Hoja
en forma de corazón
que
a mí llegas.
Roja
como mi sangre,
como
mi alma roja
a
todo lo demás ajena.
En
tu caída lenta
conmigo
juegas,
hurtas
mi atención
y
me desesperas:
me
urges en tu caída
cuando
yo te quiero plena.
Te
miro y ya es
tu
reverso lo que veo,
desciendes,
giras,
me
ignoras en tu vuelo,
y
caprichosa a tierra bajas
cuando
ingrávida te quiero.
Pero
es así la ley
para
cuerpo pesado o ligero,
y
yo, sujeto pretencioso,
que
observo y no comprendo
como
en el suelo sentado
deseo
para ti el cielo.
Y el tiempo se detuvo mientras la hoja caía, ingrávida un instante.
ResponderEliminarYo también la quiero plena, y el cielo entero para ella.
Un abrazo, Demián.
El tiempo... queriendo o sin querer siempre aparece. Sin esta dimensión mi mundo se queda a la deriva.
ResponderEliminarUn abrazo.