06 octubre 2013

Granada


Tiene Granada buen clima, calles donde impera el bullicio y la alegría, tapas de generoso tamaño y ritmo de guitarra y flamenco; gente extrovertida  y un sinfín de visitantes. A ella he vuelto cumpliendo el propósito que 40 años atrás me había hecho y restaurando  así  lo que el paso del tiempo había debilitado en mi memoria.

Yo, que no diferencio  una soleá de un fandango, sabía que era obligado visitar el Sacromonte: antojo ineludible. Y allí me fui, con mi esposa y un matrimonio amigo, sobre las 9 de la noche; una vez  informados  por  un taxista  de un lugar que no defraudara en su espectáculo, y al que le pedimos nos llevara.
Después de una carrera por estrechas callejas atestadas de gente y con aire festivo, paró; y apeándose con nosotros  se fue al que parecía ser el organizador de la zambra, para regresar muy pronto y decirnos que enseguida estaríamos atendidos. Y así fue. Pagamos el servicio y nos despedimos.
Estábamos en La Cueva de la Rocío. Retratos en la fachada principal y bullir de gente en el patio de acceso a las adornadas y cuidadas galerías. Había comenzado ya la actuación  en la alargada cueva, ocupada a ambos lados por británicos.  A modo de cuña nos metieron  entre estos y los artistas. Tenía a mi izquierda a un flaco gitano que percutía el cajón y otro que cantaba y hacía palmas, en frente otro a la guitarra, y en el pasillo se iban turnando gitanas de vistoso atuendo y varones de chaleco brillante que  cantaban y golpeaban el suelo con ritmo y desbordada pasión. 
Fue una hora entretenida en la que, a pesar de mi desconocimiento del flamenco,  percibí emoción y belleza. Salí muy complacido de lo allí visto y, sobre todo, sentido.

El regreso al hotel  lo hicimos andando; gozando del pálpito de las calles y parándonos a contemplar  la Alhambra, que iluminada destacaba majestuosa  en la oscuridad de la  noche cálida. Cenamos en una terraza y respiramos el aire nocturno con la sensación placentera que se tiene cuando crees haber aprovechado el día. 

A la mañana siguiente nos fuimos a la Alhambra, ese extraordinario complejo palaciego símbolo del Reino Nazarí de Granada que casi todos conoceréis  y sobre el que hoy no me voy a extender. Sus salas, sus patios, y su tan fotografiada y maravillosa alberca… Todo lo he disfrutado, todo estaba como en mi primera visita de antaño, aunque con mucha más gente.

4 comentarios:

  1. Vaya viajecito. Una vez también visité la Alhambra. La verdad es que quedé encantado. Lo que me llama la atención de tu anotación es la idea de reencuentro. Ya habías estado, pero deseabas refrescar, quizá comparar con el recuerdo que llevabas. Los recuerdos maravillosos lo son tanto que tiran de uno para recuperar aquello, para traerlo a la realidad. Y yo creo que se puede ser feliz deambulando por el mismo lugar, viviendo y reviviendo al mismo tiempo la antigua visita.

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  2. Pues sí, dafd, el reencuentro. Algo que vi de estudiante, ahora he vuelto de abuelo... Y me pareció sólo un pequeño paréntesis. Algunas cosas habían cambiado: donde tenía alguna fotografía de joven ahora está acordonado; cuando antes eran 10 visitantes, ahora son 200... pero otras siguen igual, como si fuera al día siguiente.
    Saludos.

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  3. ... volveré a Granada. Y más después de esta entrada tan emocionada y vivida. Saludos.

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  4. Y no te pierdas el Sacromonte, y caminando; nada de taxi o autobús. Ya nos contarás...
    Un abrazo

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