26 junio 2013

El nuevo feminismo

La mayor parte de mi vida ha transcurrido en un ambiente masculino. Nunca me sentí discriminada. Creía que el machismo era una invención de una minoría con complejo de inferioridad. "Feminazis" y Bibianas que, a falta de talento, necesitaban de "tod@s y todxs", de discriminación positiva, de cuotas y de leyes de "género" para sentirse alguien. Entonces quedé embarazada. La maternidad en un ambiente de recesión me sumergió en un mundo femenino. Un mundo de presión, intolerancia y discriminación.

El feminismo ya no busca el reparto equitativo de tareas profesionales y domesticas entre sexos. Se ha convertido en censura puritana que aspira a etiquetar al mayor número posible de mujeres como vulnerables.

Además, las "nuevas feministas" se han vendido a la idea de que en cuestiones de crianza el hombre no puede ser nuestro igual, lo que implica el regreso al "hogar", por el bien de la sociedad.

En un mundo superpoblado, el nuevo feminismo propone más tiempo de baja laboral y flexibilidad de horarios, pero sólo para la madre, y sin renunciar a las posibilidades de ascenso profesional o incrementos salariales que hombres y mujeres sin hijos han de ganarse día a día.

La publicación en el 2007 del informe de la OMS y UNICEF sobre leche materna, que afirma que podría ser marginalmente mejor que la de formula en ciertos aspectos, ha envalentonado a sectores que afirman que la lactancia materna exclusiva a demanda durante los seis primeros meses de vida es siempre y sin discusión lo mejor para el niño. Negarlo es ser mala madre, lo que nos lleva a que si no eres la cuidadora principal eres mala madre. Esto ha sido promovido por grupos conservadores que lo ven como la solución ideal a las colas del INEM.

Pero las nuevas viejas ideas no sólo atacan a mujeres de mi edad.

Las adolescentes Girl Scouts en EE.UU. sabrán que sus superiores han decidido recientemente que si son lesbianas nunca podrán ser líderes de grupo. Las del Reino Unido tendrán que sumarse a una mojigata campaña por la prohibición de que haya mujeres que se ganen un sobresueldo enseñando los pechos en la prensa amarilla (dicen que daña la autoestima de otras chicas).

En la revista Company de Junio había un artículo sobre el "nuevo feminismo". Las abanderadas eran un ama de casa, otra luchadora contra las chicas en domingas de los tabloides y una cantante de poca monta enfundada en lycra. Epifanía: la línea divisoria entre líder feminista y ramera la marca la visibilidad del pezón.

Por último, hace unos días vi estas fotos por alguna red social:

Una madre decidió "decir adiós a las princesas Disney" y en el cumpleaños de su chusquísima hija la disfrazó de cinco "grandes mujeres" y de presidenta de los EE.UU., para que "aprendiese a aspirar alto". Al margen de lo deseable del trabajo de presidenta, de si es más admirable Coco Chanel que Mulán o de la necesidad de tener modelos ¿Por qué sus inspiraciones tiene que ser mujeres?¿Por qué, además de Jane Goodall o Helen Keller, una niña no puede soñar con ser Severo Ochoa, Picasso o García Lorca, si sienten que su personalidad es más afín a las de ellos? Con esa edad, hace treinta años, una de mis amigas pasó los carnavales vestida de Valle-Inclán. Hoy es escritora. ¿Debí yo olvidar la Física cuando descubrí que me gustaba más Richard Feynman que Marie Curie?

En los ochenta había un graffitti que rezaba "Feminista te cabreas porque eres machota y fea". Hoy habría que cambiar el perfil a mandona y frustrada.

20 junio 2013

El Bachillerato (II)

Entra en clase una señora vestida de negro, capa gruesa de maquillaje y pintura fuerte en ojos y labios; de caderas anchas y delgadas piernas, voz chillona y simpatía escasa, una pastilla blanca deshaciéndose en su lengua. Es Dª Dolores –la Vieja-, profesora de gramática y francés. Demián observa su mímica sin escucharla.

