
Sentado en las losas de la calle Real y con la espalda apoyada en la pared, con ternura y como un autómata acaricia el vientre de su perra que sostiene sobre las piernas; el resto de sus músculos parecen anquilosados por la dureza del vivir. Estoy muy acostumbrado a ver el cuadro: es Jorge, el mendigo de la perra.
El sábado, junto a él, tenía un cesto de lona con ruedas, de los usados para la compra diaria; dentro, seis simpáticos cachorrillos a los que, con toda delicadeza, trasladaba a una caja de cartón para que pudieran disfrutar de una mayor holgura. Para darles de comer estableció tres turnos y por parejas les distribuía la manduca. Gratuito espectáculo para los transeúntes.
Un niño se acercó y la madre de los perrillos –más atenta que el padre del infante- hizo un gesto amenazador hasta donde le permitió la correa que la sujetaba. Ignoro si hubo herida – debo ser cauteloso con lo allí escuchado de tantos y con tantas versiones - y los pormenores de la posterior queja o denuncia ante las autoridades municipales.
Cuando dos horas más tarde volví al lugar, le rodeaba mucha gente, un vehículo de la policía hería la noche con sus luces intermitentes, otro coche de la perrera se paraba, y un desolado Jorge sollozaba al ver que le llevaban la perra: su compañera y única propiedad, la madre de la prole que tiene a cargo.
Desaparecieron los agentes municipales, el perrero y los curiosos. Una ola de desesperación inundó el alma del mendigo, como sus lágrimas la camiseta que llevaba. No escuchaba a nadie y el dolor –por el desamparo que sentiría el animal más que por su propia soledad- le hacía implorar comprensión y ayuda a un Dios que sabía dormido.
Un grupo de conmovidos ciudadanos se quedó tratando de darle un consuelo que él no quería recibir... Sin embargo no estaba solo: hubo gente que se preocupó y ayudó en lo que pudo; y sobre todos, una mujer de buen corazón, con titulación de abogada, plena disposición y generosa en dinero y tiempo. Cuatro días más tarde, consiguió que estuviese reunida “la familia”.
Larga vida a todos.