18 marzo 2014

La vida continúa

Un día como otro cualquiera, año arriba, año abajo, María, la Pirata, el Gordito y la Pelona se preparaban para una dura misión: conquistar cada adoquín del parvulario, inundar de témpera todo cuadro del mandilón, derramar hasta la última gota de mercromina por el preciado Plastidecor color carne y no perdonar ni una merienda de pan con chocolate. Lo lograron. Un año después, la preciada recompensa: 1º de EGB.

El primer día de colegio, el Gordito fue a la mesa de sus amigas arrastrando una pequeña sombra. "Lo encontré en el ascensor. Mi madre y la suya me dijeron que cuidase de él". Detrás del rechoncho niño había otro más bajito y de saltones ojos azules: Pancho.

María desapareció de escena, fue sustituida por Chochona, una sonrosada niña de pueblo con el desparpajo de quien pasa horas en el bar de su padre. El Gordito empleaba sus días suspirando por jugar con las muñecas que las profesoras le quitaban mientras liquidaba la comida de los amigos más inapetentes. Para la Pirata, el único par de gafas de la clase y un parche de color carne que hacían desaparecer su ojo unos días a la semana no eran suficiente misterio para distraer de sus calcetines que, a juicio de los demás, eran los más cortos jamás vistos. La Pelona, con la melena más larga de la clase, la lengua más activa y el ademán marimandón de hija única, dirigía la orquesta. Pancho, tranquilo y aplicado, intentaba también imponerse, pero sus intentos eran arrollados por el torrente verbal de la Pelona.

Pasó el tiempo en el colegio. La Pelona se fue y volvió. La Pirata se marchó, pero no regresó. El Gordito siguió fiel a su promesa y no dejó a Pancho.

En el patio del instituto reinaba la ley de "los chicos con los chicos, las chicas con las chicas". Perfecto para la Chochona, que se zambulló en la nueva vida sin problemas.

Para el Gordito, el nuevo orden obligaba a amigar a gente que lo llamaba niña o maricón. A Pancho lo ataba a un balón de fútbol en el que no tenía interés.

Para la Pelona, las chicas eran demasiado agresivas. Un día, ante la perspectiva de otro recreo discutiendo sobre caracolillos rebeldes en el pelo y la mejor forma de atarse un jersey a la cintura sin marcar culo, cogió su carpeta clasificada y se metió en la biblioteca.

Pasaron semanas, quizá meses. Pancho y el Gordito veían a la Pelona meterse en la biblioteca a diario. Sola. Feliz. ¿Por qué no probar? Ya eran tres, pero aquello no estaba en la naturaleza del Gordito, que persuadió a los otros dos para salir a pasear.

El nuevo grupo llamaba la atención. Dos chicos y una chica. Caminaban. Unas veces charlaban, otras no. Con el tiempo, más gente se les fue uniendo. A veces eran doce, a veces uno solo. Debates, chistes, confidencias o silencio, no importaba.

Media vida más tarde, la Pirata no lleva gafas, parche ni calcetines encogidos. Es reportera en un periódico local. La Chochona es cuentacuentos y recuerda con añoranza su pasado como Miss España Gorda. El Gordito comparte su vida desde hace más de una década con otro hombre. Trabaja en un supermercado del extrarradio donde pocos sospechan que su padre le ha dejado en herencia ser accionista mayoritario de una de las mayores cadenas de alimentación de España. Pancho es médico recién casado en un hospital de la meseta. Continúa su amistad con la Pelona, que escribe en este blog.

Hace unos días recibí una carta. La mujer de Pancho ha tenido un bebé. Normalmente, la creación de otra vida me la refanfinfla. Ésta no. Pancho ha elegido a una mujer que merece su enorme lealtad, honestidad y tesón. Ese pequeño cuerpo envuelto en dolor es el principio de la historia de otra buena persona llegando al mundo. A pesar de la diferencia geográfica y de edad, espero que algún día mi Jueves se encontrará con esa vida y dirá "Mi madre y su padre me han pedido que cuide de él". Porque hay personas a las que se puede querer sin conocerlas. Hay personas que llenan la vida de alegría sólo por estar ahí.

8 comentarios:

  1. Y la vida continua, es verdad. Además del final feliz, el texto me ha gustado. Como texto, como historia, como cuento. ¿Quién ha sido siempre feliz en la escuela? ¿Quién no ha recibido unos cuantos insultos y algún mamporrazo? Si es que ha tenido suerte... Los tres personajes, tan reales, tan cercanos, me ha resultado totalmente creíbles. Me quedo con el Gordo, y ese final realista, en un super, con un secreto de los grandes en el bolsillo.

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    1. Me alegro de que te gustase el texto.
      Si los personajes te han resultado creíbles no es mérito de la escritora. Sé alguna de mis limitaciones y la ficción no se me da. No es realismo, es realidad.

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  2. Bienvenido bebé de Pancho, así se llamaba mi papá, así que creo que hoy será inevitable recordarlo, por suerte me siguen acompañando personas con las que seguimos trenzando caminos, cerca y lejos, qué cosas.

    Linda historia, pelona, y envidia tengo de tu melenaza.

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    1. Curioso lo poco que importa a veces si los caminos se trazan cerca o lejos. Incluso los que se fueron para no volver siguen siendo parte de nuestras historias.

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  3. Pues aunque te parezca raro, lo que más me ha llamado la atención del texto es "recibí una carta". ¿Una carta de papel, de verdad? Hace tanto tiempo que no recibo una carta-carta en vez de un e-mail, que ya ni recuerdo cómo huelen... :)

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    1. Realmente creo que fue un correo electrónico. Quizá por usar la misma palabra en inglés en mi mente ya son lo mismo.

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  4. Me ha emocionado esta crónica. Unos cuidan de otros, y estos "otros" se pueden convertir a su vez, por qué no, en cuidadores de los "unos". Muestras en palabras una trama de hilos, que son vidas entrecruzadas, que dan ayuda y soporte a sus protagonistas y a su vez son lección y emoción para los lectores.

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    1. Me alegra que te gustase. A veces lo mejor de la vida es lo cotidiano, un día tras otro parece que no pasa nada, pero cuando finalmente los juntas, con suerte, tienes un hermoso tapiz.

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