El Difunto, de cuyo nombre no logra acordarse, vigila los estudios. Es puntilloso en el vestir, anda por la treintena y dicen que fuma “con mucho estilo”. Usa la regla de castigo del mismo tamaño y grosor que el director (D. Luís: el Groucho) y el secretario (D. Manuel: el Trompas).

Es el conserje una persona buena, con pinta de gañán y obediencia ciega a quien le paga. Figura irrelevante en el colegio por su carencia de gracia y suave personalidad.

La Educación Física y Formación del Espíritu Nacional (FEN) están a cargo del Sr. Ávila; de cuidado bigote y aire pretencioso. Semanalmente da una charla de la que es obligado presentar un resumen. Una parte de lo que dice se le escapa a Demián, víctima de su tendencia a la observación, y otra no la entiende; así las cosas, las pasa muy apuradas para redactar unas líneas sobre lo no comprendido.

De los más exigentes es el cura. Organiza un concurso en clase y el puesto obtenido en él al final del mes determinará la nota. Obliga con esta treta a la competición entre los alumnos, dado que siempre ha de saberse más que el compañero para conseguir buen puesto en el escalafón y librarse del suspenso. Siempre el clero ha sabido exprimir la fruta de la oportunidad.

A pesar de su corta edad, Demián está persuadido de que el elenco profesoral es hosco y tosco en la persona y mediocre en la docencia. Es para él cada clase una prueba y cada examen un suplicio. El suspenso gravita como un fantasma abominable e incansable al acecho del vago. Se siente nervioso y cada día que pasa es el término de una ceremonia de inexcusable asistencia y cansino ritmo.

Conoce también allí el penetrante hormigueo infligido por un reglazo en las manos y el aturdimiento de la vibración metálica de un bofetón. Destaca el día que llega rezagado del recreo con unos cuantos más y son puestos de rodillas al pie del encerado mientras El Groucho es avisado. No tarda éste en aparecer en el vano de la puerta y ejecutar el inexorable castigo que cada uno de los “penitentes” aguanta con la mayor dignidad y las menores lágrimas…

A los compañeros de clase los siente ajenos y sólo con alguno de ellos llega a tener un trato cercano. Esto no cuenta en los recreos cuando se organiza el partido de futbol; ahí la integración es plena, como lo es el ánimo para el juego. Terminada la asistencia en este centro no volverá a jugar ni ver un partido de futbol.

15 junio 2013

Terrorismo radiactivo

Para muchos españoles saber mirar si alguien ha puesto explosivos bajo en coche es normal. Cosas de los locos años ochenta. Pasa el tiempo, se calman las aguas y una piensa que ciertos conocimientos quedan perdidos en la Historia. Poco sospechaba yo que en el año 2005 me vería colaborando con las Fuerzas Especiales británicas en una investigación antiterrorista.

Esta historia no esta basada en hechos reales, son hechos reales.

Las Fuerzas Especiales no son una unidad secreta, con lo que nunca se me ha pedido silencio. Al lector corresponderá decidir si quizá debieran haberlo hecho.

Por aquel entonces, yo trabajaba en un hospital de una ciudad perdida en la campiña inglesa. Anodina como pocas, solo la salvaba del tedio su relativa proximidad a la capital.

Pero el siete de Julio lo cambiaría todo para siempre... (dramatizando bastante). Nadie se cree más importante que un ingles de provincias y ese día - el del atentado terrorista en el metro de Londres- dio excusa a una deliciosamente egocéntrica paranoia.

Dosímetro personal
Mi trabajo oscilaba entre el control de calidad de las máquinas de radioterapia y la planificación de los tratamientos oncológicos con éstas. Dada la naturaleza de la labor, llevaba siempre un pequeño dosímetro de radiación conmigo. Estos dosímetros se renovaban cada dos meses, cuando se enviaban a un laboratorio en Alemania para su análisis. Un día, el asesor de protección radiológica (APR) nos llama a una radiógrafa y a mí. Nuestros dosímetros han registrado un nivel de radiactividad inusualmente alto. Ese trimestre ambas estábamos en la sala de planificación, trabajando con ordenadores corrientes y con otros compañeros cuyos dosímetros habían vuelto "limpios", así que la exposición tenía que haber ocurrido fuera del hospital. Aunque ella lo negó, el APR asumió que la radiógrafa (madre de familia numerosa) había metido el aparato en la lavadora (la fuente de error más normal). Pero mi caso seguía inexplicable, así que me mandaron ir a casa con un monitor electrónico y un diario para anotar sus lecturas durante dos semanas.

