Los Borbones tienen una situación financiera cómoda, pero ni de lejos la de los Windsor (una de las mayores fortunas del mundo). Más de una vez, viendo en la tele la opulencia de la corte británica, he pensado “hace esto Juancar y al día siguiente somos república”.
El Príncipe de Asturias domina el francés, inglés, griego y portugués; ha sido entrenado en las academias militares de Tierra, Mar y Aire, es licenciado en Derecho y Master en Relaciones Internacionales por la Universidad de Georgetown (Jesuitas). El Príncipe de Gales habla Galés básico, su entrenamiento militar se limita al título de piloto de guerra y entró enchufado en Cambridge, donde se graduó con un suficiente raspado en Historia. Hoy, la futura cabeza de la Iglesia Anglicana vive casado por lo civil con una católica divorciada. La capacidad de Felipe como jefe de estado se cuestiona regularmente, la de Charles no se discute, ni como jefe de estado, ni como líder espiritual.
Juan Carlos se vió en dificultades por aquel “¿Por qué no te callas?” a Hugo Chavez, al Duque de Edimburgo (el marido de la reina) se le aceptan perlas como:
“Así que has conseguido que no te coman” (a un estudiante británico en Papúa Nueva Guinea).
“Antes, todo el mundo pedía más tiempo libre, ahora se quejan del desempleo” (sobre la recesión de 1991).
“Si alguna vez me reencarno, quiero que sea en un virus mortal, para ayudar a arreglar el problema de la superpoblación”.
Puede que las diferencias en la imagen de ambas casa reales sean, además de por tradición histórica, por la capacidad de cada una para proyectar la imagen de su país.
Los británicos ven en la opulencia de la corte el reflejo de una nación próspera; las excentricidades de sus miembros hacen que sean únicos y memorables –la definición de una buena publicidad-. Pero en España, donde una de cada cinco personas está en paro y los jóvenes con trabajo sufren mayoritariamente de submileurismo, es más difícil mirar sin resentimiento a una familia donde se cuenta con un sueldo vitalicio meramente por ser “hijo de”.
Por otro lado, en el Reino Unido, la cohesión nacional se considera beneficiosa y necesaria para la supervivencia en el marco internacional. La familia real –descendientes de las dinastías reales de Gales, Escocia e Inglaterra- es un símbolo de esa cohesión. En España, parte importante del país ve con recelo la unión nacional, quizá por evocar un pensamiento único propio de regímenes deshumanizados o totalitarios. De este modo, la figura monárquica parece menos representativa.
Los ingleses son diferentes. Que disfrutes del nuevo año 2010. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSiempre escuché que los diferentes éramos los espñoles. Supongo que se deberá a la orilla desde la que se mire.
ResponderEliminarPues desde Escocia se os ve a todos (ingleses y españoles) muy raritos ;-)
ResponderEliminarPara mi, que somos distintos es una obviedad, lo interesante es esforzarse en entender por qué lo somos.
Las perlas del duque de Edimburgo son geniales. Cuando estuvo en la fiesta de la declaración de independencia de Kenia y la gente empezó a bailar con sus atuendos tribales y coloristas él cogió el micrófono y dijo: "¿En serio que quieren continuar con esto...?"
ResponderEliminarVaya, esa no está en el enlace de Wikiquote que puse. A ver si recuerdas la fuente y la añades, que te lo agradeceremos todos :-D
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