19 julio 2015

Las leyes del parque

Se acercan las vacaciones. Tiempo de que mi hija Jueves se mezcle con la fauna galaica.

En Escocia, como en todas partes, cada parque tiene sus normas no escritas. Normas que los niños acatan por instinto. Las colas son sagradas, independientemente de la edad del pequeño. Si saben andar, saben guardar cola. No hay gritos (salvo accidente o extirpación prematura del tobogán) y el compañero de juegos se elige más por consanguinidad que edad.

España, para un pequeño recién llegado, es la jungla. Para mí también. Hay una anécdota que ilustra mi preocupación. En las últimas vacaciones en España, Jueves se tropezó con un Gilipollas. Tendría unos seis años (el doble que Jueves) y no es que se saltase las colas, es que disfrutaba apartando a otros niños por la fuerza. Sus ojos destilaban insolencia. Jueves suele ser muy buena resolviendo conflictos, así que al principio le dejé hacer. Pero no encontró antídoto contra el listillo ibérico. Me dirigí al niño y le advertí que tendría que avisar a su madre. El contestó "¿Y si es padre qué?". Me quede sorprendida y le dije que no entendía por qué iba a ser diferente, pero un vistazo al tipo me aclaró la duda. Es de los que cargan contra cualquiera que ose darle trabajo. No me va a hacer caso. Cambié la táctica.

En lo alto del tobogán, el Gilipollas se regodea taponando la bajada. Mi hija me mira. El renacuajo disfruta de antemano nuestra cívica impotencia. Ignoro su mirada y, bien alto, digo a Jueves "No te preocupes, puedes hacerle daño, que este niño es malo". El se gira y se fija en mi pequeña. Espaldas anchas, aleonada melena rubia y mirada impasible. Quince quilos de sólida vikinga. El niño se deslizó por la pendiente y no volvimos a saber de él.

El farol salió bien (ella no le hubiese tocado). La anécdota puede tener su gracia. Pero quedé con mal cuerpo. Porque la malicia mancha, contamina, se pega. Ese día me di cuenta de que exponer a diferentes culturas es, también, exponer a diferentes tipos de suciedad.

14 comentarios:

  1. Bienvenida al paralelo "parques" que anticipa el paralelo "trabajo-gobierno-sociedad-cultura de".
    De todos modos, como residente en la muy turística Barcelona, tengo otra visión de los señores y señoras de la muy civilizada Europa.
    Añadiría un problema al paralelo "parques". Esos padres que miman tanto sus hijos, que aprueban todo lo que haga: empujones, mordiscos, gritos y demás.
    Saludos.

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    1. Claro que la muy civilizada Europa no lo es tanto. Ese es el problema que, además de las individualidades de cada niño, están los cánones de comportamiento de cada cultura. Ver más es aprender mas, de lo bueno y de lo malo.

      Mi opinión personal es que aprobar todo lo que el niño haga no es mimarlo, es desquiciarlo, porque recibe el mensaje de que nada de lo que haga importa. Si te tratan como si nunca te portas mal, tampoco notarás cuando te portas bien. Es la otra cara de la moneda de decir que no a todo.

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  2. El primer Gilipollas es el padre; después, el hijo. No soporto ese tipo de padres, luego acuden a consulta de psiquiatría infanto-juvenil porque "no pueden con el niño", buscando un diagnóstico y unas pastillas que hagan lo que ellos no han sido capaces de hacer: poner límites, educar. La gran mayoría de estos pequeños Gilipollas no son hiperactivos, son maleducados. Y el origen del problema está en los padres.

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    1. Lo que cuentas me recuerda a un compañero de instituto que hace más de veinte años ya contaba como el padre lo envió al neurólogo. El neurólogo llamó al padre a parte para explicarle que la "enfermedad" del hijo se llamaba adolescencia, y que el tratamiento era "ajo y agua". En el fondo lo que hay es miedo a asumir la propia responsabilidad.