Un día, otro, otro, otro... Lo más parecido a un pico de lectura fue cuando el aparato cayó en el bolso demasiado cerca del móvil (un defecto de los dosímetros electrónicos personales de la época). Ya estaba convencida de que iban a admitir que habían mezclado nuestros informes con los de dos trabajadores de central nuclear cuando el día doce subió la dosis de forma espectacular.

Hay cientos de explicaciones simples para una exposición radiactiva. Las más comunes son subirse a un avión o hacerse una radiografía. En casas antiguas de piedra se puede encontrar radón activo. Algunos azulejos de circonio están contaminados. Existen alarmas contra incendios que funcionan con Americio 241 y los aparatos que se usan para detectar tuberías antes de perforar una calzada también contribuyen. Por citar solo algunos ejemplos. Se tolera porque las dosis están controladas y bajo los mínimos de seguridad. Todas estas posibilidades y algunas más se barajaron, pero el misterio seguía sin esclarecerse.

Al día siguiente, el APR me informó de que, según nueva legislación antiterrorista, toda actividad inexplicada tenía que ser reportada a la policía para su seguimiento por las Fuerzas Especiales. El cumplió con su deber y me dijo que esa tarde enviarían a alguien a mi edificio. Aun recuerdo la conversación telefónica con mis padres:

Hogar, "peligroso" hogar
-Hola mamá. Hoy si oyes clics o interferencias es porque el furgón de los de las Fuerzas Especiales acaba de llegar y nos están escuchando por si somos terroristas.

-Ah, pues sí se oye el ruidito.

-Así que nada de hablar de mis tiempos en Irlanda...

-¡Pero si fuiste los veranos a aprender inglés!

-Si, en zona católica. Y tampoco digas nada de cuando tío Toño trabajaba en el País Vasco...

-¡Era Guardia Civil!

-Si, si. Para esta gente eso son fruslerías. De todas formas ya han colgado. Creo que no hablan la lengua de los Gipsy Kings.

Después de un rato de cháchara, mi madre vuelve a preguntar.

-Miércoles ¿Qué es ese ruido?

-Un claxon. La camioneta espía ha aparcado en el camino de una sola dirección atrancando y el tipo del reparto del bar de al lado los está poniendo a caldo. Furgón negro contra camioneta blanca. Si pasan a las manos apuesto por el del reparto.

Contador Geiger: un botón de cuatro posiciones
Las escuchas supieron a poco. Al día siguiente, el APR vino con una nueva misión.

-Miércoles, las Fuerzas Especiales quieren monitorear los niveles de radiactividad en tu edificio, a ver si encuentran un dentista ilegal o una bomba. Querían pedirme el material y hacerlo ellos...

-Pues con lo discretos que son...

-Les he dicho que tú sabes manejar el equipo y tienes licencia para hacerlo. Parecen contentos con la idea siempre que aceptes unas reglas básicas de espionaje seguro.

-Vale. Todo por la patria (la tuya) y el cotilleo.

En este momento el APR pone cara de dolor y dice:
-Regla numero uno, que no lleves "el mono blanco ese que lleváis vosotros", que no es discreto.

-¡¡¡¿Qué?!!! ¿A santo de que me voy a poner un traje especial para protegerme de una radiación que atraviesa paredes de ladrillo para meterse en mi casa cuando le da la gana? ¿Qué creen que hará ponerse el mono cinco minutos? ¿Magia?

-Ya... Regla numero dos -suspira- Que si puedes mirar la radiación tapando el "click, click" del aparato, por si te descubren.

-No entiendo. Los únicos que hacen ese ruido son los contadores Geiger y puedes mover el dial a "mudo". Si los has visto, lo sabes. Pero con un Geiger no arreglamos nada porque solo dice que hay radiación, pero no de qué tipo, osea, nada que no supiésemos con los otros dosímetros. ¿Como entrenan a esta gente?

