27 mayo 2012

La primera comunión


Demian  se sorprende al verse en el espejo vestido de blanco con charreteras y cordones dorados. Ha pensado mucho en ese día y se ha preparado para él;  sin embargo nota una aureola de confusión y una inexplicable melancolía. Mucho ha oído que el día de la Primera Comunión es de los más felices de la vida, pero a él le parece que no promete mucho.
Hay en casa más gente de lo habitual: han llegado familiares y amigos para su fiesta.

Se adelanta a los invitados y arrastrando sus pecados se enfila hacia la capilla, que está muy próxima. Cuida de no manchar la blancura de sus zapatos con la tierra del camino, pero no puede evitar enrojecerse de vergüenza cuando alguien de la aldea lo mira: tales galas no son para quien las porta, piensa él.

El cura lo espera para dejarle tan blanca el alma como sus zapatos. Es un confesionario sencillo, de esos que no son más que un banco cruzado perpendicularmente por una celosía, única separación entre confesor y confesado. Esto no gusta nada al comulgante, pero se acerca -nobleza obliga-  y se arrodilla con piadosa actitud. Con extrema diligencia suelta la fórmula aprendida y el hatillo de sus culpas. Se siente reconfortado cuando, absuelto ya y con la penitencia en su memoria, se ve libre de la halitosis  del abad.

En el atrio, familia y amigos van llegando:  besos, felicitaciones,  fotografías, alabanzas, promesas y parabienes… Demian se siente halagado y, al mismo tiempo, ajeno a todo ese rebumbio que cree algo postizo. Disimula con una sonrisa.

El pequeño almirante entra en el templo de los primeros y ocupa un lugar preferencial. En hierática pose permanece durante la ceremonia. A ratos, echa un vistazo al triángulo dorado que encierra el ojo divino que todo lo está viendo desde lo alto del altar.  Ahora su alma está sin mácula, mas el pecado es fiel perseguidor y  un soplo de congoja le llega  al pensar lo fácil que es dar un tropezón y embarrarse hasta el cogote.  Se defiende con la idea de que no es momento de asumir una contrición anterior a lo que ha de provocarla.

Termina la ceremonia y son más fotos y abrazos lo que toca. La parte seria del día ha pasado. Un almuerzo en el jardín de casa y una tarde de juegos, que con el declinar del sol va siendo más divertida y borrando protagonismo a Demian, completan el día.

Se despiden los invitados y se complace con la grata levedad que le proporciona el despojarse del uniforme y verse el niño de siempre. Y para siempre queda  convencido de que, de la misma forma y en otra ocasión, lo pasará muy bien  cuando “otro” haga  la Primera Comunión.

10 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, jajajajaja (ponga el lector los acentos en donde desee). Es buenísimo. Te estás haciendo mayor. Menudas pretensiones tenías. Nada menos que el "almirantazgo".Y me pregunto se no sería buena idea hacer una última comunión para que nos regalen cosas?, ya que estamos en comunión con la crisis y en lucha contra la lei laboral debemos apelar a fuerzas sobrenaturales (la iglesia no paga IBI - claro, lo da a los pobres). Un abrazo

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    1. Gracias "don". De hacer ahora una última sería muy distinto, ya se han recibido muchas "hostias" y los angelitos han sido sustituidos por el escepticismo planeando por encima de nuestras cabezas...
      Cualquier tiempo pasado fue anterior y no hay retorno.
      Un abrazo.

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  2. Pertenezco a otra generación, cuando las comuniones empezaron a ser ritos familires y sociales mucho más tenues, en la tradición española del vaciamiento de sus tradiciones :) me ha alegrado leerte y sentir el pueblo de la generación anterior, como vivía esos momentos. Que tampoco eran ningún paraíso perdido, parece ser. Gracias. Un abrazo.

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    1. Sí, paraisos perdidos no abundan ni abundaban por el año 1959. Ya veo que a ti "ese día" no te marcó tanto. Con los años nuestra sociedad cambió mucho y la celebración fue tomando fuerza sobre lo trascendente. Te agradezco la visita y
      Un abrazo

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  3. Niño para siempre en una tarde de juegos. Cuando el día declina. En ese jardín que todos hemos perdido. Que lejana está la infancia, ¡y tan viva!
    Todo el relato traslada esa rigidez, ese casi no respirar hasta el niño se desprende de la ceremonia y los trapos. Uf, también recuerdo la mía, pero no dónde fui hace un par de días.

    Hermosa capilla la de la foto.
    Saludos.

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    1. Exacto: rigidez. Todo estaba acotado, nada se escapaba a unas reglas que caían del cielo, y si no estabas alerta eras aplastado. Y si que está viva la infancia aunque, en mi caso, ya muy lejana.
      Lo narrado es del año 1959 y la capilla de la foto es en la que tuvo lugar.
      Un abrazo.

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  4. "lo pasará muy bien cuando “otro” haga la Primera Comunión"
    Y el caso es que todo son atenciones, pero sí, esto es verdad: mejor siendo invitado.
    Impagable esa observación "no es momento de asumir una contrición anterior a lo que ha de provocarla". Tanto maquinar sobre esto que le llevas a un chaval a pensar cosas así.

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    1. Veo que estás en consonancia con lo aquí dicho respecto a lo de la Primera Comunión de aquellos años y cuanto la rodeaba.
      Gracias por el comentario.
      Saludos.

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  5. Demián, menuda semblanza has hecho del día de la Primera Comunión. La recuerdo similar, pero con faldas y no a lo loco, porque había que tener un comportamiento impecable... También había una seriedad impuesta, un tener que saber estar ante las circunstancias aprendidas y re-aprendidas. En mi caso llevaba una especie de bolsita a juego con el vestido de "princesa" sin galones, pero con mucha blonda y velo incluido, en la que guardábamos las monedas que tanto familiares y amigos nos ´regalaban.Del montante recaudado me compraron un patinete, aunque no muy grande porque no dio para mucho.También recuerdo el convite y la extrañeza ante que después de la primera comunión se esperaba que uno tuviera un comportamiento distinto. Tal vez un tipo de "trasnfiguración". Y, aunque lo esperaba, nunca llegó. Más bien el tiempo ha ido cumpliendo ese cometido.Me identifico tanto con este sentir de Demián que... me encantaría pisar esa capilla y esa aldea y verla... Por cierto ¿la segunda foto es la auténtica? Con encanto en mi corazón te felicito de otra vez por esta nueva entrega. Siempre disfruto. Gracias . Un abrazo.

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  6. Una vez más estamos en sintonía a pesar de que una comunión fuese en Canarias y otra en Galicia: más era el tiempo que el lugar.
    Para "la pasta" yo tenía bolsillos, aunque el montante de la recaudación era ya de tiempo de crisis. A ti el patinete te sirvió para, durante una temporada, ir "sobre ruedas" y, por lo que ahora escribes, la dirección no era errónea.
    La capilla de la foto es en la que yo comulgué por primera vez. Sí que es muy bonita y en sus alrededores muchas horas ocupé en juegos. Es la que describí en mi post de "la aldea". Está en Orense y no llegaba a 200 habitantes pero su encanto y sus gentes me dieron felicidad por unos años. Su nombre es Eiradela.
    Aquellos días de infancia... hoy ya la estela de un recorrido largo. Gracias por seguirlo con ese interés.
    Un abrazo.

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