Sin alzar la voz, casi susurrando, los dos caminantes gozan de la palabra como la más placentera
fruta del atardecer; degustándola a cada paso en concordancia con la quietud y
el amplio horizonte que les acoge. Nada
perturba su plática: un remanso en el fluir vital, otrora lleno de cataratas y
rápidos.
No importa el tema (el último libro, el próximo viaje, la paternidad, el soberbio autor que pasa desapercibido y la mediocre
obra de la que todo el mundo habla…). El maestro, con afabilidad y sapiencia,
suelta al aire pensamientos y sentencias que el aprendiz recoge con gozo y
gratitud, como obsequio inesperado, como
refrescante lluvia en tarde
bochornosa. Y como neófito percibe la complacencia del instante, el latir del universo proyectado sobre el suelo
que pisa y el roce de lo inefable.
Se despide del maestro al final del camino, contempla el paraje de ocre pálido moteado de
lamparones verdes, llena sus pulmones
del tibio aire y el alma se regocija con la satisfacción de la apetencia colmada.
Si hay una palabra para definir todo lo expresado en este bellísimo relato, esa sería armonía. Y tal vez vaya acompañada de otra que va de la mano que sería serenidad. Ambas han quedado reflejadas no sólo en el paraje y la fotografía que recoge el momento, sino también en la expresión de la palabra escrita. La verbal fue anterior. Gracias por compartir pensamientos y encuentros conjuntamente con dos bonitas fotografías. Un saludo.
ResponderEliminarArmonía y serenidad... ¡Eso es la gloria! Si un cachito de esa gloria he podido yo transmitir aquí, muy satisfecho quedo. Yo soy el agradecido por tu lectura y tan buena crítica. ¡Saludos dominicales!
ResponderEliminarCaramba... Siento envidia de esa serenidad, ese estado, de tan raro e infrecuente, considerado como escaso. Preciosa la entrada en su letra y en la lírica que encierra la letra. Parece que el tiempo se detenga, realmente. Además del gozo de la palabra y la fluidez de ésta, está la naturaleza ahí al fondo, una auténtica celebración.
ResponderEliminarSaludos, afortunado Demián.
Afortunado me he sentido porque es de esos momentos en que un conjunto de circunstancias del mismo signo favorable se unen pillándote en el vórtice de lo que acontece. Tiempo, espacio y persona convergiendo en deliciosa oportunidad. ¿Y si las casualidades no existieran? (Aquello que se decía en "El retorno de los brujos" que seguro has leido) Un abrazo.
EliminarSon momentos tranquilos, serenos y naturales; maravillosos de vivir y de recordar. Para eso están la escritura y la fotografía.
ResponderEliminarBonito.
Saludos!
Así es, José. La escritura se hace más fácil y la fotografía mero trámite. Agradecidos saludos.
ResponderEliminarEs un gusto pasear con alguien que tiene algo interesante que decir, sobre todo rodeados de esos lustrosos árboles que ahora deben de estar adornados de rojo (aunque no suelen elegir los sitios más cálidos y acogedores precisamente).
ResponderEliminarEs obvio que fue ese placer de un extraordinario paseo (buena compañía y lugar especial) lo que impulsaron la escritura de este post.
ResponderEliminarSaludos, dafd