14 febrero 2012

La escuela

Era su primer día de clase: ni oposición ni disgusto. Un sentimiento de obligación y curiosidad hicieron que traspasara  la vieja y renqueante puerta de aquella escuela con agrado. El local era un poco oscuro y viejo, adosado a una de las viviendas de la aldea, rectangular, con tres filas de pupitres de usada madera coronados por un agujero central que ocupaba un tintero de plomo; dos ventanas, dos encerados y dos mapas; en una esquina, un deslucido aparador guardaba algunos libros, tizas, útiles de dibujo de tamaño adecuado para los encerados y un garrafón de tinta confeccionada allí mismo con agua y unos polvos azul marino. A pesar de la vetusta apariencia a Demian le pareció acogedor.

 Los niños algo rudos y las niñas sin excesiva feminidad. La maestra era inquieta y despierta al mundo y a la vida, con mesura en la exigencia y palmario sentido de lo esencial, culta, inteligente, estaba rematando la treintena y  era su madre. El conjunto resultaba prometedor y los 4 años que tenía por delante se le presentaban como un itinerario de fácil recorrido. Nada había en común  con aquel centro de monjas al que él se había negado a asistir.

 Cada día se fue sintiendo más afianzado; progresaba con la lectura, caligrafía y los números; la convivencia con sus compañeros  –masculinos y femeninos-  era distendida y alegre; la imagen de su madre como profesora la llevaba con suma normalidad y la oscuridad de la época se diluía en la luminosidad del momento. Los recreos eran esperados con ansia y siempre disfrutados. Una era próxima solía tomarse como zona de juego, su duro suelo de roca acogía a los bulliciosos pupilos que en tropel llegaban a galope y a galope se iban al sonar la campana. Hubo temporadas en que los minutos de expansión se mezclaban  con el queso amarillo y la leche en polvo del Plan Marshall que también había llegado a esa aldea.

 Fueron 4 cursos con sus largas vacaciones Tiempos en qué la fatiga no contaba y el vivir era acción en alza, en que Demian y su brújula marcaban el mismo rumbo.  Gratitud a ellos.

7 comentarios:

  1. ¡Pero esto es un viaje a la felicidad! Qué placer a veces recordar un mundo perfecto, o unos buenos años, ahí, lejos, en la infancia.
    Me encanta esto de que la fatiga no contaba, que el vivir era acción al alza.
    Los recreos, un auténtico big-bang.
    Un abrazo.

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    1. Sí, un viaje; un movimiento en que el mero existir te azota la cara y estimula el alma: la dicha. Lástima que caducase a los 4 años de empezar.
      Un abrazo.

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  2. A veces resulta dificil reponerse de una infancia feliz. Espero que no fuera el caso, y que fuera el caso, que lo parece. Y me alegra mucho. Pasión por la vida. La necesitamos.

    Un abrazo :)

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    1. Pues sí Explorador, ese tramo de infancia no dejó reponerse de él. Más que pasión por la vida era vida con pasión, que sin propósito llegaba.
      Un abrazo.

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  3. Demián¿ y qué hay de los tinteros de porcelana blancos? ¿Fueron posteriores a los que mencionas?. Yo los recuerdo, aunque los usé apenas. También recuerdos los encerados a ambos lados de la escuela y los mapas. Los mapas que aparecían en la trasera de las fotos que nos hacían en la mesa de la maestra.
    Pero tengo la impresión y creo que no me equivoco que, Demián se sentía seguro en esta escuela. No podía oponerse, ni tampoco disgustarse. Había otro entramado en esta clase. Había otra autoridad frente a esa clase que le resultaba más cómoda.Pero imagino que, lo más que tendría Demián es, tal vez, poner algo más alto su listón. Algo más alto que el de los demás, tal era la responsabilidad, dado que la maestra era su madre. Ese nuevo centro era su altar, su lugar seguro. Para la época, niños y niñas juntos era casi una excepción, ya que la coeducación vino a posteriori. ¡Ay, la era! Lugar de encuentros, de juegos, de tardes... Esa acción en alza sería la adecuada a cualquier edad, a cualquier tiempo, a cualquier vivencia... o no. Aunque con los años me temo que se van desvaneciendo.
    Gracitud a las maestras, a los maestros de pueblos y aldeas que llevaron y siguen llevando esa expansión de alegría solidaria,de exigencia mesurada,de esenciales conocimientos y de estímulos provocados. Añadamos los hábitos, las buenas actitudes y las normas. Era lo menos que se le podía pedir al infante para llegar a desarrollarse como un ser íntegro y medianamente preparado para caminar por la vida. Gratitud a tí por esta bella semblanza retrospectiva de cariño, reconocimiento y agradecimiento. Mucho agradecimiento.Esa maestra creó las bases en el desarrollo de la sensibilidad de Demián. No me cabe duda. Demián supo encauzarla, no la dejó caer en saco roto. Y ahora nosotros estamos leyendo una bella historia de enseñanza y aprendizaje. Saludos.

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    1. Recuerdo de ver en algún lado los tinteros de porcelana pero nunca los usé; pasé de los de plomo al bolígrafo. Y en cuanto a lo de ser una escula mixta, por economía, era lo normal en el mundo rural; sólo a partir de una población que exigiese más de una escuela en el pueblo se hacía la distinción por sexos.
      Sí que me sentía seguro en aquella escuela, en aquella aldea y con aquella familia. Todo ello dejó en mi memoria imperecedera marca y gratitud en mi corazón. Como gratitud a ti por tu lectura tan minuciosa y tu comentario tan detallado. Un placer verte por aquí, tanci.
      Un abrazo

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  4. Me gusta la perspectiva de la mirada de Demian, que lo veía todo con optimismo: "El conjunto resultaba prometedor y los 4 años que tenía por delante se le presentaban como un itinerario de fácil recorrido". No se asustó en ningún momento. También me ha hecho gracia lo de la profesora. Al final de la descripción, la guinda, su madre.
    La clase, sin lujos, casi esencial. Parece mentira lo poco que hace falta para que un niño pueda empezar a formarse, y lo que esa pequeña inversión puede llegar a generar en el futuro.

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