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  3. Joé,qué interesante anécdota. El responsable, el padre, no estaba enseñando a su hijo a que tuviera respeto. Mala lección de vida para el futuro tanto del propio chico como de aquellos que le obstaculicen cuando de adulto siga sin haber aprendido a respetar. Y, lo que dices, te deja el cuerpo contaminado, que es lo peor. Pero, qué haces, ¿decir amen? Tampoco parece, la resignación ante la injusticia, una buena ley de vida para el futuro. ¿Eso puede llevar a adoptar por sistema posturas acríticas?

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    1. No sé si llevará a una postura acrítica, pero si no te enfrentas a los problemas, no se arreglan. Nos acostumbramos a un poco de resignación y acabamos tragando ruedas de molino por simple hábito.

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  4. El último párrafo, genial y compartido en todos sus términos, Puede leerse la anécdota con cierta mueca de sonrisa en los labios, pero en realidad, da mucho que pensar en cómo hay "gente?" que educa y da ejemplo y no aporta nada a su propia estirpe que luego formará parte de una sociedad que ha contribuido a desquiciar.

    Saludos y buen verano galaico!

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    1. Desquiciar, esa es la palabra perfecta.
      También me resulta extraño ver a alguien inculcando a su hijo inculcando un comportamiento que le llevará a una vida de conflictos estériles que nadie quiere especialmente.

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  5. 6 años y ya está así... ojalá que no se lo vuelva a encontrar! (ni a los miles como él)

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    1. Eso, o esperemos que aprenda rápido de los palos que la vida le va a dar.

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  6. Hola Miércoles. Me acerco después de un tiempo inactiva. Me gustó la anécdota y como la cuentas más. Es tu estilo personal e intransferible .El final no me lo esperaba... de buena gente, de buena persona. De acrecentar y sumar buenos sentimientos, tan deteriorados en nuestra sociedad. Me atrevo a decir casi de cualquier sociedad actual. José Antonio Marina, gran filósofo y pedagogo, siempre saca esta frase que me cautiva "Para educar a un niño se necesita a toda la tribu" y es que a veces uno, además de proteger a sus vástagos debe intentar enseñar la gran diferencia que existe entre el bien y en mal. Muchos "gilipollas" actuales no tienen consciencia de que existe; nadie se lo ha enseñado. A veces también es necesario un mal ejemplo para aprender su contrario...y luego tarea es del educador insistir, insistir y seguir insistiendo per secula seculorum hasta que entre en el aprendizaje y llegue a formar parte de hábitos, actitudes y normas. Las que están escritas y las que no. Así y todo siempre habrá contaminación pero sin lugar a dudas el "gilipollas" de turno se dará cuenta que no podrá tener siempre su corona de rey. La vida le dará muchísimos más ejemplos por cualquier camino que vaya. Encantada de seguirte leyendo.Un abrazo.

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    1. Ya ves que e estas fechas la inactividad es contagiosa.
      La frase de la tribu también es muy usada en las sociedades anglosajonas. Pero más crucial y olvidada me parece la tuya de "insistir, insistir y seguir insistiendo", porque creo que es mucho más fácil de olvidar. Hay experiencias singulares que marcan pero, al final, el carácter se hace mayoritariamente de una cadena de muchas otras que por sí solas parecen de menor calado.
      Gracias por venir.

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  7. Hola:
    Acabo de descubrir tu blog y me gusta mucho. Yo vivo en Viena y escribo crónicas en clave de humor sobre la vida aquí. Te entiendo perfectamente, de hecho yo deje España porque "harta ya de estar harta ya me cansé". Eso no quiere decir que no haya chulos y maleducados en todas partes, pero de verdad que aquí hay , si no más educación, sí más formalismo. Y es muy necesario para la convivencia a nivel de calle. Yo siempre digo que la educación es algo más profundo, una parte más de uno mismo, y el formalismo un ropaje adquirido pero del todo necesario si no nos queremos matar unos a otros.
    Te invito a echar un vistazo a mi blog a ver si te gusta.
    Seguiré por aquí.
    Un abrazo.

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    1. Hola Celia, bienvenida.
      Supongo que el formalismo va unido a una necesidad. De hecho, como bien dices, maleducados los hay en todas partes, lo curioso es que lo son de diferentes formas. Emigrar es una forma de seleccionar al tipo de maleducado que te molesta menos.

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