-Sospecho que con películas de media tarde. Ahora entiendes por qué quiero que lo hagas tú. Te daré un dosímetro espectroscópico. Busca un momento tranquilo y sé prudente. Graba los espectros de lo que detectes. Mañana los analizo y os cuento.

Christmas Jones, sin traje especial
Y así lo hice. Me planté en la escalera común y llevé el detector de puerta en puerta. Y el APR nos contó. Y aquí es donde lo novelesco acaba. No encontramos vecinos dentistas ilegales ni terroristas. Nada. El APR nunca pudo explicar el misterio de mis dosis. Antes pensaba que fue un cambiazo con un trabajador de central nuclear, hoy me inclino por un fallo en el equipo de análisis en Alemania. La segunda lectura con el dosímetro electrónico la achaco a una reparación en una torreta de teléfono móvil, pero son elucubraciones mías.

La historia acabó con un final poco satisfactorio para todos, excepto para mi pareja. Él se lo pasó estupendo aprendiendo sobre cosas que hasta entonces sólo había visto en el cine. Además, por aquel entonces a James Bond le ayudaba Christmas Jones/Denise Richards, física nuclear de pega, pero él tuvo a Miércoles, radiofísica de verdad que aun hoy grita a la pantalla cuando ve incongruencias en las películas del género.
...............................................................................................
Este artículo es el premio a Igor por haber ganado el concurso de la extraña primavera.

10 junio 2013

Cómo hacer que una editorial publique tu blog

Últimamente oigo bastante de la dificultad de ver una obra literaria publicada por una editorial. El que J.K. Rowling o Doris Lessing hayan contado sus múltiples fracasos da la impresión de una misión, sino imposible, si titánica.


Pero hay blogueros a quienes parece que la edición se la traen a casa sin esfuerzo. Sabía de los humoristas Hematocrítico o Moderna de pueblo, pero recientemente descubrí algo que me sorprendió. En Madresfera, una red de bitácoras que une a madres (y un par de padres) hispanas, están los blogs de Una mamá española en Alemania, La Dra. Jomeini, Una madre sin superpoderes y Cómo no ser una drama mamá. En todos estos casos, una editorial las contactó para hacer al menos un libro. Echando un vistazo se ven varios puntos en común.

Lo principal es construir una base de seguidores que te estimen lo suficiente como para abrir la billetera por algo ya disponible gratis. Para eso debes seguir algunas reglas:

1.- Publica mucho contenido propio, al menos dos veces por semana. Deberás mantener el ritmo durante algunos años, aunque una vez que tengas un remanente de textos y seguidores te puedas relajar.

2.- Evita las faltas de ortografía y sintaxis.

3.- Emplea humor y sarcasmo siempre que puedas, pero sin usar este último contra alguien querido. Puedes (y debes) reírte de ti mismo, pero con límites, para no llegar a la falsa modestia o autoflagelación. Comentarios como "Me parto con las historias de tu Fulanito" o "Ay, que me troncho" son la señal de que vas por buen camino.

4.- Hablar de tu vida, pero no de ti. Es decir, cuenta historias de tu día a día, pero en las que los protagonistas sean tu familia, compañeros de trabajo, clientes, etc., de modo que tus textos no insinúen vanidad y el lector se pueda identificar contigo.

5.- Haz artículos de opinión que parezcan controvertidos o políticamente incorrectos sin serlo realmente. Algunas sugerencias:

   - Todos somos responsables de la crisis (aunque yo compré casa después de la burbuja inmobiliaria y nunca he cobrado en B).
   - Me gusta "50 sombras de Grey" (pero no tanto como "50 sombras de Gregorio").
   - Penélope Cruz me cae bien (eso sí, no es perfecta).
   - Veo mucha televisión (series americanas, odio Sálvame).

6.- Lo anterior no quita que de vez en cuando no descargues contra políticos corruptos, la privatización de la sanidad, los antidisturbios, la reforma educativa, la fuga de cerebros y demás blancos fáciles.

