05 julio 2016

Corín Tellado



Una vieja revista de fotonovela de Corín Tellado (1927 - 2009) estaba tirada al lado del contenedor de basura. Decolorada, sus arrugas marcaban el medio siglo de antigüedad. Se despertó mi curiosidad por el autor del depósito y la nostalgia de un tiempo ya tan lejano.

No leí ninguna novela de Tellado. El prejuicio de falta de calidad literaria y el calificativo de “rosa” eran motivos suficientes para que nunca un libro suyo estuviera entre mis manos. Sin embargo no puedo decir lo mismo de sus fotonovelas. A mis 14 y 15 años he leído unas cuantas, ignorando si alguna de ellas llevaba la firma de la escritora más leída en España después de Cervantes. En esa edad los prejuicios eran otros. Ver sobre el papel las fotografías de bellas mujeres cortejadas por apuestos varones con diálogos cortos adosados; con ingredientes tan sabrosos como los celos, el engaño de la arpía o la desinteresada entrega de la sincera enamorada, eran material inmejorable para el despertar hormonal del adolescente que entonces era. La concupiscencia implícita y el deseo carnal que aquellos relatos aportaban se diluía como perfume en mi alma inquieta de bachiller, un escape imaginativo en el desbarajuste de mi cabeza infantil, el remanso placentero en una encrucijada de corrientes.
Aquellas revistas (nunca compradas) distraían, estimulaban y transportaban a una vida compensatoria de la infancia pobretona y cuasi sórdida que tantos llevábamos, a una esperanza en el devenir que arrasaría los días de impotencia y sumisión.
Las escenas del chico pulcro y bien vestido  descendiendo del deportivo descapotable ansioso por manifestar su amor a la rica heredera, a la criada perfecta o a la despampanante cínica, me conmovían  y me hacían cautivo de sus páginas... Y con la última, tras un corto periodo de arrobamiento,la burbuja de la fantasía estallaba en el aire y yo volvía a ser el niño del cine de domingo y criatura insignificante y atribulada el lunes, de vida perfilada por sotanas negras y profesores de vara en ristre; el niño de estrecha espalda cargando axiomáticas mentiras que sentía como quincalla pesada...El niño que deseaba estar de nuevo ante otra historia donde las vicisitudes y pugnas de amantes puros, mujeres enamoradas y malévolos terceros a los que solo el egoísmo movía culminara con el triunfo  del amor.





No hay comentarios:

Publicar un comentario