New Lanark no es especialmente llamativo. La arquitectura es muy regular y el atronador ruido de los rápidos te acompaña donde quiera que vayas. Sin embargo, este pueblo ha sido el hogar de soñadores y visionarios durante más de doscientos años.
La aldea se fundó en 1785 para dar residencia a cientos de trabajadores de la industria algodonera, que aprovechaba la energía de los rápidos y cataratas del río Clyde para hacer funcionar sus molinos. Diez años más tarde un tal Robert Owen se hizo cargo. Aunque las condiciones de trabajo eran normales para la época, Owen las creyó insuficientes. Se ocupó de que sus empleados reservasen la sexta parte de su jornal para crear un sistema sanitario universal (el germen de la Seguridad Social). Con los fondos obtenidos en la tienda del pueblo (donde los precios se mantenían lo más bajos posible), se creó la primera guardería de la Historia y un colegio donde los niños asistían en jornada completa hasta los diez años, pudiendo hacerlo hasta los doce si querían. El castigo corporal como método pedagógico estaba prohibido. Además se creó una escuela nocturna donde estudiar hasta los veinte años. Gran número de personalidades visitaban las fábricas para comprobar la viabilidad de un ambiente industrial rentable con una fuerza de trabajo saludable y satisfecha. New Lanark se convirtió en el símbolo del socialismo utópico.
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Catarata Cora Lynn, una de las que abastecen de electricidad a New Lanark |
En su mayor apogeo, la población llegó a los 2.500 habitantes, pero fue disminuyendo con la llegada de métodos industriales más mecánicos. El declive continuó a medida que las exportaciones de algodón de otros países bajaban de precio. En 1968, la última fábrica cerró. Residencias y viejos molinos se dejaron a merced de los elementos.
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Ruecas en funcionamiento |
Las turbinas de 1929 vuelven a aprovechar los rápidos del Clyde para -con la ayuda de una central hidroeléctrica moderna- abastecer de energía renovable al pueblo y parte de los alrededores.
Los edificios más emblemáticos son pequeños museos.
Todo el pueblo es accesible en silla de rueda (que puedes pedir prestada) y los museos cuentan con guías en veintiséis idiomas, letra grande y braille.
Los molinos no cardan algodón, pero sí lana, que hoy es más rentable.
Hay un cómodo hotel con spa, un hostal, varias tiendas y una cafetería. La cafetería, a pesar estar en medio de una atracción turística y de carecer de competencia, continúa el espíritu de Owen al ofrecer un menú variado, hecho con productos locales o de comercio justo y a precios muy razonables.
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El molino más antiguo, hoy hotel y spa |