06 octubre 2012

Ceasefire: la lucha de un hombre contra la violencia callejera

David Kennedy no ha ido a la universidad. No tiene calles a su nombre. Nadie lo busca para hacer una película de su vida. Pero este hombre enclenque y melenudo ha salvado miles de vidas.

David Kennedy
Kennedy creció en Detroit. Estudio Filosofía en un colegio profesional. Se mudo a Boston en 1980, donde trabajó como redactor por encargo. Uno de sus primeros trabajos fue recopilar casos de estudio para una reunión de jefes de policía, criminólogos y especialistas en justicia criminal de Harvard. Para ello Kennedy se montó en las furgonetas patrulla de los barrios mas conflictivos de Los Ángeles durante casi diez años. En 1994, el Instituto Nacional de Justicia le dio una beca para analizar la violencia entre los jóvenes de Boston.

En 1996, el equipo de Kennedy presentó "Operation Ceasefire"("Operación Alto al fuego"), un plan de acción que las autoridades policiales bostonianas acogieron con entusiasmo. Seis meses después de su aplicación, el numero de homicidios en la zona caía un 71%. El método se extendió a otras ciudades. En Chicago, los homicidios disminuyeron un 37% en año y medio. En High Point (Carolina del Norte) se consiguió que un mercado de drogas al aire libre que llevaba operando más de veinte años cerrase en dos días. En 2007 Operation Ceasefire llego a Cincinnaty. En 2008, el numero de homicidios relacionados con pandillas en esa ciudad bajaba un 50%.

En el 2008, el método de Kennedy llega a Europa de la mano de Karyn McCluskey, que propone la idea en Glasgow. Los delitos violentos disminyeron un 46%, los no violentos un 34%, la posesión de armas un 85% y las peleas entre pandillas un 73%.

Aplicar Operation Ceasefire no es sencillo.

Karyn McCluskey en Glasgow
Se empieza con un trabajo de campo de la policía para identificar a delincuentes y sus conexiones con el resto del vecindario. Una vez se tiene pruebas de sus actividades delictivas y se entiende su entorno, se les obliga a asistir a una "reunión de intervención" en un juzgado.

En la primera parte de la reunión, la policía muestra a los delincuentes vídeos, pruebas forenses, informes, etc. El mensaje es simple: Sabemos quién eres, con quién andas y con quien te peleas. Si quisiéramos podríamos detenerte ahora mismo.

En la segunda parte, se llama a vecinos y gente afectada por la violencia. Un anciano temeroso de cruzarse con ellos en el camino para recoger su pensión. Un medico de urgencias que explica la dificultad de atender a las víctimas de cuchilladas. Madres que describen el dolor del día a día con un hijo mutilado o muerto. Pandilleros que ha cometido un asesinato en su adolescencia y describe el remordimiento y la vida en la cárcel...

Finalmente, se ofrece dos opciones: Un teléfono de ayuda, o la puerta.

Si se escoge el teléfono, a las 24 horas de llamar, los pandilleros son evaluados por un asistente social para ver si necesitan tratamiento por drogadicción. Luego se les ayuda a acceder a educación, a servicios de salud, se les da asesoramiento para encontrar trabajo y ayudas sociales.

Si se vuelve a delinquir, la policía no carga sólo contra el responsable. Ante la más mínima sospecha, redadas, detenciones y multas lloverán sobre el delincuente, su familia y sus amigos.

Operation Ceasefire no es la panacea. En Minneapolis el método fracasó porque la diligencia y la sincronía necesaria entre servicios sociales, policía, justicia etc es grande. El diseño de las reuniones, el trabajo de campo y las charlas se han de hacer cuidadosamente, con una atención casi individualizada para cada delincuente. A veces un descuido puede tener un efecto opuesto al deseado. Aún así, Operation Ceasefire ha probado ser un plan barato y efectivo.

En la actualidad, David Kennedy es profesor en el Colegio John Jay de Justicia Criminal en Nueva York, donde anónimamente sigue investigando posibles mejoras y nuevas aplicaciones de su método.

8 comentarios:

  1. Vaya con este señor Kennedy, todo un héroe anónimo junto a otros. Los norteamericanos son muy aficionados a las estadísticas, en cualquier caso, sí parece ser un éxito total, más allá de los tantos por ciento.
    Con el palo no es suficiente, hay que abrir una puerta. Me imagino las reuniones, el trabajo de asistentes sociales y polis. Tremendo, delicadísimo. Un artículo esperanzador.
    Saludos.

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    1. No sólo a las estadísticas. Las sesiones de grupo, los testimonios lacrimógenos, la venganza estilo "Harry el Sucio" si se desmandan... La idea rezuma americanidad por todos sus poros. De hecho las autoridades policiales en Manchester y Londres rechazaron aplicarla porque al oír sobre los grupos dijeron que "en este país las cosas se hacen de otra forma". Después de los disturbios del año pasado Cameron quiso hacerles tragar esas palabras por ley, pero me parece que aún no han hecho nada.

      En los enlaces a "aplicar operation ceasefire" y "Karyn McCluskey" hay descripciones a una sesión de intervención americana y otra en Glasgow. Sí que dejan la carne de gallina.

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  2. Suena interesante. La idea parece sencilla, pero efectiva. Te ayudaremos, pero si no cumples, serás tratado como alguien responsable de tus actos (y si cumples, también, ahora que me leo). En España una parte funciona relativamente bien, y otra es un desastre. ero supongo que no es fácil.

    Un abrazo :)

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    1. Más que sencilla, parece lógica. A mi la aplicación me parece muy complicada. El trabajo de campo de la policía dicen que es la parte fácil, pero escoger los temas y oradores para que los delincuentes empaticen o -aquí sería el escollo en España- contar con los medios adecuados para la reinserción, eso ya es más complicado.

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  3. Qué cosas que aprendo contigo...! Y también te echo de menos que hace mucho que no sé nada de ti ! Besos y cuidate !

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    1. Me alegro de que aprendieses algo.
      Tengo dificultades para comentar últimamente, pero te sigo leyendo ;-)

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  4. Como dices, me parece un plan muy complejo. Hay muchos engranajes en este reloj. Pero, claro, acabar con la violencia es mucho más difícil que incentivarla. Y desde luego, siempre merece la pena el esfuerzo.

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    1. Creo que es por esa complejidad por lo que no se ha hecho famoso.

      Al parecer, merece la pena ya sólo desde el punto de vista económico, porque el gasto en mantener una población presidiaria que no se va a reinsertar es enorme.

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