19 febrero 2014

Educación mala


 
Es mediodía.  En una calle céntrica me cruzo con cuatro ejecutivos enfundados en sus trajes  de  arrogancia que, en hilera de ataque,  van ocupando todo el ancho de la acera. Caminan aventando sus hazañas de mercado y ahítos de petulancia, obligando al misérrimo vulgo a bajarse a la calzada o realizar una maniobra  evasiva  para evitar ser arrollado. Soy de los segundos; y al esquivarlos  escucho lo que dice el del flanco derecho: “La avaricia es un valor, a pesar de muchos. ¡Puritanos asquerosos!”

No puedo omitir una mueca de enojo y sigo mi camino con las palabras recién escuchadas zumbándome en la memoria.  También, en sentido opuesto, siguen el suyo estos cuatro taumaturgos del negocio,  evangelistas de la opulencia, popes de una iglesia de drásticos preceptos y floja moral que se nutre a diario de la superchería  de sus feligreses, a los que harán expiar sus errores y cumplir las penas del incauto.

La crisis se ha llevado con ella a muchos de estos convencidos del poder del dinero, pero quedan ejemplares empeñados en perpetuar la especie. Seguiremos topándonos con  sujetos de paso fulero y parloteo desparpajado, que seguros en su yelmo de poder   nos forzarán a bajar de la acera.  Mas como han olvidado las gafas y no son conscientes de su miopía, es probable que sean ellos los que se den el tropezón.

12 febrero 2014

El anteproyecto de ley del aborto sigue su rumbo

No voy a defender o atacar el aborto. De eso ya hay mucho. Sólo voy a reflexionar sobre lo que significaría la aprobación del actual anteproyecto de ley en términos prácticos.

Para empezar, no estamos en los años setenta. Las madres solteras ya no son perseguidas, sino ayudadas. Incluso se ofrece apoyo sicológico a las que quieren dar el hijo en adopción. Tenemos píldoras anticonceptivas, píldoras del día después, condones en las esquinas (en muchas gratis), etc. En resumen, la mujer que pide un aborto en el 2014 no busca deshacerse del producto de una mala decisión. ¿Por que tanto revuelo, si el único motivo que nos queda es el médico o la violación y esos los protege el anteproyecto de ley?

Pongamos que tu mujer o tu hija o tu hermana queda embarazada del hombre de su vida. Empiezan los planes, las compras, las opiniones sobre el nombre. Vais a la ecografía de la semana 18-20, esa en la que descubres si va a ser niño o niña. Es entonces cuando os dicen que el cerebro del pequeño es inviable. Tu hijo o tu nieto, si nace, está destinado a una corta vida en coma. A partir de ahí, tienes entre dos y cuatro semanas para salvar lo que queda de la salud mental y física de la mujer que lo porta.

Primer paso: hay que buscar un médico especialista que no sea el que ha hecho el diagnóstico y que no tenga una lista de espera larga para que palpe, hurgue y pregunte otra vez y confirme que, efectivamente, el cansancio, las nauseas y las pataditas que tu mujer o tu hija siente día a día en su interior no se materializaran en un bebé y que su salud (física o mental) corre riesgo. Pero un sólo médico no es de fiar para los legisladores así que, una vez que sales de la clínica con la pena confirmada, vuelta a empezar. Más buscar, más exámenes, más preguntas, más esperanzas frustradas. Y la muerte creciendo en las entrañas de la mujer que amas.

Por fin (¿por fin?) tenéis los diagnósticos en la mano. Ahora estáis obligados a tomaros "al menos siete días" de reflexión.

El siguiente paso es buscar un ginecólogo que trabaje en una clínica independiente de las que ya habéis visitado (ya hemos dicho que los legisladores no creen a los galenos) y que tenga una lista de espera muy, muy corta para que haga la operación. Pero no sólo eso porque esta ley, a pesar de restringir el aborto a casos terapéuticos y violaciones, sigue permitiendo la objeción de conciencia. Es decir, con sólo pedirlo, cualquier médico puede librarse de la muy desagradable experiencia de ver una pequeña vida extinguirse entre sus dedos, sin detrimento para su salario o su carrera profesional. ¿Quién no firmaría eso?

