En España no se estrena hasta el 4 de Junio, pero aquí en el Reino Unido lleva dos meses en cartelera y ya se considera un clásico de culto.
La película cuenta la historia de Dave Lizewski (Aaron Johnson), un adolescente corriente que decide convertirse en un superhéroe llamado Kick-Ass. Dave se ve atrapado en una lucha mayor cuando se encuentra con Big Daddy (Nicholas Cage), un ex-policía que, en su intento de derrocar al pérfido capo de la droga Frank D'Amico (Mark Strong), ha entrenado a su hija de once años para convertirse en la mortífera Hit-Girl (Chloë Grace Moretz).
A pesar de la alabanza unánime hacia esta sátira del subgénero de superhéroes, algo me tuvo preocupada hasta la entrada en el cine, una palabra que se repite en todas las críticas: ultraviolenta. La inquietud fue infundada: aunque la violencia gratuita es frecuente, las escenas macabras duran fracciones de segundo, apenas lo suficiente para que se sepa qué ocurre, pero el horror no se asimile.
Personalmente, no entiendo el enorme éxito de Kick Ass. La cinematografía es una mezcla de cine negro y comic. No es fea, pero tampoco especialmente innovadora o estética. Las escenas violentas se suceden hasta rozar la monotonía. Los actores están decentes (con la excepción de la niña, que es francamente buena). El argumento es original y definitivamente el motivo único que la mantiene en cartelera pero, para mi gusto, una mocosa de once años con tendencias violentas y que disfruta soltando tacos hace tiempo que ha dejado de ser sorprendente. La historia del adolescente que se compra un disfraz y se autonomina superheroe tampoco es nueva: el registro americano de superheroes de la vida real tiene a más de doscientos enmascarados en sus listas. El italiano Entomo, por ejemplo, llevan en la brecha desde el 2007.
En resumen, "Kick ass: listo para machacar" se ha descrito como "la primera película de superhéroes de bajo presupuesto", y se nota porqué.
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