28 agosto 2011

Amor a ti

Parece afligido y cubierto por un manto de indiferencia; su mirada en un indefinido punto próximo, sus proyectos parecen haberse extraviado en la oscuridad de la noche.

Sentado en las losas de la calle Real y con la espalda apoyada en la pared, con ternura y como un autómata acaricia el vientre de su perra que sostiene sobre las piernas; el resto de sus músculos parecen anquilosados por la dureza del vivir. Estoy muy acostumbrado a ver el cuadro: es Jorge, el mendigo de la perra.

El sábado, junto a él, tenía un cesto de lona con ruedas, de los usados para la compra diaria; dentro, seis simpáticos cachorrillos a los que, con toda delicadeza, trasladaba a una caja de cartón para que pudieran disfrutar de una mayor holgura. Para darles de comer estableció tres turnos y por parejas les distribuía la manduca. Gratuito espectáculo para los transeúntes.

Un niño se acercó y la madre de los perrillos –más atenta que el padre del infante- hizo un gesto amenazador hasta donde le permitió la correa que la sujetaba. Ignoro si hubo herida – debo ser cauteloso con lo allí escuchado de tantos y con tantas versiones - y los pormenores de la posterior queja o denuncia ante las autoridades municipales.

Cuando dos horas más tarde volví al lugar, le rodeaba mucha gente, un vehículo de la policía hería la noche con sus luces intermitentes, otro coche de la perrera se paraba, y un desolado Jorge sollozaba al ver que le llevaban la perra: su compañera y única propiedad, la madre de la prole que tiene a cargo.

Desaparecieron los agentes municipales, el perrero y los curiosos. Una ola de desesperación inundó el alma del mendigo, como sus lágrimas la camiseta que llevaba. No escuchaba a nadie y el dolor –por el desamparo que sentiría el animal más que por su propia soledad- le hacía implorar comprensión y ayuda a un Dios que sabía dormido.

Un grupo de conmovidos ciudadanos se quedó tratando de darle un consuelo que él no quería recibir... Sin embargo no estaba solo: hubo gente que se preocupó y ayudó en lo que pudo; y sobre todos, una mujer de buen corazón, con titulación de abogada, plena disposición y generosa en dinero y tiempo. Cuatro días más tarde, consiguió que estuviese reunida “la familia”.

Larga vida a todos.

22 agosto 2011

No me lo creo

Nunca digo si creo en Dios o no. Cuando encuentro a un fanático, asumo la postura contraria, a no ser que el agnosticismo le pueda irritar más. El motivo del secreto es que ambas posturas (fe religiosa y ateísmo) parecen haberse polarizado y embrutecido hasta tal punto que me da vergüenza la asociación con cualquier bando.

Los abanderados de la causa religiosa insisten en que la creencia en un ser supremo va forzosamente unida a la santidad de su iglesia favorita. Creer en un dios es lo mismo que tragar los dogmas del líder espiritual de turno. Grandes teólogos como Aristóteles, Tomás de Aquino, o Confucio son olvidados en favor de tele-predicadores (Rouco incluido). Como conocedor de la verdad absoluta y criatura elegida, el deber caritativo del creyente es llevarte por el camino hacia la luz.

Ahora parece que lo contrario a creyente es "cientifista", es decir, que se sustituye a Dios por Ciencia y a la Biblia por Nature. Un tipo montado en una caja gritando "Jesucristo te ama" es ridículo, pero el bus ateo es una idea genial. Siglos de grandes pensadores como Nieztche, Freud o Russell son
ignorados en favor de demagogos como Richard Dawkins. Como conocedor de la verdad absoluta y ser racional, el deber caritativo del ateo es llevarte por el camino hacia la luz.

Todos son victimas de la intolerancia. Todos afirman aguantar estoicamente ser perseguidos por su rectitud. Todos mas simples que un bolígrafo.

Respeto a la minoría religiosa que entiende que Dios es divino, pero sus Iglesias son humanas. Respeto a los pocos ateos que entiende que fe y razón son dos caminos destinados a no encontrarse. Al resto de la manada, solo los quiero cerca los días tontos que me levanto con ganas de incordiar.

18 agosto 2011

Brad Pitt en Glasgow

Me gusta seguir ciertas rutinas. Los Miércoles toca ir al cine. Hoy, en George Square, es un Miércoles como otro cualquiera, pero es el cine el que viene a casa.


El ambiente era particularmente festivo porque el Lunes, Hollywood aterrizó en Glasgow. O Filadelfia aterrizó en Glasgow... Bueno, el que sí ha llegado, tras alquilar un tren entero para mujer, familia y colegas, ha sido Brad Pitt. Ha venido a rodar la superproducción "World War Z", una película de zombis basada en el libro del mismo título y que transcurre en una Filadelfia post-apocalíptica. El bodrio largometraje se estrenará a finales del 2012.
Según las noticias, lo que se ve arriba es un intento de rodaje de un accidente de tráfico. Lo más parecido a acción que vi fue a un asistente que gritaba a un vecino del edificio del fondo que no se asomase a la ventana. Aún así, resulta curioso ver los taxis y semáforos amarillos, los indicadores de las calles verdes y los coches con matrícula americana.

