Miguel Blanco, auxiliado por su eficiente ayudante de campo, y también periodista, Paz Llamas. En total un grupo de 28 personas que, en diez días, compartimos vivencias y el pálpito de un país singular y vasto.


Visitamos: Varanasi (Benarés), Khajuraho, Orchha, Gwalior, Agra, Jaipur y Delhi. Cada ciudad, cada rincón me impregnaron de su particularidad. Ahora, por cada poro, iré exudando en tinta lo genuino de cada lugar. Será en sucesivos posts...que no quiero cansaros en el primer envite.

Paddington está en Hyndland

He aquí la primera entrega de la sección de paseos por Glasgow que anuncié hace tiempo.

Hyndland es un afluente barrio eduardiano en el West End. La mayoría de los edificios son lo que en Escocia llaman "tenements", que literalmente significa "alquileres" pero que aquí se refiere a bloques de pisos construidos en el siglo XIX con escalera central común y tres o cuatro plantas.


Los tenements suelen ser de piedra arcillosa y techos altos. Entre los estudiantes y gente de escasos recursos, vivir en un piso de estos significa sufrir corrientes de aire por las ventanas mal selladas y frío por el costo de la calefacción. En Hynland, basta fijarse en algunas casas, o en los coches aparcados para ver que no es así.


Y es que "los ricos también lloran", pero no de frío.

Algunas casas se decoran con motivos de la Grecia clásica o Egipto, reminiscencias de imperios a los que el británico imitaba cuando fueron construidas.


Hyndland tiene pocos comercios, pero muy estéticos. Jelly Hill es una cafetería cara, de comida mejorable, pero muy popular entre los residentes que gustan de ver y dejarse ver.


En Glasgow no gustan excesivamente las grandes cadenas internacionales de tiendas. Así, incluso en barrios exclusivos, se encuentran multitud de negocios familiares. Por estas calles se ve con frecuencia al actor de Hollywood y residente de Hyndland Robert Carlyle.


En la imagen anterior está Peckhams, una sucursal de una conocida delicatessen de Glasgow. La tienda tiene su encanto, pero el protagonista de la siguiente foto no es el comercio, sino lo que está encima...


Mirando con atención la planta de arriba (o ampliando la imagen con el ratón) se vé un peluche. Desde hace más de treinta años, una familia vivía en ese piso. Durante todo ese tiempo, un osito Paddington ocupó siempre la ventana. Hace unos cinco años la familia se fue, con el oso. Los nuevos habitantes vaciaron la ventana al llegar, pero muchos vecinos comentaban la falta del peluche. En un alarde de simpatía hacia su nuevo barrio, los nuevos residentes rescataron a Paddington, pero con una diferencia: ahora el oso pone en la ventana dibujos de los sitios en los que ha estado y ha cambiado su sempiterna gabardina por todo tipo de modelos. El día que saqué esta foto llevababa camiseta de Superman, pero el viernes lo vi de albornoz rosa.