En resumen, que si no tienes dinero y el embarazo se tuerce necesitas dos especialistas de la sanidad publica sin lista de espera que confirmen y reconfirmen que tu mujer, si no está muriendo, al menos quiere hacerlo y un médico de la seguridad social a quien no le importe practicar un aborto, que lo haga de inmediato y que no sea un carnicero. Mejor dejar para otro día como será la situación para las mujeres violadas.

La historia que he contado hoy esta basada en un caso real. Aun así, no es lo que más me preocupa. La continuación del anteproyecto se aprobó por 176 votos frente a 151. Si bien hay voces conservadoras de peso como Celia Villalobos o Alberto Núñez Feijoo que han expresado su desacuerdo con la actual redacción, no puedo evitar pensar que si las que aplauden en esta foto, con otro puñado, hubiesen “enfermado” durante la votación ahora no estaríamos donde estamos.

La foto no es de la votación de ayer (las de ayer son estas) pero las caras y los gestos son los mismos.

No es cuestión de ser pro-aborto o pro-vida. El anteproyecto de ley, de ser aprobado en su actual redacción, será una recarga innecesaria al sistema sanitario y una cruel agresión a la salud mental y física de muchas familias españolas.

Por último, una reflexión personal. ¿Qué tipo de sociedad acepta dificultar una posible acción culpable con la institucionalización de la tortura segura a inocentes? ¿Qué clase de persona apoya una ley que considera a su mujer, su hermana, su hija o ella misma y sus médicos asesinos hasta que se demuestre lo contrario?

07 febrero 2014

La maternidad perdida

Es curioso lo normal que resulta hoy en día oír a madres de bebés comentar lo difícil que es criar a un hijo. La normalización de los anticonceptivos y las familias reducidas debería haber disminuido el estrés. Sin embargo, ha sido mantenido a base de la promoción de una figura materna irreal.

El nuevo modelo de crianza son "nuestras abuelas". Ellas criaban "con instinto". Parían en casa, ayudadas por otras mujeres que las respetaban. Alimentaban con generosos pechos de los que brotaba leche a demanda. Daban amor y cariño constante a bebés que nunca se despegaban de ellas. Cuando necesitaban descanso (por un nuevo alumbramiento, por ejemplo) las demás mujeres ayudaban en la crianza, como una gran familia. Y todo funcionaba como la seda.

Pero la feliz existencia de "nuestras abuelas" no podía durar. Vinieron los años setenta, cargados de pediatras y ginecólogos que por vanidad y oscuros intereses económicos se inmiscuían en las decisiones maternales, ahogando intuición y sabiduría ancestral. Aun hoy se siente su influencia, influencia que la buena madre debe combatir a base de instinto.

Y así llegamos al día de hoy. La mujer pare en un hospital. Si la cosa termina en cesárea, se siente frustrada; ha tenido un parto "desnaturalizado". Ha fallado nada más empezar. Si tras poner al bebé en su pecho éste sigue llorando de hambre, insiste hasta caer rendida, alentada por la idea de que eso hacían "nuestras abuelas". Cuando vienen las rabietas, aguanta lo que puede, pero si la descendencia nunca nos deja, es imposible no desahogar frustraciones con ella. Vienen los gritos, o peor. Vuelve la culpa.

Mientras tanto, algunas nos preguntamos dónde están aquellas "nuestras abuelas". Por lo que he visto, entre las afortunadas que sobrevivían a todos sus partos no había ninguna que hubiese tenido el mismo número de alumbramientos que de hijos. Había nodrizas y biberones de leche de cabra o vaca. Las abuelas -treintañeras ellas- ya bastante tenían con su prole como para ayudar con la de otras. La banda sonora de aquellas vidas incluía con frecuencia los gritos de adultos abrumados por la necesidad, muchas veces atrapados en matrimonios o trabajos que no tuvieron opción a elegir. Y el sonido del cinturón paterno al cruzar el aire, con la hebilla camino de las tiernas nalgas infantiles. Así criaron a una prole que consiguió salir de la miseria, traer la libertad y dar estudios a esta generación tan traumaticamente desnaturalizada que es la nuestra.

Ni criar antes era tan fácil, ni hacerlo hoy es tan difícil. Nadie es siempre un padre perfecto. Nadie necesita un padre perfecto. La duda es normal, y buena. La culpa es normal, y estéril.