Al parecer, gracias a ciertas ventajas fiscales, es más barato reproducir Filadelfia en George Square que rodar en América. Como se ve en la foto, no sólo escatiman en impuestos: junto al mapa de Filadelfia, sigue una papelera con el emblema del ayuntamiento de Glasgow.

Otras cosas sí se ocultan, como este buzón tan británico. Las escenas serán fuertemente retocadas por ordenador, así que disfrazar la caja seguramente no sea un problema.

Este es un curioso reciclaje: de todos los edificios de la plaza, eligen rodar en el más horrendo. El bloque de oficinas "50 de George Square" será un juzgado, completo con coches americanos aparcados, la bandera de EE.UU. y la caja de periódicos "USA Today" (que dentro guarda periódicos de Surrey).

Los periodistas intentan ganarse el cocido apostados junto a lo que sospecho es el remolque de Brad Pitt. No lo tendrán fácil, ya que se cree que el actor se ha traído a varios dobles, que se pasearán por la ciudad para despistar. Ni siquiera se sabe dónde se hospeda. Algunos medios dicen que en una mansión; otros, en el Hotel Blythswood Square.

Esta es mi imagen preferida. Traduzco:

¡ATENCIÓN!

Tras este cartel y en esta zona se está rodando una película.

Al entrar en esta zona cedes a High Command Productions Limited, sus compañías matrices, afiliadas y filiales, y a sus sucesoras, asignados y licenciados el derecho, pero no la obligación, de fotografiarte y explotar tus parecidos, voz y otros efectos sonoros en, o en conexión con, la producción, exhibición, distribución, explotación, publicidad, marketing y anuncios de una película sin ser compensado, en cualquier medio, por todo el Universo y en perpetuidad.

¡¡¡Si no estás de acuerdo con lo de arriba, no entres en esta zona!!!

Queda claro que para trabajar en el cine no es necesario saber usar signos de puntuación.

De camino a casa encontré a una conocida, también cotilleando. Su marido comentaba lo que todos pensábamos: que ahora, aunque la película salga mala, aunque los zombis nos aburran, aunque se rumoree que las dos semanas que nos cortan las calles son para una escena de ochenta segundos y aunque con los retoques por ordenador no reconozca la ciudad ni la madre que la parió, habrá que ir al cine.

12 agosto 2011

Disturbios en Inglaterra

Esta semana, múltiples barrios de Inglaterra han sufrido un aumento de la violencia callejera. Las causas no están claras. Según la BBC, se barajan teorías, desde la falta de valores familiares al racismo, pasando por las redes sociales, el rap, el sistema educativo y, como no, el gobierno. Según el London Evening Standard, la culpa es del videojuego Gran Theft Auto.

El problema se relaciona con un aumento de la pobreza y los recortes sociales del gobierno conservador. Pero esto no explica el fenómeno totalmente. El mapa de disturbios verificados de The Guardian demuestra que la violencia no se ha extendido entre las zonas más pobres (Norte de Inglaterra, Gales o Escocia), sino en barrios marginales dentro de algunas de las más ricas (Londres, Midlands y el Sur Este).
Imagen tomada por Beacon Radio

Para comprender lo que está ocurriendo es necesario entender un concepto: el de "underclass", o "subclase". La "subclase" surgió tras la II Guerra Mundial, a partir de un aumento de las ayudas del gobierno hacia las gentes más castigadas. La crisis industrial de los años ochenta asentó esta población. La "subclase" son parados crónicos. Viven de subsidios y pensiones. Si trabajan, es lo mínimo para no perder estas ayudas. Han convertido la explotación del estado del bienestar en una forma de vida. Son despreciados por el resto de la sociedad, con lo que la suya es una existencia marginal, llena de violencia, miseria y droga. Sin embargo, también es una vida fácil, heredada de padres a hijos.

La pasada década, ciudades como Londres o Birmingham vivieron una economía en rápida expansión y una población vorazmente consumista. En ellas, con los subsidios se cubrían necesidades básicas y con contratos esporádicos (que en ciudades ricas eran muy fáciles de conseguir) se podían pagar los Blackberries, las playeras de marca o la bisutería ostentosa que se convirtieron en señas de identidad de la "subclase".

