04 octubre 2010

India (VII) KHAJURAHO y más


En Khajuraho visitamos el templo de Kandariya Mahadev y su entorno. Es una amplia zona de césped y calles salpicadas de construcciones religiosas de la época medieval y uno de los lugares más significativos del tantrismo.

El nombrado templo – esbelto y bello – alberga en sus paredes a centenares de tallas de motivo erótico: metros cuadrados de elegía en piedra al amor carnal.

Lo recorremos y admiramos durante un buen rato, también otros monumentos, un museo, paseamos por el complejo y nos sentamos a beber un refresco para dar por terminada la estancia. “Por la concupiscencia al cielo” pienso cuando cruzo la salida en dirección al autocar.

Ciento sesenta kilómetros de carretera y en el lejano horizonte nuestro siguiente alto.


ORCHHA.


Ciudad decrépita de 8000 habitantes por la que deambulamos con parsimonia y curiosidad. Nos diluimos en sus calles, nos fotografiamos con sus gentes y acudimos a su monumento emblemático: el Palacio Real.

Amplio, de roca y altos muros con influencias chinas, poco cuidado, de tres pisos con varias terrazas y escaleras, balcones colgantes e innumerables paredes de celosía.

Pasamos entre sus piedras una parte de la mañana y seguimos camino... Sólo 12 kilómetros de carretera y ya nos encontramos en la que será nuestra nueva estadía:

GWALIOR

En esta población, en lo alto de una colina, destaca una extensa construcción defensiva: el Fuerte de Gwalior.

Desmesurado y prepotente, permanente vigía de todo lo exterior a sus más de 2 kilómetros de perímetro, protegido por muros de 10 metros de altura que unen una serie de torreones circulares y un guiño de coqueteo con sus adornos de cerámica azul. Erigido para ser inexpugnable, hoy se nos presenta dócil y nos deja participar de su vastedad y belleza.
                                                                              
Cuando ya lo dejamos a la espalda, y sin terminar el descenso, nos paramos ante unas esculturas labradas en la misma piedra del monte. Y seguimos hacia la estación.

Otra vez hemos de tomar el tren. En esta ocasión, la estación es pequeña y el tramo a recorrer también: 160 kilómetros. Viajamos en un vagón sin compartimentar, con aire acondicionado y un refrigerio servido por un azafato. También hay prensa y vemos en ella las fotos del accidente ferroviario que hubo el día anterior con más de 60 muertos.

Cuando nos apeamos, las primeras tinieblas nos anuncian descanso. Nos vamos al hotel persuadidos del disfrute que traerá el día por venir. Estamos en AGRA

7 comentarios:

  1. Ha sido un gran placer seguir viajando con vosotros. Abrazos y buen viaje.

    ResponderEliminar
  2. No rompas el billete, don fernando, que aún queda alguna etapa más.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Que pasada...se me hace raro pensar que haygente viviendo cerca de esos sitios, me los imagino como perdidísimos y abandonados en una selva remota.

    Esas tallas no dejan mucho a la imaginación, por cierto ;P

    Un saludo :)

    ResponderEliminar
  4. Sí, Explorador, tienen un aire de soledad. Yo creo que contribuye mucho el color gris del cielo.
    En cuanto a lo explícito de las tallas, pensé que entre los canteros se debía practicar el culto al onanismo.
    Gracias por la visita.

    ResponderEliminar
  5. Delicioso recuerdo de la extensa jornada de aquel día (preludio de diluvio universal incluido durante el trayecto en bus, ¿verdad?).

    Leerte significa regresar a cada momento vivido en aquel país, con las emociones a flor de piel.

    Gracias, una vez más.

    ResponderEliminar
  6. Me satisface que sea mis letras te sirvan para algo grato. A mi me ocurre lo mismo con tus comentarios.
    Sé feliz

    ResponderEliminar