19 agosto 2010

Por favor, cortadme las alas

Dublín, agosto de 1990.

Un grupo de adolescentes españoles paseábamos por el puente contiguo a O'Connell Street. Varios amigos se pararon en un puesto ambulante. Unos a cubrir un mechón de pelo con hilos de colores, otros a mirar y unos cuantos a comprar las gargantillas de moda: cordoncitos negros de los que podía colgar el símbolo de la paz, o una cruz gamada. Los brazos de la cruz se doblaban hacia la izquierda, pero la mayoría de los clientes daban por sentado que se trataba del símbolo nazi. Algunos de mis compañeros lo compraron, por un arrebato de rebeldía, por seguir la moda o por estética. Nadie les dijo nada. Los puestos no se cerraron, ni salieron por las noticias. Nadie pensaba en alzar la voz para protegernos de una guerra ya terminada.

Veinte años mas tarde, la censura es buena si esta del lado de los justos. El lado de los justos es obvio e indiscutible. Las ideas contrarias no se debaten, se ignoran.

En esto pensaba al leer sobre la abolición de las corridas de toros en Cataluña. Nunca me han interesado, pero me revuelvo cada vez que se describe la prohibición como una victoria para los amantes de los animales. Una victoria implica lucha, dar la ultima estocada a una tradición agonizante no es lucha. Ilegalizar no ha resuelto el problema, lo ha censurado. Una roca no frena al río, solo lo desvía. Las estadísticas sugieren que con un poco más de tiempo las corridas hubiesen caído en el olvido, como aquellas gargantillas dublinesas. O no, quizá con más investigación se revelase que el impacto ecológico es demasiado alto (sin toros no hay dehesa). En ambos casos, la conclusión hubiese sido un triunfo de la condición humana, una prueba de evolución. Pero ningún monigote se hubiese podido colgar la medalla.

El que la abolición de las corridas parezca un bien tan obvio que no merezca ser debatido no prueba que lo sea. A mí, como a mucha gente, la pena de muerte o el derecho generalizado a llevar armas de fuego me parecen repugnantes. Sin embargo, son medidas aceptadas en EE.UU. ¿Qué probabilidad hay de que Miércoles, españolita de a pie, sea más inteligente e informada que los millones de personas que aprueban estas ideas en el país del que mas avances tecnológicos, científicos y artísticos han salido en los últimos doscientos años? Si tengo algo claro cuando hay una alta probabilidad de que gente mas sabia dude, ¿no seré yo la que no se entera? La certeza absoluta se alimenta solo de fanatismo o ignorancia.

Yo pensaba que la democracia traía libertad. Libertad, sobre todo, para aprender de nuestros propios errores. Falso. La democracia es dar la oportunidad al borrego que mas bala de llegar a pastor.


Escena de la película "Leones por Corderos". Al menos a veces aún se oye a las minorías.

8 comentarios:

  1. Tus comentarios siempre me parecen acertados.

    ¡¡Saludos!!

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  2. Gracias José, a mí tus comentarios siempre me parecen... escasos ;-D

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  3. Ya sabes que estoy en la misma línea de pensamiento que tú, al menos en estos temas. Lo que me jode es que lo escribas mejor que yo ;)

    Un saludo

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  4. J.: no me diga usted esas cosas, que en un cumplido es importante lo que se dice, pero más quién lo dice, y viniendo de quien viene se me va a ruborizar hasta el avatar en blanco y negro.

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  5. Has dejado claro que consideras que los ciudadanos no son lo suficientemente inteligentes como para ejercer su derecho a voto independientemente y acorde a su conciencia, y que aunque así fuera, en democracia la prohibición no debería existir.

    Usas la prohibición de los toros como ejemplo de que toda prohibición es mala. Concluimos entonces que todas las prohibiciones aprobadas democraticamente son erróneas y vulneran el derecho fundamental a la libertad?

    Y no está eso en contradicción con la idea de que la población no es lo suficientemente inteligente como para decidir por sí misma? (ya que si tienen libertad van a tomar decisiones que les dañen a ello y a otros).

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  6. Sirventés: Terminé el artículo pensando que algo había quedado embarullado, pero no atinaba el qué. Ya me has aclarado algo.

    Como la mayoría, tengo fe en que el ciudadano medio pueda reconocer a un buen gobernante, el problema es cuando la opción no es a escoger al "mejor", sino al "menos malo". Se que la idea de que "tenemos los dirigentes que nos merecemos" tiene su lógica, pero el día que realmente lo creamos, entonces sí que estaremos perdidos.

    Tienes razón en que, para mí, toda prohibición es un fracaso. En una sociedad evolucionada, el ser humano haría por naturaleza lo que es mejor para el bienestar general, sin imposiciones externas. Entiendo que hoy el ser humano está en la infancia y que si se aboliesen todas las leyes caeríamos en el caos pero, al igual que al niño se le van dando cada vez más libertades para que aprenda a ser adulto, así la tendencia debe ser a dejarnos decidir cada vez más por nuestra cuenta, no al revés. Para mí, el buen gobernante no es el que nos protege de lo que nos desagrada o daña, sino el que nos provee de las armas (educación, libertad) para enfrentarnos a ello gradualmente.

    Abusando del título, no puedes aprender a volar sin caer, pero prohibir innecesariamente es mutilarnos para que no salgamos del cómodo nido.

    Espero que me haya quedado más claro ahora. Si aun no lo he conseguido, o no estás de acuerdo, me encantará seguir (y espero que a alguno más de por aquí también).

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  7. Pues yo sí considero que una sociedad suficientemente madura no precisaría de medidas prohibitivas. Se ha aprobado la eliminación de las máquinas de bollería en los centros educativos, y el problema no son las máquinas, sino la falta de concienciación en los niños para que no abusen de este tipo de comida. Esta carta blanca de los gobernantes para elegir por mí, para decidir lo que como, lo que bebo, lo que fumo o lo que veo en la tele es tan ineficaz como torpe. Estas medidas, como ocurre con la de los toros (y estoy muy lejos de considerarme taurino), no son perniciosas por su efecto, que es lo superficial, sino por su misma esencia. Sustentarlas en el beneficio de todos (grandes Siniestro total) es, con el debido respeto, tratarme como a un perfecto gilipollas.

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  8. Lo de los bollos me ha dejado asustada: he visto exactamente la misma noticia en los periódicos de aquí, lo que sugiere que la ley viene de Bruselas. Miedo me da que el Parlamento Europeo se entrometa con lo que comemos.

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