16 abril 2014

Conflicto generacional




Están en la mesa de al lado donde yo saboreo un café, observo y escucho… Parecen abuelas más que madres, pero la conversación que mantienen  confirma que son lo segundo. La más corpulenta, con gesto resignado, se queja de los malos resultados académicos de su hijo que no escucha las reprimendas de su madre y a la que contesta de manera jocosa unas veces e insolente otras. Su compañera de mesa, enérgica y resolutiva, se desgañita en explicarle la conducta a seguir para corregir el proceder del joven. Yo, entre sorbo y sorbo, entre frase y frase, pienso… 

 El diálogo entre padres e hijos ha mejorado mucho, mas no siempre el número de palabras intercambiadas entre personas es proporcional al entendimiento entre ellas. En muchos casos el hijo sigue siendo un abnegado incomprendido por sus padres y éstos, ante sus vástagos, víctimas de la esquizofrenia adolescente prolongada hasta los 30 años.

El trato entre generaciones  es ahora más sincero, fluido, sencillo y cálido al estar exento de normas que antaño tanto pesaban y que lo hacían parco y rígido. También más irrespetuoso. Es muy frecuente que un progenitor  yerre doblemente al no saber exigir el respeto merecido y no saber darlo en la parte obligada.

 Los adultos han ido concediendo cotas cada vez más altas de tolerancia a sus jóvenes, llegando éstas a ser desmedidas y transformándose en caprichos en muchos casos. Por el contrario, en el otro sentido, los adolescentes tienen la persuasión de que sus padres han de ceñirse a ciertos límites sin traspasarlos: si ahí se han dejado guiar voluntariamente, ahí han de permanecer, piensan los menores.

Así reflexionaba yo y así seguirán las cosas por los siglos de los siglos. Es sabido que el conflicto generacional es un camino estrecho que exige cintura para serpentear por él.

4 comentarios:

  1. No sé si se ha borrado el comentario. Decía que sí, que la comunicación es mejor ahora, y que un gran número de palabras tampoco asegura una mejor comunicación. La que tengo con mi hija es mejor que la que tenía con mi padre, de vieja escuela. Y estoy de acuerdo, los padres no son los colegas. Y se nos olvida la disciplina, algo que nos agradecerán de mayores. Dicho esto. También los padres estamos un poco locos y desubicados, como ellos.
    Y, como señalas, ahí hay algo que chirría y es fuente de mil conflictos: con 22, con 25, uno ya es adulto. Estar en casa de los padres crea un conflicto, para ambas partes. ¿Queremos irnos con el iphone, los muebles nuevos y una cocina de película norteamericana? Sí, pero también los alquileres son caros. Conflicto generacional, antes, ahora y mañana.
    Saludos.

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    1. Sí, Igor.Mejoran aspectos, se pierden otros y cambian muchos. Normal que aparezca la desubicación general y la indecisión ante situaciones que en otros tiempos parecian de solución evidente. Es obvio que una persona de 25 años hoy se parece muy poco a la de la misma edad de hace 40 años.
      Saludos.

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  2. Desde luego, esto es tan imparable como poner puertas al campo. Lo único que se puede hacer es tener el oído atento (la mente abierta y despierta, quiero decir) y poner la mejor intención.

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    1. Eso es, dafd: atención e intención; trae el río sus aguas y debemos evitar que si se desborda no cunda la desgracia. Saludos y gracias por la entrada.

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