Emperador Prudente |
Cuando el cura sacaba el plato de comida, todos los gatos se apelotonaban alrededor del cazo, menos Prudente. Él esperaba. Una vez saciada la mayoría, dejaba que las crías comiesen. Sólo entonces tomaba las sobras y se iba.
Con el tiempo, aquel gato fue descubriendo otros territorios, otros felinos y otros cazos. La escena siempre era la misma: aglomeración y lucha, prudente espera y sobras.
Jaspeado y gris, Prudente era la definición de vulgar. Pero hizo familia entre los gatos y amistad entre los humanos. Su carácter le hizo popular entre los vecinos, que se aseguraban de que siempre quedase comida para aquel animal tan galante. La gente se preocupaba por él y comentaba sus andanzas como si de un igual tratasen.
Fueron pasando los días y las peleas. Los gatos que se apelotonaban por la comida desaparecían, envenenados unos, otros infectados por heridas de guerra. No pasó mucho tiempo hasta que Prudente fue el único gato callejero de su generación vivo. Los dominantes, los impacientes, los ambiciosos, los temerarios... todos fueron cayendo en el olvido mientras el gato que cedía su turno a las crías los dejaba atrás.
Un tal Claudio |
Hace tiempo que no veo a Prudente, pero su historia se reencarna de muchas formas para quien quiera verla. Desde el emperador Claudio hasta hoy, la humildad, la generosidad y la paciencia son, a veces, un indicativo de astucia.
Bonita historia, me la quedo para un momento oportuno. Por cierto, lo de los juguetes lo acerté. Gracias y Salu2!!
ResponderEliminarEnhorabuena por acertar lo de los juguetes. Yo aún estoy intentando entender qué pasa por esa cabeza :-D
EliminarLa historia se repite más de lo que parece. Prudente para el resto de los gatos era nadie. Así ocurre entre los humanos, el cauto es invisible.
Buenas, vi un artículo suyo de hace algun tiempo, en el que trataba sobre las salidas de trabajo de Física. Tambien vi que trabaja en un hospital oncológico. Si no es mucha molestia, me gustaría poder contactar con usted, porque me quiero dedicar justamente a eso, y me gustaría saber como llegar hasta ahí. Se me olvidaba decir que si Dios quiere, empezaré mi carrera el año que viene, y estoy planteandome que estudiar x).
ResponderEliminarMuchisimas gracias de antemano, y un saludo :)
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EliminarMe gustan los gatos. Me han gustado siempre. Su talante independiente, observador, astuto si se quiere, hace que uno les tenga respeto y cariño al mismo tiempo. ya no digamos la labor de limpieza limpia que hacen cuando permanecen en lugares dónde inevitablemente roedores y lagatijas prtende hacer su agosto. Parece que hay una cierta sincronía de vibraciones entre estos felinbos y determinados humanos. Tal vez no sea demasiado científico lo que digo, pero muchas veces estos gatos se acercan cariñosamente a determinadas personas, mientras que con otras parecen no congeniar. ¿Será verdad que adelantan cietos acontecimientos que previamente olfatean su fino olfato y/o percepción?. Bueno, bravo por Prudente. En la prudencia parece que está parte de una cierta mesura. Aunque lamentablemente Miércoles, este mundo en el que nos ha tocado vivir, parece que es sólo para los osados. A los demás parece que no les corresponde su sitio y su anclaje... Me uno a Prudente y forma de estar en la vida.Saludos.
ResponderEliminarCreo que los gatos no tiene dueños, tienen "colegas" y, como nosotros, buscan amistad entre quienes tengan una personalidad más afín. Quién prefiere los perros es que no ha conocido al gato adecuado, a ese gato que está contigo porque quiere y que es de lealtad férrea, pero no ciega, sino ganada.
EliminarEn cuanto a que predicen ciertas cosas, eso es indudable. Aquí va un ejemplo publicado en una de los más prestigiosas revistas científicas:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2007/07/25/medicina/1185378818.html
Discrepo en que este mundo sea de los osados. En la definición de osadía va implícito el riesgo. Esta recesión nos enseña qué pasa a la larga con los amantes del riesgo. Lo que ocurre con este tipo de personalidades es lo que comentaba con FJGN, que son invisibles. Recuerdo un trabajo en el que teníamos tres jefes de sección, dos jóvenes ambiciosos y uno más "prudente". El jefe siempre alababa a los dos agresivos y el consenso general era que el otro era "un pedazo de pan" que se llevaba las sobras. Tras una sesión de puñaladas traperas digna de Falcon Crest entre los dos dominantes para conseguir más horas del personal, cogí papel y boli y me puse a calcular quién había ganado más. No sé cómo lo hizo, pero, hasta hoy, creo que el jefe prudente y yo somos los únicos que nos hemos dado cuenta de que fue él quien consiguió más recursos, y sin ni siquiera pedirlos. La gente hace colas (literalmente) para trabajar con él, pero aún ahora pregunto qué tal está y el resto sigue diciendo "ya sabes, como siempre, un pedazo de pan", como si fuese un caso perdido. Lo dicho, astucia en estado puro.
Esto se resume en "A la chiquita callando"
EliminarPrecioso relato. Auténtica fábula que podría firmar Esopo. Lástima que el ejemplo no cunda donde debe.
ResponderEliminarSaludos
Por curiosidad ¿en dónde crees que debe?
ResponderEliminar¡Buena fábula! Y menudo salto mortal al relacionarlo con Claudio. Sabes, no he podido evitar relacionar la historia del amigo Prudente con las portadas de los periódicos. Larga vida a los que son pacientes y generosos con las nuevas generaciones.
ResponderEliminarSaludos.
Me gusta la historia de Claudio. Pena que echara todo a rodar con la elección de la parienta (las dos veces).
EliminarLos periódicos...¿Hasta qué punto crees que la gente que sale en los periódicos es la que realmente mueve el mundo?