La primera nevada

Últimamente salgo de trabajar por la noche. Hace frío y he pasado dos días en cama con gripe. Oscuridad y clima me han tenido aletargada durante días, quizá semanas. El festivo en el día de la boda del principito, el recorte del salario de amigos Irlandeses o las copiosas -y tempranas- nevadas en Aberdeen, nada de esto ha retenido mi atención más que un té caliente con aspirina.

Hoy me levanto y veo la calle así:

Normalmente, la primera nevada no cuaja. Normalmente, la naturaleza se burla varias veces con feo aguanieve y hielo antes de ponerse guapa. Y normalmente, la fotografía de las primeras nieves es oscura, porque cae en día de semana y, si no se saca al levantarse, a mediodía ya no queda nada. Normalmente.

Al parecer, esta es la casa de una bailarina del Ballet Nacional de Escocia. Un día como hoy, podría ser de Charles Dikens, Louisa May Alcott o Henry James.

Pero no puedo quedarme mucho tiempo en el vecindario: hoy tocaba mercado en Partick.

Ya enseñé este lugar la semana pasada. Hoy esta caseta de carne de buey hizo más negocio del habitual con las hamburguesas a la barbacoa. Los vendedores de mermelada trajeron una parrilla eléctrica para hacer humeantes tortitas con las que probar gratis su producto. Había una tienda nueva vendiendo adornos navideños de pino y acebo y el vendedor de carne de pavo ya acepta pedidos para las fiestas.

Tras ir al mercado, y ya de estar en el West End, fui a ver la Kelvingrove Art Galery, uno de los edificios más emblemáticos de Glasgow y de los primeros del mundo en tener calefacción. Era la hora de comer y la nieve empezaba a penetrar los zapatos. Entré a entonarme con una sopa en la cafetería, dar un paseo entre los bustos clásicos, ver los adornos navideños en la tienda y, por fin, volver a casa.

Alguien dijo antes que yo que la ciudad de Glasgow era "dura, pero increíblemente generosa." Sigue siendo la descripción perfecta.