Camina erguida, despampanante, imperturbable, acapara las miradas del que se acerca, asegura sus pasos en la propia complacencia y exagera su contoneo en la certeza del deseo que provoca.
Viste de rojo. De rojo va cubierta la incandescencia de sus labios, y rojas son sus uñas acariciando el aire. Cabello voluminoso y escotado pecho, glúteo de molde irrepetible, sus tacones parecen herir la piedra.
Va por el centro de la calle, izquierdas y derechas de ella se prendan, es su posesión obsesiva meta qué, alcanzada, será confluencia de todas las envidias.Dobla la esquina y, sonriente, saluda a Narciso. Éste le contesta embelesado: hasta siempre Vanidad.
Oh, qué mezcla. De símbolos y literaturas. No sabría decir que es lo que me ha gustado más, si el significado o la descripción. Me ha entusiasmado ese trazo de la mujer (supongo) deseada.
ResponderEliminar"asegura sus pasos en la propia complacencia y exagera su contoneo" esto lo he vivido y visto muchas veces. No es fácil remacharlo en palabras. Es ella, que quiere mostrarse al mundo y hacer del deseo un arma, quizá un arma para el amor propio que siempre está dolido.
Un disfrute para el paladar. Ayer mismo en Paseo de Gràcia la vi. Bueno, era dos contoneo perfectamente estudiados.
Saludos.
Mi vanidad, como la prima de riesgo, ha subido un montón de puntos y tus elogios son los culpables, penitencia dura mereces, pero yo no puedo más que darte agradecimiento.
EliminarUn abrazo
Porque más que "herir la piedra" es como si la hundieran llegando a penetrarla. Y porque no poseo estas armas, siempre denominadas femeninas, es por lo que creo que no me encuentro con es tal Narciso al doblar la esquina. Es una pena que los Narcisos sólo oigan el repiqueteo de esos afilados tacones que hieren la piedra. Y es una pena que sólo tengan ojos para ver un contoneo de izquierdas y de derechas. Da igual, lo que importa es lo que desatan... Tu corto, tan perfecto en descripciones y tan llamativo y visual, nos da de lleno en la cara por si algunma vez no habíamos reparado en semejantes casos de vanidades, tan vacías ellas tantas veces... No obstante lo llamativo es lo que se vende. O al menos es lo que se ha impuesto por norma en sociedad. Y si, si que me ha gustado como te ha quedado Demián, lo único es que no sé como herir con tacones.Una pena, tendré que poner más ahínco y más empeño.O no estoy en el mismo molde. Saludos
ResponderEliminarClaro, tanci: nada tienes que ver con Vanidad. No son sus andares los tuyos ni sus anhelos tu meta. Cada una su camino, pero...sin competir, ella siempre ganará y, además es eterna.
EliminarUn abrazo
Madre mía cuanta inspiración!, el post...los comentarios...quería comentar pero demasiado nivel para mi mente recién despierta, entré al blog en silencio y me voy de puntillas para que nadie se percate de que estuve aquí.
ResponderEliminar:D
Pues enterado de tu paso por aquí, quiero agradecértelo. Vuelve cuando quieras, pero no tienes que hacerlo en silencio ni caminar de puntillas, siéntete cómodo y ojalá disfrutes.
EliminarSaludos
Le dijo el azucarillo al café: "Por tí, me derrito, negrito...
ResponderEliminarSaludos.
Un placer verte por este territorio, José.
ResponderEliminarQue disfrutes el café, azucarado, claro.
Un abrazo
Jaja. Nos hemos cruzado también nosotros alguna vez. Yo creo que Narciso la desea. Pero no solo desea lo que ve, un anhelo más o menos erótico. También desea lo que no: tener algo de esa vanidad de Vanidad.
ResponderEliminarMe acuerdo de la canción de Branduardi para la serie sobre San Pelipe Neri, Vanitá vanitá.
Narciso y Vanidad se complementan, se funden y se propagan... uno hacia el interior, el otro al exterior y, como no, con la banda sonora de Angelo Branduardi.
ResponderEliminarUn abrazo, dafd