28 abril 2014

La guardería

Antes de tener un hijo todos tenemos ideas de lo que será bueno o malo para él. Una de las que yo tenía grabada a fuego era que la guardería no puede ser buena para un bebé menor de tres años. Cuando oía a un padre decirme lo buena que era para su hijo me callaba, pero para mis adentros pensaba que decían eso para convencerse a sí mismos y silenciar su mala conciencia.

¿Que no llora cuando lo dejas? ¡Si hombre! ¿Cómo no va a llorar sin la única cuidadora que conoce y en la que confía? Además, no lo hará después de unas semanas pero ¿Y el trauma de esas semanas? Tiene que ser brutal.

¿Socializar? ¡Venga ya! Los niños pequeños no se socializan. Es a partir de los tres años cuando empiezan a jugar unos con otros.

¿Bueno para el sistema inmune? Francamente, si va a enfermar, que lo haga cuanto más tarde mejor, que puede explicar los síntomas y tomar más medicinas para aliviarlos.

Aterrorizada como estaba ante la idea de dejar a mi bebé en un aparcadero, a los cinco meses de gestación ya había visitado media docena. Cuando Jueves nació, poco más y recito de memoria los informes de la inspección. Todas cumplían con los requisitos legales de separación por edades, máximo de tres bebés por cuidadora hasta los dos años, máximo de cinco hasta los cinco años y zona de juego al aire libre.

Cuando cumplió los cuatro meses, la pequeña vio desde el portabebés tres opciones. Busque que el personal tuviese estabilidad laboral (nada peor que perder a la cuidadora cuando le has cogido cariño), higiene, buena cocina y experiencia con niños bilingües. A nosotros nos gustaba una, a ella otra, y a esta última fue tres días a la semana.

Con once meses Jueves empezó la guardería y yo recibí mi primer tortazo con la realidad. Desde el primer día, ni lloro, ni perdida de apetito, ni falta de sueño, ni cambio de personalidad. Nada que sugiriese el más leve trauma. Le faltaba tiempo para saltar de los brazos del padre a los de la cuidadora, a la que dedicaba una sonrisa. Con menos de un año y medio, cuando la despertaba y sabía que tocaba guardería, repetía sin cesar la palabra que había inventado para "juguete". Más tarde, las mañanas que no tocaba ir se me plantaba con su mochila a la puerta de casa, por si era yo la que se había olvidado de llevarla. Disfruta en casa con los mimos de sus padres y disfruta fuera con la parranda.

Al principio, Jueves no tenía amigos, como es normal a su edad, pero le fascinaba observar a otra gente y aprender de ellos. Era curioso verlos a todos haciendo el mismo gorgorito un día para cambiarlo por otro un tiempo después. El cuerpo de un bebé no tiene las proporciones de un adulto y observando a otros aprenden trucos que aplicar a la hora de gatear, caminar solos, comer con cuchara, etc. Pasado el año y medio hacen alianzas. Jueves empezó con una pandilla de dos chicos, ahora anda con una niña y varios niños.
Actividad. Los niños aprendieron, los bebés acariciaron

La mayoría de los catarros que ha tenido la cría hasta ahora han venido de sus padres. Tuvo varicela tan pequeña que ni se rascó. La última vez que enfermó, las cuidadoras propusieron remedios que no conocíamos para aliviar los síntomas y combatieron su falta de apetito con más éxito que nosotros.

Soy consciente de que parte del éxito con Jueves es la mezcla de un temperamento inusualmente sociable y autárquico con un centro ajustado a sus necesidades, algo que no siempre es posible. Acepto que muchos de los beneficios que menciono se pueden obtener yendo los fines de semana a ver a los primos o en actividades de grupo. Pero si alguien me preguntase si creo que en general es peor enviar a un hijo a la guardería que tenerlo en casa, mi respuesta hoy es muy distinta a la que tenía antes de ser madre y es un rotundo NO. Y sé que Jueves me da la razón.

22 abril 2014

Llega el sol

Llega el buen tiempo a Glasgow. No solo eso, lo hace en fin de semana largo. Ese sí es milagro y no el de la resurrección.
¡Hay que sacar el mantel de comer fuera!¡La ensalada!¿Dónde está la ropa de Verano?¡No tengo nada que ponerme!

Más de la mitad de los habitantes de Escocia vivimos en Glasgow o su área metropolitana. Con el sol, la marea humana despierta. El metro se llena de canillas lechosas y olor a crema solar. ¡Al parque!¡Al mar!¡Al lago!¡A...!

¿Dónde está todo el mundo?

Dije que la ciudad era grande, no demasiado grande. Sus más de dos millones de almas nos repartimos en una extensión tres veces mayor a la del municipio de Barcelona, de población similar. Hay sitio para todo. Incluso para disfrutar de la naturaleza a solas.

Claro que no sólo de flores vive el hombre. Aquí tenemos a un par de músicos callejeros contando las ganancias del día festivo al fresco.

De todas formas, la marea humana sí que gravita a un lugar más que a otros. ¿No dije que no tenía que ponerme? Pues no estaba sola.

¡Bendita Pascua!

16 abril 2014

Conflicto generacional




Están en la mesa de al lado donde yo saboreo un café, observo y escucho… Parecen abuelas más que madres, pero la conversación que mantienen  confirma que son lo segundo. La más corpulenta, con gesto resignado, se queja de los malos resultados académicos de su hijo que no escucha las reprimendas de su madre y a la que contesta de manera jocosa unas veces e insolente otras. Su compañera de mesa, enérgica y resolutiva, se desgañita en explicarle la conducta a seguir para corregir el proceder del joven. Yo, entre sorbo y sorbo, entre frase y frase, pienso… 

 El diálogo entre padres e hijos ha mejorado mucho, mas no siempre el número de palabras intercambiadas entre personas es proporcional al entendimiento entre ellas. En muchos casos el hijo sigue siendo un abnegado incomprendido por sus padres y éstos, ante sus vástagos, víctimas de la esquizofrenia adolescente prolongada hasta los 30 años.

El trato entre generaciones  es ahora más sincero, fluido, sencillo y cálido al estar exento de normas que antaño tanto pesaban y que lo hacían parco y rígido. También más irrespetuoso. Es muy frecuente que un progenitor  yerre doblemente al no saber exigir el respeto merecido y no saber darlo en la parte obligada.

 Los adultos han ido concediendo cotas cada vez más altas de tolerancia a sus jóvenes, llegando éstas a ser desmedidas y transformándose en caprichos en muchos casos. Por el contrario, en el otro sentido, los adolescentes tienen la persuasión de que sus padres han de ceñirse a ciertos límites sin traspasarlos: si ahí se han dejado guiar voluntariamente, ahí han de permanecer, piensan los menores.

Así reflexionaba yo y así seguirán las cosas por los siglos de los siglos. Es sabido que el conflicto generacional es un camino estrecho que exige cintura para serpentear por él.

06 abril 2014

Kam Chay River


El camino que recorro
es incierto,
los amores que me aguardan
los ignoro,
las voces que escucho
nunca claman,
las respuestas que espero
siempre tardan,
el fuego de mi alma
pura llama.

Tú, río,
¡qué bien hablas!
 
Lírico discurrir
quebrando la mañana.
Acoges las preguntas
y te callas. Eres tú
la respuesta silenciada.
 
En tus aguas todo el orbe,
rayo de luz en niebla.
Meditación tu nombre
y de apellido tierra.


A las orillas de este río camboyano, que desemboca en el golfo de Tailandia, pasé 6 días en el mes de enero. Su contemplación provocaron los versos anteriores.