7.- Una vez que tengas una base de lectores estable, haz amigos en la blogosfera y hazlo de forma pública. Que se sepa que admiras todo lo que sale del teclado de la madre imperfecta, bloguero alternativo o aspirante a escritor de turno. Esto atraerá a lectores conmovidos por tu cordialidad.
Drama mamá en portugués (Ed. Planeta)

8.- Publicitate sin incordiar. Busca registros de blogs de temática similar y sé activo en ese grupo. Otras formas son participar en iniciativas solidarias afines con tu perfil y crear premios para gente que te cae bien.

9.- No hables de lo que no sabes, excepto si es algo de lo que todo el mundo opina (fútbol, política, televisión) o para pedir que otros te lo expliquen.

10.- Si tu blog no es gráfico, haz reseñas de novelas cortas, baratas y publicadas este siglo. Tres por post sería lo ideal, aunque si el autor es amigo merece todo el artículo.

En resumen, las claves para convertir un blog en libro son cantidad y carisma. Escribe mucho sobre tu ordinaria vida, pero de manera que parezca merecidamente feliz y especial. Cuida de tus lectores.

05 junio 2013

El Bachillerato (I)

(8 de octubre de 1962. Orense)

Se queda atrás la aldea envuelta en una nube de humo negro que suelta el autocar cuando arranca. Demián no mira atrás, ni a su padre, que va a su lado; mira los campos labrados y los árboles lejanos que tanto ha pisado y amado: últimos vestigios de un tiempo feliz que sabe agotado.

El ronroneo del motor oculta su respirar forzado por momentos, su alma se encoge ante la angustia del porvenir y en sus ojos casi brotan las lágrimas. Ya nada de lo que ocurre en su entorno importa. Es consciente de que una forma de vivir expira y emerge otra que va a ser muy diferente a la primera: la aldea será reemplazada por la ciudad, la escuela por un colegio de bachillerato, la casa paterna por la de sus abuelos, la camarilla de amigos rurales por unos niños de capital. Él, que tan diestro era en las hazañas infantiles de su pueblecito, se ve ahora renqueante en las áridas tierras de su nueva patria.
Y sumido en estas divagaciones le sorprende la parada final del autobús.

Con su padre y una cartera llena de libros, ya usados por su hermano mayor, camina hacia el colegio...Tristes las calles, extrañas sus gentes y hostil la mañana.

El colegio es un edificio vetusto con la entrada por un empedrado túnel oscuro que conduce a unas escaleras de piedra que rematan en un zaguán con madera sin barnizar en el suelo. Aseo exiguo y tétrico ropero a la izquierda, aula a la derecha con un tabique que le separa de la secretaría: un garito con olor a viejo y humo de cigarrillo. Dos aulas más completan la construcción por la fachada principal con unos ventanales sucios y desportillados que sujetan un austero rótulo en blanco y negro anunciando el nombre del centro. Cada estancia encierra un aire rancio  e inhóspito, premonitorio de los cursos que allí le aguardan.
En secretaría, don Manuel -hombre flacucho enfundado en un traje negro, con un cigarrillo en la mano izquierda y una regla corta y gruesa en la derecha-  ayuda a su padre a seleccionar los libros y rellenar un formulario. Cuando ya esto concluye, ha de despedirse de su padre. Éste le besa con una comprensiva sonrisa y él siente en una mejilla el amor paterno y en la otra el frío del presente. Con los músculos tensos acompaña al secretario que  le conduce a un aula donde ya están en clase más de treinta muchachos...Miradas curiosas y susurros entre ellos. Don Luís, director y profesor de matemáticas, dirige la clase. Hace un pequeño comentario y le indica donde sentarse. El recién llegado no se entera de nada de cuanto allí se dice.
En el recreo está apartado. Algún compañero acude a preguntarle algo o invitarle a un juego y él contesta escuetamente para seguir abrazado a su nueva y ya fiel compañera: la nostalgia. Como un autómata va de nuevo al pupitre al sonar el timbre.

Y llega el deseado final de la última clase. Con la pesada cartera y un abarrote de cavilaciones toma camino a casa de sus abuelos; la de sus 6 primeros años anteriores a los pasados en la aldea: primero y segundo actos de su vida sobre los que cayó el telón. Telón que ahora se alza para la primera escena del tercer acto... Durará 3 años y, a la vista de personajes y escenario, ni el más optimista podría vaticinar felicidad en su desarollo.