19 agosto 2014

Mi gata (II)

Es domingo. Bajo a la cocina a tomar un zumo y abro la puerta del cuarto contiguo. Gris se acerca, roza mis piernas una y otra vez, en un sentido y en el contrario, maúlla y trata de adivinar mi itinerario para adelantarse. Nos vamos al piso superior, me siento a leer o tomar alguna nota, ella se sube al sofá que tengo enfrente, olfatea, gira sobre si misma y se deja caer en la mullida superficie; sabe que es pronto para salir de la casa. Me mira y se duerme. Yo sigo en mis cosas. La miro y me pregunto que habrá en el microcosmos de su cabecita. Pasado algún tiempo se despierta, se incorpora, se estira y con calmado paso se va al dormitorio, sube a la cama y se instala encima. Ahí permanecerá hasta que su ama se levante para darle el desayuno. Cuando termina con los últimos granos de pienso su calma se vuelve impaciencia, nos mira, se va corriendo hacia la puerta que da acceso al jardín, se alza sobre sus patas traseras y con una de las delanteras toca la llave, ¿ quién no entiende semejante actitud.?

Ya en el jardín sufre una metamorfosis: sus ojos se agrandan, sus orejas se ponen verticales, sus movimientos los dirige el instinto y su sagacidad en el punto álgido. En este estado de alerta, aunque tranquila, va oliendo cada esquina, cada árbol, para terminar afilándose las uñas en la drácena del fondo.
A partir de aquí, su recorrido nos es desconocido. Suponemos que parcelas vecinas serán el espacio visitado y, sabemos, que hay días que entra en liza con algún congénere. Es frecuente que, antes o después de su paseo, esté con nosotros en el jardín; entonces nos ofrece el espectáculo de su aseo parsimonioso, de sus acrobacias y sus juegos. Es placentero ver como se enreda con una cuerda, una hoja, un chorro de agua o una mosca. Y el deleite llega cuando aparece una mariposa o un pajarito. Entonces Gris se vuelve una cazadora astuta. Silente, se va acercando, se para, observa y, finalmente, pega un extraordinario brinco con las patas estiradas y las uñas en ristre. Cuando la presa se aleja, displicente retorna a nuestro lado.


Después de unas horas de ignorada ruta, aparece lentamente por el jardín; derrengada y transida enfila la puerta y se va a descansar. Llegó la hora del sosiego y la calma. Ya no hay pájaros ni mariposas que la distraigan, ladridos que la asusten o coches que la perturben. Ahora decidirá si dormir en un sofá o elevarse, bien al bafle pegado al ventanal del salón o al alfeizar de cualquiera de las ventanas. A lo largo de las horas, y en discrecional orden, pasará por cada uno de estos sitios.

Terminada la cena e instalados para ver alguna película, Gris no tardará en llegar y acomodarse entre nosotros o en el regazo que más atractivo le parezca esa noche. Pocas veces mira a la pantalla, el mayor tiempo, en las posturas más inverosímiles, se duerme; y yo me sosiego viendo el vaivén de su respiración.

Cuando el televisor se apaga, mi esposa la pone en el hombro, le da las últimas carantoñas del día y la deja en “su zona”: garaje y un cuarto anexo; no olvidando cerrar con llave, pues en caso de no hacerlo nos aparecería entre las sábanas. La experiencia ya fue vivida: con una pata se cuelga de la manija de la puerta y con la otra la hace bascular, el pasador cede y con su patita empuja. El camino está libre.

10 comentarios:

  1. Que delicia de texto. Además se me ha hecho más cercano, pues tengo en el piso dos gatos y una gata. Los conozco, y lo del jardín y las largas desapariciones es algo que no les puedo dar. Como tú, me he preguntando mil veces que les pasa por la cabeza, sobretodo cuando duermen y sueña. Me ha gustado el contraste de la gata felina en el exterior y la gata casera en interior. Son precisos, exactos en todo.
    Un abrazo.

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    1. Es gratificante que guste lo que uno escribe. Gracias.
      Creo que por esas cabezas, cuando duermen y sueñan, un ilimitado repertorio de imágenes desfilan... ¿Y cuando fijamente se te quedan mirando? Y magistral es también esa instantaneidad de paso del descanso a la alerta más intensa. En fin, unos animalitos curiosos que siempre sorprenden.
      Un abrazo.

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  2. Anda que no son listos. Yo tengo una fiera hermosa de nueve años, grande como una pantera; recientemente he adoptado también a dos pequeñajas a las que he criado con biberón, así que hemos pasado de tener una -algo mayor y ya mucho más tranquila- a tener tres. Mi casa parece una especie de zoo jaja. Muy buena entrada.

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    1. El triplicar la fauna gatuna traerá trabajos, pero seguro que alegrías y satisfacciones más todavía.
      Un saludo agradecido por la entrada y por la calificación que de ésta haces.

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  3. Es una entrada maravillosa. Imposible despegar la vista de las palabras.
    Jeje, qué lista es para abrir todo tipo de puertas y qué buena compañía ofrece. Parece mentira la manera en que ha entrado en vuestras vida: primero poco a poco, hasta el incidente que casi le cuesta la vida.

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  4. ¡Qué magnánimo en tu comentario con la entrada! Mi agradecimiento por ello.
    Pues si que era lista Gris abriendo puertas, camelando a sus amos, escapándose al jardín, colándose debajo de la cama y tantas cosas más...
    Saludos!

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  5. Demián me encanta como escribes y la habilidad e ingenio de Gris. De pequeño había en mi casa una gata, María Luisa, que también tenía ese talento y agudeza. Obedecía la llamada de mi madre fielmente, aunque estuviera ocupada en busca de su comida. Al levantarnos por la mañana, nos esperaba en la puerta hasta que le hacíamos una caricia y desaparecía de nuestra vista. Únicamente si mi madre la llamaba, acudía en unos segundos y se colocaba entre sus pies.

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  6. Celebro que te guste lo por mi escrito y disfrutes las "hazañas" de Gris. Veo que tienes conocimiento de estos bichos y de lo mucho que se les puede llegar a querer, por lo mucho que ellos entregan.
    Saludos!

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  7. Especialmente me ha encantado porque he seguido la ruta que has trazado con gris como si la viera en vivo y en directo. Una ruta viva, llena de muchos matices y mucha calor-color. Gris está satisfecha. Esos modales y su aire felino que la acompañará siempre hace que la convivencia para todos los de la casa llegue a ser saludable y cordial. Un gato al lado da muchos años de vida...Un saludo

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    1. Todo cuanto dices es así. Era muy "suya" y también daba mucho, siempre tenía algo nuevo que ofrecer y nunca renunciaba a sus tendencias adquiridas en la vida en libertad.
      Saludos, tanci

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