23 febrero 2015

Si tu me dices ven ¿Qué hago?

Esta noche, tras plantar el habitual beso o siete de buenas noches en la mejilla de mi hija, ella me dijo “mejodez amigaz paziempde”. Precioso espejismo, pero eso es todo lo que es. No todas las relaciones entre madres e hijos duran toda una vida. Muchas se enfrían hasta helarse. ¿Por qué unas siguen y otras no?

Las estanterías de librerías y bibliotecas se llenan de libros que prometen el “paziempde” en rápidas recetas, recetas que se cocinan principalmente los primeros años, a veces con una dosis de recordatorio en la adolescencia. Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, no a los que son hijos, sino a sus padres y abuelos, no veo la relación. Madres de las que en nuestra infancia bromeábamos llamándolas “una desgracia como otra cualquiera” ahora nadan en el amor de hijos y nietos, mientras otras de apariencia más normal marchitan entre cotilleos y películas de medianoche.¿Qué ha ocurrido?

Observando a los hijos, hay una cosa que me llama la atención: ninguno mayor de treinta años guarda rencor a sus padres por los sufrimientos de infancia. Desde alcoholismo a abandono pasando por problemas de salud mental, el hijo se adapta y, viva lo que viva, lo convierte en su definición de “normal”. Pero el que se vea normal no significa que se considere un ejemplo o un ideal.
Las amigas, Gustav Klimt 1917

Si conocer al hijo no me sirve para establecer predicciones, mirar a la madre parece más revelador. Frases como “mi hija es una despegada, no es nada cariñosa”, “mi hijo nunca me llama” o la más llamativa, “sólo se acuerdan de mi cuando necesitan algo”, son la marca de una mujer que ve la paja en el ojo ajeno e ignora la viga en el propio.

Es una conocida ley de vida que el amor del padre al hijo se da, pero el del hijo al padre se gana. Por eso, si el hijo no descubre un amor mejor, tal vez la mantenga a la madre en su vida pero, si recibe palabras de afecto de otros labios que no reprochan, si tiene ayuda de otras manos que no piden, si otros hombros recogen sus lágrimas donde la familia las niega o utiliza, la madre se volverá redundante.

Donde hay cercanía hay roce. No puedo esperar que mi hija y yo seamos “amigaz paziempde” como mi mofletudo ángel sugirió esta noche, pero espero que, si no espero nada, quizá podamos serlo casi siempre. Si no es así, me quedará el consuelo de saber que ha encontrado a gente que la quiere mejor.

10 comentarios:

  1. Todos somos tan imperfectos. Pero tienes razón, dentro de toda imperfección, el cariño se impone. Todos lo buscamos.
    Bonita anotación.

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    1. Si. De hecho esto vino por conocer a dos personas que sufrieron similares abusos por parte de sus madres. En un caso se dejaron de hablar y en otro no. Un hijo puede aceptar actitudes horribles si el padre sabe retornar el cariño, aunque sea a muy avanzada edad.

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  2. Hay algo demoledor que es una verdad pequeña aunque multiplicada en millones de hogares en todo el mundo, esas personas que "mientras otras de apariencia más normal marchitan entre cotilleos y películas de medianoche." Así es. Es exactamente así y nunca lo he leído en un periódico.
    Sobre hijos y madres y hasta pobres padres. Hombre, hay un elemento aleatorio. Pero sí que es verdad que muchas veces, muchas, los hijos replican los modelos de los padres. No se puede reprochar a un hijo ser frío si lo es la madre o el padre o ambos. Y así avanza la humanidad, entre soledades. Y como dices, es garantía de amor el amor dado. Aunque no es una póliza 100% segura. ¿Amigas para siempre? Bueno, igual sí.
    Saludos.

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    1. Creo que más que componente aleatorio lo que hay es circunstancias fuera de nuestro control.

      Efectivamente madre o padre es totalmente intercambiable. Al principio escribí el artículo usando el neutro para los progenitores y, como también lo hago con los hijos, al final empezaba a necesitar aclaraciones que lo hacían más engorroso de leer.

      Me parece que cualquier padre cambiaría el "amigas para siempre" por "hijo feliz casi siempre". Creo que lo segundo, más que lo primero, es el objetivo.

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  3. He reconocido a muchas personas en estas líneas, para bien y para mal. Por suerte en mi camino he encontrado quien me quiera bien en distintas categorías, en aspectos que no le corresponden a mis padres, que tienen su lugar asegurado, pero de otra manera.

    Y mejor así.

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    1. Efectivamente, "mejor así". Cada uno debe tener su parcela, que no tiene que ser la misma siempre según pasa el tiempo. Amigos y familiares debemos adaptarnos a las necesidades de los que nos quieren si queremos seguir teniéndolos en nuestra vida. No siempre es fácil. Unas veces merece la pena con creces, otras no.

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  4. La relación padres/hijos evoluciona de forma asombrosa a lo largo del tiempo. La adolescencia nos quita el velo de la admiración a nuestros padres, como la madurez nos amplía el foco hasta llegar a comprender muchas cosas y regresar a la admiración en la vejez de nuestros padres. No has recetas. Solo sirve "Estar ahí" y evitar la tentación de juzgar.

    No deja de ser una opinión, claro.

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    1. Lo de "evitar la tentación de juzgar" es algo que se me había pasado, pero es fundamental. Además es muy difícil cumplirlo siempre con alguien que has visto crecer día a día.

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  5. Uf, qué será el mañana. Creo que cada una al final lo hacemos lo mejor que podemos teniendo en cuenta miles de factores. Con mucho amor digo yo que al final algo queda. Aunque veo también distintas respuestas por parte de los hijos ante una misma madre y una manera parecida de criarlos...

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    1. Naturalmente, cada uno tenemos nuestras necesidades. Por eso ningún libro nos va a dar la receta. Como hijos también entendemos eso.

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