Tras la crisis, los pequeños trabajos que saciaban la sed consumista de los marginados fueron los primeros en desaparecer. Además, esta gente no produce, no vota y es impopular, así que sus ayudas han sido rápidamente cercenadas por el Gobierno. Mientras, en las mismas ciudades, los ricos siguen nadando en abundancia. La desigualdad aumenta, abonando el resentimiento entre los excluidos. Cuando el joven Mark Duggan muere en un tiroteo entre la policía y un grupo de pandilleros, es la señal: el desprecio entre clases es mutuo. No hay nada que perder. Es hora de tomar las calles.
Otra imagen de Beacon Radio

La solución al problema puede ser sencilla o tremendamente complicada, según cómo se quiera ver. Como Sirventés explica en su artículo, tanto si se intenta la rehabilitación de los responsables, como si se les reprime con cañones de agua y balas de goma, estos delincuentes son un grupo tan pequeño y despreciado que la población en general acogería las medidas con la misma indiferencia.

10 agosto 2011

Amor y vida



Un joven de 17 años me comentaba que una compañera le atraía pero que no avanzaba en el trato con ella porque no estaba en edad de enamorarse. De inmediato, yo le contesté: de acuerdo en lo que dices. Me lo había dicho muy seguro y yo le había replicado en igual tono. Pasadas unas horas, en un paseo rutinario,  me pregunté: ¿hay edad para enamorarse? Recordé que yo mismo había conocido esa sensación cuando aún no me afeitaba.

 La gente que me tropezaba parecía decirme con su mirada que el amor llega y se adueña de la persona sin reparar en los años de la  misma. Yo seguía caminando y maquinando: el enamorado cambia el centro de sus pensamientos y, consecuentemente, sus actitudes son diferentes a las que antes tenía. Ahora, la persona amada es el centro de su vivir, todo lo demás pierde importancia; la época o las circunstancias del amor no son más que anécdota y romanticismo. En su vida hay unas premisas que antes no existían, todo ha cambiado.
¿Este  cambio tiene igual trascendencia a los 17 que a los 27 años?  La respuesta puede ser  la justificación del aserto del joven y  mi refrendo.  A los 27, ya se han vivido unos años de forma independiente, se han creado conceptos propios, la autobjetivación tiene un peso que no tenía a los 17; la filosofía de vida va a permitir la ponderación de la autonomía con la proyección del yo.

 Lo anterior puede parecer irrefutable, pero tiene su punto vulnerable: Estamos racionalizando un sentimiento y metiendo en danza un anhelo de felicidad. Tolstoi dijo que la felicidad sólo puede sentirla el alma, no la razón.   A. Gide escribió que el amor idealizado sucumbe ante la confrontación de la razón. Entre dos aguas estamos, ¿o es el mismo lago con corrientes diferentes según la estación?

A cada uno toca decidir. El amor forma parte inseparable de la vida. Según la vida que elijamos, así será nuestra experiencia amatoria. No hay regla. Es mi creencia que la forma de amar y la filosofía de vida han de estar en concordancia. Es decir: "Dime cómo amas y te diré cómo vives".

03 agosto 2011

Aberdeen, granito y oro negro

¿Y tú, qué vas a pintar ahí?
Esta es la frase más contestada si en Escocia dices que vas a Aberdeen. Es conocida como "la ciudad gris" o "la ciudad de granito".


No es difícil entender la razón de los apodos. Prácticamente toda la ciudad, sean construcciones nuevas, antiguas, monumentos o pavimento, esta hecha del mismo material: granito.

Cuando fui hacía sol pero cuentan que, en días oscuros, las fachadas y tejados se entremezclan con el cielo. Por la noche, apenas la luz de las ventanas sugiere su existencia.


Como en tantísimas poblaciones británicas, el centro es "High Street". En ella se aprecia la opulencia de una población que vive del petróleo. El crudo se extrae de plataformas en el Mar del Norte, cuyas aguas están en Escocia, también lo están las refinerías, pero las ganancias son socializadas por el gobierno británico, que las reparte principalmente entre ciudadanos ingleses. Así, no es de extrañar que Aberdeen sea el baluarte del movimiento nacionalista escocés.


No sólo se conoce Aberdeen por las frases mencionadas. A los habitantes de esta población les gusta referirse a ella como "la ciudad de plata con arenas de oro". Quizá tanto metal brillante sea empujar la fantasía algo lejos pero, con una playa de más de dos kilómetros a escasa distancia del centro, no les falta razón en sentirse afortunados.


De camino a casa toca parada en el castillo de turno. Las ruinas de Dunnottar se extienden a lo largo de una península rocosa de más de una hectárea, rodeada de acantilados de unos cincuenta metros de altura. A través de los restos de la torre del homenaje, los cuarteles, casas, establos y almacenes, o de los menos ruinosos salones y capilla se descubre la importancia de esta fortaleza casi inexpugnable.

En tiempos, la fortaleza dio cobijo a William Wallace, María I de Escocia, el Rey Carlos II o las joyas de la corona escocesa. Hoy, las rocas son residencia de decenas de miles de pájaros que convierte esta extensión en un santuario de aves marinas. Algunas escenas de la película Hamlet, con Mel Gibson y Glenn Close, fueron rodadas aquí.

¿Y yo, qué fui a pintar ahí?
Pues trabajo, cochino trabajo. Es que con la crisis se sufre mucho.