El tema de moda hace unos días en las redes sociales eran las declaraciones del Ministro de Interior a raíz de insultos vertidos en las redes a la fallecida Isabel Carrasco, presidenta de la diputación de León.
Las críticas a este político no se han hecho esperar. Por un lado están los que se mofan de su afán de poner límites de expresión a quienes hacen apología del delito a través de la Red, como si esto no fuese poner puertas al campo. Nada que objetar, hasta Sáez de Santamaría ha visto la burrada y le ha corregido. Por otro, están los que se quejan de que estas cosas llevan ocurriendo desde los primeros foros de Internet y de la hipocresía que denota sólo actuar cuando afecta a otro político del mismo partido. Aquí ya entramos en terreno demagógico.
Hasta ahora, lo que ha ocurrido con los tuiteros groseros ha sido denuncia en comisaría y toma de declaraciones en el juzgado. Este proceso no difiere de lo que han pedido la Defensora del Pueblo con el que insulto a los fallecidos en el helicóptero del SAR en Canarias, la Fiscalía Nacional con los difamadores de Irene Villa o la asociación de judíos con los futboleros antisemitas. Ni siquiera con lo que hizo Ana Pastor, una de las que hoy lo critica. Por citar ejemplos de los últimos meses.
En el caso de Isabel Carrasco cabe recordar que, de momento, todas las personas detenidas fueron puestas en libertad al día siguiente.
Pero bueno, no pasa nada. Gajes del oficio de la política. Jorge Fernández tiene la cara curtida y, como decía mi bisabuela, si no le tocaba la zurra ahora, se guarda para cuando la merezca. Lo que me preocupa es el desparpajo con el que se acusa a los poderosos de preocuparse sólo de lo suyo. Un gestor no es dios omnipresente. Los medios de comunicación son tan partidistas o partisanos que no podemos sorprendernos si han dejado de tener influencia. Los datos macroeconómicos son del dominio público pero, en cuestiones concretas como esta de twitter, ninguno de nosotros tiene razones objetivas para pensar que Villarriba sabe lo que preocupa en Villabajo si no le toca de cerca.
¿Cuanto tiempo más necesitamos para caer de la burra? La última vez que oí de una iniciativa ciudadana con éxito en España fue cuando los emigrantes recuperamos nuestro derecho al voto a pesar de la oposición de todos los partidos excepto IU y Coalición Canaria. No hubo ni "Me Gusta", ni "Comparte", ni RT, aunque ya existían. Sólo hubo menos de cien firmas, pero en correos personales en los que se explicaban las consecuencias de la decisión a la comisión responsable del proyecto de ley.
Nuestros políticos son torpes, en eso no hay nada que hacer. Pero si están faltos de información, soluciones concretas o ideas, ahí entra la responsabilidad civil. Si crees que la educación va a peor, no pegues una viñeta en tu Facebook: redacta tus preocupaciones al responsable de tu escuela. Si ves la Sanidad saturada, denuncia las consecuencias que padeces. Si crees que se está haciendo algo bien, agradece para que el responsable sepa que vemos la diferencia entre él y el resto de la pocilga. Nadie te va a representar mejor que tú mismo.
Como le comenté hace unas semanas a un residente de mi hospital joven y ya derrotista, ni siquiera es cuestión de idealismo o de cambiar el sistema. Si ves algo que no va bien y callas, cuando venga el desastre, la culpa recaerá sobre ti. Si avisas al jefe por escrito, es su responsabilidad.
Bueno, si avisas al jefe por escrito, es también tu responsabilidad pero... ¿y si sale bien? ¡Es tuya también! Cualquier cosa mejor que quedarse en el sofá de casa mirando la tele. Siempre lo he dicho.
ResponderEliminarQuizá en la sanidad de aquí tenemos una estructura muy jerarquizada. En nuestro caso, si la pifias con un paciente toda la culpa es tuya (o de tu equipo si es cosa de grupo), a no ser que tú o alguien con un cometido similar hayáis avisado antes a los superiores de que las condiciones de trabajo no son adecuadas. Si el jefe estaba avisado y no hizo nada, el marrón es para él.
EliminarUna sociedad civil pasiva trae como consecuencia unos políticos asilvestrados que toman decisiones a discreción. Me temo que solo la sociedad civil tiene el poder fiscalizador para someter a nuestros gestores públicos al imperio de lo razonable. Un escrito, una carta a tiempo..., puede ser suficiente. En cierto modo, eso es también construir una democracia, no sólo el voto lo hace.
ResponderEliminarNaturalmente. A veces creo que lo que tenemos no es una democracia, es una dictadura por turnos. No elegimos a un gobierno, sino a una pandilla de caciques con contrato temporal que lo son porque una vez elegidos no sienten que deban rendir cuentas.
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